Las Conversaciones de Jesús. Simon J. Kistemaker
veras te aseguro que quien no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios” (Juan 3:3). Esta no era la respuesta que Nicodemo esperaba recibir. ¿Por qué Jesús no le respondió diciéndole que le agradecía que reconociera que sus enseñanzas y milagros demostraban que Dios estaba con Él? Todo lo que Nicodemo quería era la confirmación de que Jesús era de verdad el Mesías prometido.
Pero si Jesús hubiera dicho que estaba agradecido de escuchar que su trabajo era apreciado, Nicodemo podía haberlo entendido sólo con su mente y no con su corazón, lo cual lo hubiera mantenido en una oscuridad espiritual. Aún así, Jesús le enseñó dos verdades: el Reino de Dios y el nacer de nuevo.
El Reino de Dios se refiere al gobierno administrativo de Dios sobre la tierra. Como consejero en el Sanedrín, Nicodemo seguramente entendía cómo funcionaba el gobierno y se aplicaban las leyes en la nación de Israel, pero no entendía cómo se establecía espiritualmente el gobierno de Dios en cada vida. Para entenderlo, él necesitaba un corazón que hubiera sido concebido en el cielo y nacido en la tierra. Jesús simplemente le dijo, “Tienen que nacer de nuevo” (Juan 3:7), es decir, “tu nacimiento espiritual debe venir del cielo.”
Nicodemo no entendía lo que Jesús quería decir, con aquello de nacer de nuevo espiritualmente. Él le preguntó cómo una persona anciana como él, podía nacer de nuevo físicamente por segunda vez. Jesús repitió su frase y después le dijo, “Yo te aseguro que quien no nazca de agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios” (Juan 3:5).
Jesús se refirió a un pasaje en la profecía de Ezequiel, que Nicodemo como estudiante del Antiguo Testamento, seguramente conocería. Dios le había dicho al pueblo de Israel: “Los rociaré con agua pura, y quedarán purificados. Los limpiaré de todas sus impurezas e idolatrías. Les daré un nuevo corazón, y les infundiré un espíritu nuevo; les quitaré ese corazón de piedra que ahora tienen, y les pondré un corazón de carne” (Ezequiel 36:25-26). Dios dijo que Él regaría a su gente con agua limpia y los llenaría con un nuevo espíritu para que ellos pudieran ser su pueblo santo.
Nicodemo sabía que los sacerdotes y los levitas debían lavarse las manos y los pies antes de entrar al Templo. También sabía que para servir a Dios en ese santo lugar y obrar acertadamente con un nuevo espíritu en la vida religiosa de Israel, los líderes espirituales necesitarían un corazón nuevo.
Verdades que tocan el Corazón
Jesús le enseñó a Nicodemo verdades espirituales para que él pudiera ver la diferencia entre lo material y lo espiritual. De un cuerpo humano nace un cuerpo humano, pero del Espíritu Santo nace un espíritu nuevo. Esto quiere decir que el espíritu humano sólo puede ser cambiado a través de la obra del Espíritu Santo de Dios. Cuando el Espíritu Santo toca el corazón de una persona, su vida cambia radicalmente para bien.
Hay algo misterioso acerca de la venida y partida del Espíritu. Jesús lo comparó con el soplo del viento. Ningún humano controla el viento; cambia de dirección, aumenta su fuerza, o, su efecto es duradero según lo desee. Jesús le dijo a Nicodemo: “Lo mismo pasa con todo el que nace del Espíritu” (Juan 3:8).
Esto es un misterio para los que no han nacido de nuevo y por lo tanto tienen dificultades para entender qué motiva a quienes el Espíritu Santo ha renovado su corazón. Nicodemo era uno de ellos y por eso le preguntó a Jesús, cómo era posible esto. Con una sonrisa, Jesús le preguntó: “¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes estas cosas?” (Juan 3:10).
Hay dos esferas en este universo: una física y otra espiritual. Algunas personas sólo entienden la parte física porque no tienen un discernimiento espiritual; otros han sido bendecidos espiritualmente y saben que el Espíritu Santo de Dios les ha hecho nacer de nuevo. Algunos ven sólo con sus ojos físicos, en tanto que otros, iluminados por el Espíritu Santo, ven cosas celestiales. Unos han nacido físicamente, en tanto que otros han experimentado tanto el nacimiento físico como el espiritual.
