En camino hacia una iglesia sinodal. Varios autores
Puebla– o más bien como un conjunto de pequeños documentos –al estilo de Medellín 25–. Este asunto fue discutido en más de una ocasión por los obispos en diferentes instancias. Prevaleció la idea de ir en la dirección de Medellín: pequeños documentos que fueran más fácilmente manejables y que ofrecieran orientaciones concretas en cada campo.
d) Hacia una definición temática y metodológica
Mons. Ovidio Pérez Morales, presidente del concilio, presentó la necesidad de asumir una línea teológico-pastoral que constituyera «el horizonte, categoría englobante, valor de referencia que orienta, sintetiza o articula de alguna forma el conjunto teórico-práctico. Es tema recurrente, e integrador, objetivo central. Esta línea viene a jugar el papel de eje, núcleo, centro, principio articulador, hilo conductor, criterio fundamental de discernimiento de la doctrina y de la praxis, luz que orienta, guía que señala el camino, aguja que teje la trama» 26. En su intervención del 19 de octubre de 1999, en el marco de la asamblea extraordinaria de la Conferencia episcopal, propuso como línea teológico-pastoral del concilio plenario: comunión y solidaridad. Esta línea, después de haber sido aprobada por la Conferencia, fue explicitada en la carta pastoral colectiva Con Cristo, hacia la comunión y la solidaridad, de fecha 10 de enero de 2000.
Un trabajo posterior identificó los problemas a los que el concilio debía dar una respuesta pastoral, dando cohesión y unidad a los núcleos problemáticos 27. De cada uno de ellos se redactó una breve síntesis y se hizo una justificación de motivos. El resultado del trabajo fue la reorganización de los temas, pasando a dieciséis, a partir de la identificación de los núcleos problemáticos, que son situaciones que requieren respuestas perentorias y soluciones pastorales creativas. Estos núcleos fueron asumidos como el punto de partida para la reelaboración de los documentos de trabajo.
e) Asambleas parroquiales, diocesanas, provinciales
Ya definida la metodología, y contando con los documentos de trabajo, surgidos de la primera consulta al pueblo de Dios, se pidió que se le realizaran nuevas consultas, ya no generales y abiertas, como la primera, sino específicas. Es decir, sobre los temas y núcleos problemáticos que había que tratar. Se sugirió que la consulta versara más sobre el actuar y no sobre el ver y el juzgar.
En el mes de enero de 2000, en el marco de la asamblea ordinaria de la CEV, cada una de las dieciséis subcomisiones presentó su esquema de consulta. Según los criterios de importancia del tema por la situación eclesial y del país; oportunidad; grado de desarrollo del tema y viabilidad para la consulta. La asamblea aprobó someter la consulta y ser tratados en la primera sesión conciliar los esquemas siguientes 28:
• La Iglesia en Venezuela en una eclesiología de comunión.
• La proclamación profética del Evangelio en Venezuela.
• La formación de los creyentes.
• La contribución de la Iglesia a la gestación de una nueva sociedad.
A la Comisión de Contenidos se le encomendó revisar y preparar para su publicación los esquemas, en unión con los presidentes y secretarios de las comisiones episcopales respectivas. A final de enero de 2000 se realizó un taller de inducción con los responsables diocesanos del concilio y representantes de organismos eclesiales a nivel nacional. Además de los cuatro esquemas se proveyó de un subsidio donde se explicaba la metodología asumida. Durante los meses de febrero a mayo de 2000 se realizó la segunda consulta al pueblo de Dios de la fase preparatoria.
Se asumieron como criterios para la organización de dicha consulta: fomentar una metodología de participación; favorecer la organización diocesana; promover procesos de formación; buscar respuestas comunitarias; presentar experiencias nuevas y proponer sugerencias.
Consultar a la base fue muy importante, porque se trataba de calibrar el sensus fidelium. Muchas parroquias se organizaron para estudiar los temas, preparar sus respuestas y enviarlas a la curia diocesana. Las diócesis, a su vez, organizaron asambleas diocesanas para estudiar los temas, crear consensos e integrar las respuestas.
