Las Conversaciones de Jesús. Simon J. Kistemaker
extensión de la revelación de Dios. Él dijo: “ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos” (Juan 4:22). Tanto judíos como samaritanos adoraban a Dios, pero en la práctica de la adoración, ellos eran diferentes.
Jesús no expresó ningún chauvinismo nacionalista cuando dijo, “nosotros adoramos lo que conocemos.” Él se refirió cándidamente a la extensión del Antiguo Testamento samaritano, el cual consistía simplemente de los cinco libros de Moisés. Sin ninguna duda, los samaritanos eran deficientes en su conocimiento de la salvación, y en comparación con los judíos, ignorantes de la revelación de Dios. Jesús le enseñó a la mujer que la salvación viene de los judíos, lo cual significa que el Mesías aparecería en la persona de un judío. Él vino para los judíos, pero también para la gente de todo el mundo, incluyendo los samaritanos.
Jesús el Mesías Habla con los Samaritanos
Jesús le dijo a la mujer: “ha llegado ya, en que los verdaderos adoradores rendirán culto al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren” (Juan 4:23). Él le enseñó a ella que la verdadera adoración debe ser tanto espiritual como verdadera, lo cual quiere decir, que Espíritu y verdad van unidos en un solo acto. Él le mostró a la mujer que adoración quiere decir estar en la presencia de Dios. Y Dios premia a esos adoradores que diligentemente lo buscan a Él.
La mujer samaritana debía entender las dimensiones de la vida espiritual en general y adorar en una forma particular. Ella, con todos los verdaderos adoradores, debería conocer la verdad de que Dios es Espíritu y que en esencia es espiritual. Sus características son amor y luz, aún así, Él es también conocido como Espíritu. Esto quiere decir que Él no puede ser limitado a un lugar específico, porque inclusive los cielos más altos no lo pueden contener a Él. Fuera de esto, Dios es un Dios de verdad, lo cual Él expresa a través de su forma de servir e integridad. Entonces, para adorarlo a Él, uno debe venir a Él en Espíritu y en verdad. A pesar de eso, la mujer recibió sólo instrucciones elementales de Jesús y se dio cuenta de que estaba en la santa presencia del Hijo de Dios, que totalmente representaba la verdad de Dios.
De una forma educada e indirecta, ella presionó a Jesús para que se identificase a sí mismo como el Mesías, diciéndole: “Sé que viene el Mesías, al que llaman el Cristo. Cuando él venga nos explicará todas las cosas” (Juan 4:25). Indudablemente ella había escuchado acerca del “que va a venir,” y ahora ella deseaba saber si había sido tan privilegiada de conocerlo a Él.
Modestamente y aún así directamente, Jesús le contestó a ella: “Ése soy yo, el que habla contigo” (Juan 4:26). Su respuesta, “Yo Soy”, hace referencia a su parte como Dios, pues en otra ocasión, Jesús les dijo a los líderes judíos: “Antes de que Abraham naciera, ¡Yo soy!” (Juan 8:58). Él, el Hijo de Dios, reveló su divinidad a esta mujer samaritana, para que, en retorno, ella pudiese hablarle a su gente acerca del Mesías.
Inicialmente la mujer había llamado a Jesús, “judío,” después “Señor,” después “profeta,” y ahora, ella sabía que Él era el “Mesías.” Ella corrió felizmente hacia su gente en la ciudad para contarles acerca de su encuentro. En su entusiasmo, ella incluso olvidó su cántaro de agua.
La mujer le dijo a toda la gente que había encontrado al Mesías y los invitó a venir con ella y verlo. Ella no tenía vergüenza de decirle a todos que Jesús había descubierto su vida privada: “Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será éste el Cristo?” (Juan 4:29). La mujer les pedía a sus conciudadanos que confirmasen que Él en verdad era el Mesías. Sus intensos comentarios crearon una gran curiosidad que produjo resultados instantáneos. Los samaritanos la siguieron hasta el pozo para conocer al hombre que había descubierto su pasado y lo escucharon a Él.
