Cómo lograr que la gente esté de su lado. Heidi Grant

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      Cómo lograr que la gente esté de su lado

      Su guía para encontrar refuerzos que le ayuden a alcanzar sus metas

      Copyright © 2020 - Taller del Éxito

      Título original: Reinforcements - How to Get People to Help You

      Copyright © 2018 by Heidi Grant. This edition arranged with kaplan/DeFiore Rights through The Foreign Office

      Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, distribuida o transmitida por ninguna forma o medio, incluyendo: fotocopiado, grabación o cualquier otro método electrónico o mecánico, sin la autorización previa por escrito del autor o editor, excepto en el caso de breves reseñas utilizadas en críticas literarias y ciertos usos no comerciales dispuestos por la Ley de Derechos de Autor.

      Editorial dedicada a la difusión de libros y audiolibros de desarrollo y crecimiento

      personal, liderazgo y motivación.

      Diagramación: Joanna Blandon

      Diseño de caratula: Diego Cruz

      Corrección de estilo: Nancy Camargo Cáceres

      06-202101-1

      9781607386537

      Contenido

       PARTE UNO

       Pedir ayuda es lo peor

       Capítulo 1

       Nos hace sentir mal

       Capítulo 2

       Asumimos que nos dirán que no

       Capítulo 3

       Asumimos que pedir ayuda hará que la gente nos quiera menos

       PARTE DOS

       En todo caso, cómo pedir ayuda

       Capítulo 4

       La inherente paradoja de pedir ayuda

       Capítulo 5

       Los cuatro pasos para obtener la ayuda que usted necesita

       Capítulo 6

       No genere situaciones extrañas

       Capítulo 7

       El refuerzo grupal

       PARTE TRES

       Generando una cultura de servicio

       Capítulo 8

       El refuerzo de la identidad positiva

       Capítulo 9

       El refuerzo de la eficacia

       Notas

       Agradecimientos

      PARTE UNO

      Pedir ayuda

      es lo peor

      Capítulo 1

      Nos hace sentir mal

      “Levante la mano si alguna vez usted ha tenido que pedir ayuda en el trabajo o en su casa.

      Levante la mano si alguna vez le ha dado vergüenza o si se ha sentido estúpido al hacerlo.

      Pienso que podemos asumir con total certeza que casi todos estamos levantando y agitando nuestras manos con fuerza”.

       Alina Tugend, “¿Por qué pedir ayuda es tan difícil?”, New York Times, julio 2 de 2007

      “De hecho, me sentí como si estuviera a punto de morir”.

       Sicólogo Stanley Milgram al pedirle la silla a un pasajero del metro

      Vanessa Bohns es profesora de comportamiento organizacional en la Universidad de Cornell y junto a su colaborador frecuente, Frank Flynn, en Stanford, ha estudiado durante años la forma en que la gente pide ayuda o, siendo más específicos, por qué somos tan reacios a hacerlo.

      Con frecuencia, sus estudios implican instruir a los participantes para que se aproximen a varios extraños a pedirles favores que suelen ser simples: contestar una encuesta corta, dar indicaciones para llegar a un edificio específico en el campus, prestar el teléfono celular un momento. No se trata de pedir grandes sumas de dinero, ni una donación de sangre, ni mucho menos un primogénito. Sin embargo, como lo describe Bohns: “Tan pronto les decimos a todos nuestros participantes en estos estudios [lo que tienen que hacer], es evidente su reacción de miedo, ansiedad y temor. El ambiente cambia por completo. Eso es lo peor que se nos podría ocurrir solicitarles”1.

      Por malo que parezca hacer parte de uno de los experimentos de Bohns, lo cierto es que estos no son nada en comparación con los “estudios del metro” de Stanley Milgram en la década de 1970. (Tal vez, usted lo recuerde como el controvertido sicólogo cuyos estudios tan famosos —que involucraban que los participantes le dieran a otra persona los que al parecer eran choques mortales— cambiaron para siempre nuestro concepto de obediencia a la autoridad. Fue apenas obvio que no era para nada agradable hacer parte de ninguno de sus experimentos).

      Un día, después de escuchar a su anciana madre quejarse de que nadie en el metro le había ofrecido su silla, Milgram se preguntó qué pasaría si uno se decidiera a pedirle la silla a un pasajero del metro. Entonces, reunió a sus estudiantes de postgrado para averiguarlo. Los instruyó para que se subieran a trenes llenos en la Ciudad de Nueva York y que les pidieran la silla a personas al azar. La buena noticia es que el 68% de las personas cedió de manera voluntaria sus sillas cuando se les solicitó hacerlo. La mala noticia es que participar en el estudio fue, hasta el día de hoy, una de las peores y más traumáticas experiencias en


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