Finalmente, recibidas las respuestas en la secretaría general del concilio, las subcomisiones temáticas y la Comisión de Contenidos, pudo integrar los aportes y preparar el documento de trabajo, que fueron enviados el 15 de octubre de 2000 a todos los participantes en el concilio. Estábamos listos para iniciar la fase celebrativa del concilio.
f) Las discusiones en el aula conciliar y en los grupos de trabajo
El domingo 26 de noviembre del año 2000 se inauguró el Concilio Plenario de Venezuela. Para nuestra Iglesia, este fue su primer concilio plenario nacional en sus más de quinientos años de historia. En este sentido, no contábamos con una experiencia previa. Por buena que hubiera sido la fase preparatoria, siempre había elementos sueltos, imprevistos, cosas no sabidas... Mons. Ramón Ovidio Pérez Morales, presidente del CPV, señaló en su discurso de apertura el sentido de progresividad que exige una gran disposición de aprendizaje: «El concilio que comienza, a pesar de su cuidadosa preparación, no tiene todo cartesianamente “claro y distinto”. El camino se irá haciendo a medida que los pasos avancen por senderos en mucho inéditos. Surgirán no pocas preguntas, cuya respuesta no se tendrá siempre a la mano. La perfección no puede esperarse sin más de esta obra, también humana, que es nuestro concilio. Tendremos bastante de exploración, de ensayo» 29.
Esta dinámica se mostró en la primera sesión del CPV. «Punto de partida» es el título de la reflexión que realizó el P. Carlos Bazarra, OFM cap, sobre la primera sesión 30. El P. Román Sánchez Chamoso escribió que debemos aceptarnos como «una Iglesia en rodaje conciliar, que tantea en busca de nuevos rumbos y con nuevo estilo» 31. El P. Pedro Trigo, por su parte, acotó que «lo más hermoso que podemos decir de esta primera semana conciliar es que “aconteció”. La primera sesión fue un punto de partida, un buen comienzo, un acontecimiento. Aunque hubo fallas en la realización y en la metodología, lo importante fue haber comenzado juntos a forjar nuestro concilio. El concilio fue un verdadero acontecimiento: se llegó a una comunicación personal en la que estuvo por medio el Espíritu de Jesucristo» 32.
En las sesiones posteriores se profundizó el sentido conciliar y se construyó un camino juntos. Creció la participación en los períodos intersesionales, que se aprovechaban para la preparación de los documentos de trabajo, el envío a las diócesis, su estudio en las parroquias y diócesis.
Desde la segunda sesión se introdujeron las asambleas provinciales y regionales: se unieron varias provincias cercanas para prepararse de cara a la sesión conciliar: Mérida-Barquisimeto, Coro-Maracaibo, Caracas-Valencia-Calabozo y Cumaná - Ciudad Bolívar. Por supuesto, no podemos ser ilusos y pretender que todas las parroquias y diócesis se implicaron en el proceso de participación de la misma forma, pero hay que decir que progresivamente creció el sentido de corresponsabilidad en la implicación y participación.
Hay que señalar el gran clima de respeto a la diversidad y al mismo tiempo de libertad a la hora de plantear las propias ideas. Algunos documentos de trabajo fueron rechazados varias veces y remitidos a las comisiones de trabajo para que los rehicieran. En algunos casos hubo que recomponer la comisión.
Los obispos tenían, como está previsto en el Código de derecho canónico, el voto deliberativo. Pero todos los participantes tenían voto consultivo. Se decidió que los documentos se sometían al voto consultivo de todos, incluidos los obispos. Esta votación se daba a conocer. Inicialmente, después de la presentación del documento por parte del presidente o del secretario de la comisión, se abría una primera discusión en el aula conciliar y en los grupos de trabajo. Luego se presentaba la opinión en el aula conciliar y, tras las intervenciones solicitadas, se sometía a aprobación si el documento seguía en la discusión o si era remitido a la comisión para que fuera rehecho y presentado al año siguiente.
No se tuvo miedo de que afloraran discusiones y hasta criterios diferentes en la eclesiología, la teología y la pastoral. Cada obispo y cada miembro conciliar tenía