Las Conversaciones de Jesús. Simon J. Kistemaker

Las Conversaciones de Jesús - Simon J. Kistemaker


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de Pedro

       Juan

       Mateo

       Saulo de Tarso, El Fariseo

       Pablo de Tarso, el Apóstol

      Parte 5

      Vidas Tocadas por Jesús

       María

       María Magdalena

       Los Discípulos de Emaús

       El Joven Rico

       Una Mujer Adúltera

       La Ofrenda de una Viuda

       Un Maestro de la Ley

       El Leproso de Samaria

       El Criminal Crucificado

      Parte 6

      Los Opositores de Jesús

       Judas

       Los Fariseos

       Los Saduceos

       Caifás

       Pilato

       Herodes Antipas

       Conclusión

      Introducción

      Jesús conoció a toda clase de gente. Él cenaba con los ricos, se reunía con los rechazados, sentía compasión de quienes vivían en pecado y ayudaba a los pobres y necesitados. Él podía ser comparado a un ascensor que recorre todos los pisos de un edificio muy alto. En cada nivel de la sociedad, Jesús dijo las palabras correctas en el momento correcto. Él se dirigía a la gente de tal manera que los más sencillos podían entender su mensaje y los entendidos tenían qué reflexionar en sus palabras. Él percibía inmediatamente que los fariseos, saduceos, maestros de la Ley y herodianos venían a Él con falsedad, engaño, intriga, y planes para matarlo. Su compasión era genuina por los que habían caído en pecado y necesitaban su ayuda; su amor no tenía límites, por eso lo buscaban sinceramente a Él; y su paciencia con sus discípulos se veía igualmente sin fin. Su corazón se dirigía a las multitudes que andaban alrededor necesitadas de cuidado espiritual como ovejas que no tenían pastor. Él las dirigía y, en consecuencia, la gente del común lo escuchaba con gran felicidad.

      Jesús fue tan gran maestro que la gente venía por miles de todas partes de Israel y aún de más allá para escucharlo. Ellos eran cautivados por sus palabras. La gente entendía su mensaje porque era directo y profundo. Ellos venían porque los sacerdotes de aquellos días fallaban miserablemente en enseñarles a ellos la Palabra de Dios. En contraste, Jesús les enseñó verdades espirituales y profundas de tal manera que la multitud podía comprenderlas y absorberlas como si fueran su comida y bebida diarias. Ellos se rehusaban a dejarlo ir y lo seguían a donde fuera que Él fuese. De acuerdo con el Evangelio de Juan, Jesús no pronuncia la palabra arrepentirse. En su lugar, Él introduce a las personas en un diálogo en el que expone sus pecados, por caminos cortos y sin nociones de error. Cuando Jesús remueve sus máscaras, Él les dice palabras de restauración en vez de castigo. Él se prueba a sí mismo como el pastor más gentil que encuentra a la oveja perdida y la lleva de nuevo al grupo.

      Jesús continúa atrayendo hoy grandes cantidades de seguidores a través del mundo. Atrae a los más pobres en África, Asia, Centro y Sudamérica, y en los sitios más pobres de las ciudades de occidente. Él se dirige a los ricos y les dice que vendan todo lo que tienen y se conviertan en sus discípulos. Él nos llena de fe, esperanza y amor. Él invita a todos los que están desgastados por el pecado a regresar a Él. Nos anima a una relación de amor con Dios, el dador de todas las cosas buenas y perfectas. Y, por último, Él quiere que tomemos nuestras propias cruces y lo sigamos en el camino que nos lleva a la paz y rectitud. Jesús nos hace miembros de su familia y no se avergüenza de llamarnos sus hermanos y hermanas. Y nosotros, siendo parte de su casa, somos sus felices sirvientes. Humildemente, caminamos en sus huellas y hacemos su voluntad en obediencia a Él.

      Nicodemo

      Juan 3:1-13 • Juan 7:45-53 • Juan 19:38-42

      Bajo la Sombra de la Oscuridad

      Nicodemo era un judío con nombre griego, cuyo significado es “conquistador de pueblos”. Tal vez era oriundo de algún país del Mediterráneo, en el que la lengua nativa era el griego; pero con el tiempo, llegó a la ciudad de Jerusalén, en Israel, donde fue educado. Su interés en las Sagradas Escrituras lo llevó finalmente a ser un intérprete de la Ley de Moisés. Al unirse al partido religioso de los fariseos, él cumplió su deseo de estar con quienes habían estudiado las Sagradas Escrituras, y, entre ellos, probablemente sirvió como escriba.

      Nicodemo ascendió en la escalera social y finalmente alcanzó el rango de consejero en el gobierno judío, llamado el Sanedrín. Por su conocimiento de las Sagradas Escrituras, era alguien influyente en los círculos de liderazgo de Israel. En cierto sentido, él vivía de acuerdo con su nombre: era un conquistador de la gente.

      Una noche, estando Jesús en Jerusalén para celebrar la fiesta de la Pascua, Nicodemo fue a encontrarse con Él. Había escuchado hablar a Jesús y estaba impresionado con el mensaje que enseñaba. Este maestro no sólo leía las Sagradas Escrituras, sino que las explicaba y aplicaba como nadie más en Israel. Nicodemo también había visto a Jesús realizando milagros de sanación en enfermos y minusválidos.

      Estaba tan interesado en las enseñanzas y en las sanaciones de Jesús y en su ministerio, que empezó a preguntarse si este hombre sería el Mesías; él podía declarar con toda honestidad, que nadie en la historia de Israel había realizado los milagros que Jesús hacía.

      Pero si Nicodemo hubiera sido visto con Jesús a la luz del día, habría sido criticado por sus compañeros del Sanedrín. Por eso, él fue a ver a Jesús en la noche, cuando quedaba libre de sus deberes oficiales y podía hablar libre y largamente con el maestro de Nazareth.

      Una Conversación que Cambia el Corazón

      Nicodemo se dirigió a Jesús como “rabí,” un respetuoso título que quiere decir “mi gran ‘maestro’.” Él era el más anciano de los dos, por al menos cuarenta años y como miembro del Sanedrín, inspiraba gran respeto. Pero él se dirigió a Jesús de una manera diferente: “Rabí, sabemos que eres un maestro que ha venido de parte de Dios, porque nadie podría hacer las señales que tú haces, si Dios no


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