Las nuevas derechas. Omar Alejandro Bravo

Las nuevas derechas - Omar Alejandro Bravo


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      Brasil: del Partido dos Trabalhadores y la direita envergonhada a la ultraderecha

      La política brasileña desde la redemocratización del país (1985) ha sido indudablemente impactada por el surgimiento, ascenso y crisis del Partido dos Trabalhadores (PT). Como se discutió anteriormente, las identidades políticas, por lo menos desde los años noventa, están fuertemente marcados por la afinidad (petismo) o rechazo (antipetismo) al PT (Samuels y Zucco 2018). Mientras que la afinidad con el PT, un partido que se declaraba de izquierda, encontraba una manifestación organizacional en este partido, el antipetismo se encontraba partidariamente disperso, un reflejo de la fragmentación de la derecha en Brasil. La consolidación de esta última identidad política encontrará su manifestación más clara en la polarización política asociada al proceso de impeachment de Dilma Rousseff y la elección de Jair Bolsonaro en 2018.

      El ascenso y abierta presencia de la (ultra-)derecha brasileña puede llegar a parecer sorprendente, si se tiene en cuenta que hasta hace unos pocos años, políticos de derecha, a pesar de favorecer políticas asociadas con la derecha, se negaban públicamente asumirse como de derecha. Este fenómeno, conocido como a direita envergonhada (la derecha avergonzada) fue común desde el inicio de la nueva república (1988) hasta la polarización que rodeó el proceso de impeachment (Power y Rodrigues-Silveira, 2019). Esto no quiere decir que la derecha haya sido políticamente irrelevante. Fuerzas políticas de derecha –en particular partidos como el PFL, que sucedieron a los partidos conservadores que apoyaron el régimen militar– fueron importantes actores en las políticas de ajuste de los años noventa. Estas fuerzas, divididas en varios partidos, tenían como “centro de gravedad” al mayor partido de la centro-derecha, el Partido de la Social Democracia Brasileña o PSDB (Santos, 2008). También existían partidos de derecha y con políticos de derecha –como el Partido Popular (PP), el Partido Liberal (PL), el Partido Laborista (PTB) y el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB)– que buscaban participar de los gobiernos para tener acceso a cargos y recursos, sin importar si eran liderados por partidos de centro-izquierda o centro-derecha. En un sistema de partidos altamente fragmentado como el brasileño, su apoyo era decisivo para cualquier partido que ganara la presidencia y aspirara a gobernar efectivamente.

      El reemplazo (¿temporal?) del PSDB como principal fuerza política en la derecha por un político que por muchos años fue una presencia irrelevante en el congreso, Jair Bolsonaro, fue en parte resultado de espacios abiertos por el mismo establishment de la derecha antes y durante el proceso de impeachment para debilitar al gobierno del PT, combinado con un debilitamiento de estas fuerzas tradicionales de la centro-derecha y derecha durante el breve gobierno de Michel Temer. Este se caracterizó por un anémico crecimiento económico y múltiples escándalos de corrupción que hicieron mella en los partidos tradicionales de la derecha y centro-derecha. Bolsonaro supo aprovechar la insatisfacción que existía en significativos sectores del electorado hacia el PT –a quien asociaban con la crisis económica y escándalos de corrupción– combinado con grupos antipetistas que históricamente habían expresado su vehemente rechazo contra el PT. Para muchos electores del “centro” y la “derecha”, Bolsonaro se volvió la opción electoral más viable, por encima del PSDB (Hunter y Power, 2019). En este contexto, resulta importante analizar, si auto-identificarse con la derecha (o la izquierda) en Brasil está asociado con opiniones claras sobre temas políticamente relevantes.

      En primer lugar, es interesante como más personas se identifican con la izquierda en el 2017 en comparación con el 2012 (año donde el PT y la presidenta Dilma aun gozaban de un apoyo considerable en la opinión pública). Es decir, más personas se identifican con la izquierda durante los años de mayor rechazo al PT. La figura 10 muestra como el promedio de la auto-identificación ideológica se mueve hacia la izquierda de 2012 (línea roja) al 2017 (línea azul). En parte, esto puede ser el resultado de un movimiento de personas del centro hacia la izquierda y refleja de esta manera la fuerte polarización en las élites y la opinión pública.

      En segundo lugar, y de forma similar a lo que identificamos en el caso colombiano, no parecen existir diferencias entre los grupos ideológicos en la opinión pública y sus opiniones frente a temas económicos, sociales y políticos. Solo hay un tema donde hay marcadas diferencias entre los grupos ideológicos: su posición frente al impeachment. Las personas que se identifican como pertenecientes o cercanas a la izquierda consideran que el impeachment de la presidenta Dilma Rousseff fue injusto. En contraste, personas identificadas con la derecha evidentemente lo consideran justo. La fuerte relación que encontramos aquí se confirma con la regresión lineal cuyos resultados presento en la tabla 2.

      Figura 11A. Apoyo al impeachment (todos)

      Figura 11B. Apoyo al impeachment (universitarios)

      Figura 12A. Apoyo a la democracia por posición ideológica (todos)

      Figura 12B. Apoyo a la democracia de paz por posición ideológica (universitarios)

      Figura 14A. Apoyo a la función del Estado para reducir la desigualdad (todos)

      Figura 14B. Apoyo a la función del Estado para reducir la desigualdad (universitarios)

      Figura 15A. Apoyo al matrimonio igualitario (todos)

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      Figura 16B. Apoyo al matrimonio igualitario (universitarios)

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      Los resultados de la regresión confirman que el auto-posicionamiento ideológico poco o nada se relaciona con opiniones sobre el rol del estado en la economía, sobre castigos penales, posiciones frente a la democracia o al matrimonio igualitario. De pronto, sorprendentemente, un mayor apoyo a la propiedad estatal de empresas estratégicas está asociado a una mayor identificación con la derecha en la muestra general. En el análisis que incluye solo a personas con educación superior, no se identifica ninguna relación entre estas variables (ver figura 15).


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