Intrigados por las palabras de Jesús, muchos creyeron y le pidieron que se quedase entre ellos, lo cual Jesús hizo. Él permaneció allí dos días y más gente en este pueblo samaritano puso sus ojos en Él. Aunque ellos fueron convencidos inicialmente por los esfuerzos evangelísticos de la mujer, ahora ellos le decían a ella que su testimonio ya no era necesario. Ahora ellos escuchaban por sí mismos y estaban convencidos de que Jesús era el Salvador del Mundo. Ciertamente, Él era el Mesías en persona y su obra no estaba unida a la nación de los judíos, sino que estaba dirigida a alcanzar al mundo entero. Una mujer samaritana sin educación, inmoral y rechazada fue convertida y llegó a ser una evangelista para Jesucristo. Ella persuadió a sus conciudadanos de poner su fe en Él. Jesús la envió a ella a cosechar, de acuerdo con sus palabras: “La cosecha es abundante, pero son pocos los obreros” (Mateo 9:37).
Aplicación
El pecado escondido nos enferma muy fácilmente, para decir lo mínimo. Pero cuando un consejero sabio nos habla en privado y nos quita la careta, experimentamos un sentimiento más allá del descanso. El pecado nos enceguece hasta que nuestra careta es removida. Entonces, vemos claramente de nuevo y somos capaces de rectificar nuevamente nuestra vida. No importa qué tan profundo hayamos caído y qué tanto nos hayamos alejado, Jesús nos liberará de todas las cargas del pecado y la culpabilidad para hacernos sus siervos. Los pecadores perdonados expresan su gratitud y felizmente dirigen a otros a Jesús. Pero muchos de nosotros venimos a la iglesia los domingos y nos perdemos este gran sentimiento de perdón. Ciertamente, una persona puede estar en un lugar sagrado de adoración y aún así estar muy lejos de Dios. Nosotros debemos pedirle a Jesús que abra nuestros ojos espirituales, y buscar el perdón de nuestros pecados. Entonces, en un lugar escondido y solitario con Dios, sentimos su sagrada presencia. El Padre, activamente busca a la persona que viene a Él en un espíritu de verdad a adorar. Como un Dios de Amor y Luz, Él encuentra a esas personas a través de su Hijo, Jesucristo.
Legión
Mateo 8:28-34 • Marcos 5:1-20 • Lucas 8:26-39
Un Hombre con Demonios
Uno de mis familiares era esquizofrénico. En un momento, él era una persona cálida, afectuosa y considerada; al siguiente, su rabia aparecía y lo consumía. Él se tornaba en ese momento en una persona totalmente diferente, incluso peligrosa para los miembros de su familia. Siempre pienso en él cuando leo en las Escrituras acerca del hombre poseído por el demonio que vivía en la parte occidental del lago de Galilea, en una población que es conocida hoy como Kursi.
Este hombre era habitante del pueblo de los gadarenos o gerasenos. En un momento, él había sido un ciudadano respetado y una gran persona para la comunidad. Después, una multitud de demonios tomaron como residencia a esta persona, convirtiéndola en un peligro para sus conciudadanos. Para ellos, su presencia representaba la continuidad de enojo y una gran vergüenza.
El hombre constantemente gritaba a toda voz y caminaba desnudo a través del pueblo. La gente trataba de agarrarlo, pero los demonios lo habían dotado de una fuerza sobrehumana. Él rompía ropa, lazos, rejos e incluso cadenas de hierro; nadie era capaz de contenerlo. No teniendo otro lugar dónde mantenerlo, ellos lo habían dejado en medio de las cuevas donde enterraban a sus muertos. Él salía de estas cuevas y andaba en cualquier lugar abierto.
Jesús y sus discípulos habían cruzado el Lago de Galilea y descansaban en la orilla occidental. Ellos ahora se encontraban en territorio gentil. No habían avanzado mucho, cuando vieron una gran manada de cerdos, alimentándose del hermoso pasto de una colina, al lado de un lugar de tumbas. De repente, vieron a un hombre salvaje, sin ropa y poseído por el demonio, corriendo hacia ellos. Sin duda, los discípulos se preguntaron entre sí, por qué Jesús quería exponerlos a algún daño físico. Acaso, ¿Él tendría más poder contra este violento hombre?
Cuando Jesús le dijo al hombre que se identificara, un demonio habló por él. “Mi nombre es Legión, porque somos muchos” (Marcos 5:9). Una legión romana estaba conformada por 6.000 hombres, pero coloquialmente, la palabra legión había tomado en general el significado de numeroso. Como consecuencia de estar poseído por muchos demonios, el geraseno tenía una enorme fuerza, y, ninguno de su tierra era capaz de controlarlo. Él también era la persona poseída por el demonio más poderosa que Jesús había conocido hasta ese momento en su ministerio.