Hay una gran diferencia entre lo terrenal y lo celestial. Jesús le dijo a Nicodemo: “Si les he hablado de las cosas terrenales, y no creen, ¿entonces cómo van a creer de las celestiales?” (Juan 3:12). Jesús vino a enseñar las verdades de Dios y a morir en la cruz. Y la gente que entiende esta verdad demuestra su fe en Él y reciben la vida eterna.
Jesús exhortó a Nicodemo a creer con todo su corazón las palabras que él mismo había dicho: “sabemos que eres un maestro que ha venido de parte de Dios” (Juan 3:2). Jesús llevó el Evangelio a un líder político de Israel, quien luego de convertirse, sería un vocero del Señor para defender y promover su causa.
El Compromiso de un Consejero
El nombre de Nicodemo aparece en otras dos ocasiones sucesivas en el Evangelio de Juan: en la Fiesta de los Tabernáculos y en la Fiesta de la Pascua (Juan 7 y 19 respectivamente). En la primera, a mediados del mes de octubre, medio año antes de su muerte, Jesús predicaba públicamente en los patios del Templo. El jefe de los sacerdotes y los fariseos, enviaron guardias para arrestarlo, pero estos quedaron tan maravillados de escuchar las enseñanzas de Jesús, que regresaron con las manos vacías.
Sus superiores les preguntaron por qué no habían hecho ningún arresto. Los guardias replicaron que ellos nunca habían escuchado a nadie hablar como este hombre; ellos estaban llenos de admiración por Jesús. Pero en vez de averiguar por sí mismos, el jefe de los sacerdotes y los fariseos recurrieron al ridículo y al reproche, preguntándoles a los guardias si acaso ellos también habían sido engañados. Llegaron incluso a declarar que ninguno de los líderes y fariseos había puesto su fe en Jesús. Pero ellos no pararon ahí, sino que pronunciaron maldiciones sobre todos los que en su opinión continuaban siendo ignorantes de las Escrituras.
Entonces, Nicodemo habló a los líderes y les preguntó: “¿Juzga acaso nuestra ley a un hombre si primero no le oye, y sabe lo que ha hecho?” (Juan 7:51). Nicodemo no se identificaba abiertamente a sí mismo con Jesús, pero deseaba defenderlo sobre la base de los procedimientos legales.
Durante la Fiesta de la Pascua, cuando Jesús murió en la cruz, tanto Nicodemo como José de Arimatea cumplieron con la ceremonia fúnebre. En su calidad de respetable miembro del Consejo, José se dirigió al Gobernador Poncio Pilatos y le pidió permiso para enterrar a Jesús. Nicodemo, un hombre de considerable riqueza, llevó setenta y cinco libras de una mezcla de mirra y áloe, usada para funerales reales, mostrando así una genuina devoción y amor por su Señor.
En estos dos eventos, Nicodemo, como líder en Israel, demostró, sin lugar a duda, que él había puesto su fe en Jesús y lo seguía a Él. Jesús conoció a Nicodemo bajo la oscuridad, le mostró el camino de la vida eterna y lo llamó a dar testimonio en su nombre.
Aplicación
La iglesia crece rápidamente entre los pobres más que en ninguna otra parte, porque ellos escuchan un mensaje que los libera de la carga del pecado y la miseria. Pero Jesús no se olvida de los ricos y poderosos. Él tiene el mismo mensaje para ellos también. De igual manera, al convertirse en seguidores de Jesús, ellos son capaces de alcanzar a tal multitud de personas en los diferentes niveles de la sociedad. El Evangelio de Jesucristo es para todos, sin importar raza, color, educación, estatus o nacionalidad.
Recuerdo a un mexicano que me invitó a su casa. Esta era una casa de una sola habitación y tenía una terraza y sólo tres paredes, no tenía mesa ni sillas, ni cama. Una hamaca colgaba entre dos paredes y servía tanto para sentarse como para dormir. Aún así, este hombre estaba feliz y alegre en su Señor Jesús, a quien servía como el líder de su iglesia local, y era muy eficaz llevando el Evangelio a su gente.
Yo me sentía un poco incómodo porque estaba acostumbrado a otras cosas, pero me di cuenta de que el Señor nos había dado a ambos el mismo trabajo: el de predicar y el de enseñar la Palabra de Dios y el testimonio de Jesús.
La Mujer Samaritana
Juan 4:1-26
Recogiendo Agua en el Pozo
El conflicto entre israelitas y palestinos ha estado con nosotros por numerosas décadas. Religiones, nacionalidad,