La retórica discursiva de 1917: Acercamientos desde la historia, la cultura y el arte. Alicia Azuela de la Cueva
Este espacio de lo simbólico nos permite mostrar, como parte del argumento central de esta publicación, cómo van de la mano los acontecimientos histórico-políticos junto con el empeño de perpetuar su memoria, como una manera de legitimar a sus actores y abonar a la posibilidad de arribar y conservar el poder político.
La segunda parte de este libro, abarca los ámbitos de la vida cotidiana, la vida universitaria, el mundo de las noticias periodísticas y cinematográficas, y la creación literaria y pictórica. Todas éstas, esferas que, entonces o a posteriori, participaron en el proceso de configuración de la imagen de la Constitución de 1917, a manera de símbolo de la instauración del orden legislativo y de sus diversas connotaciones, como el triunfo de la civilización sobre la barbarie o la implantación de una serie de leyes que permitieron, encubrieron o impidieron la aplicación de la justicia revolucionaria institucionalizada.
La importancia de utilizar los principios ideológicos constitucionalistas inscritos en el texto de Guillermo Hurtado, como punto de partida de nuestro libro e inicio de su primera parte, le ofrece al lector un punto de referencia para comprender las múltiples interpretaciones, apropiaciones y usos que en distintos momentos y a través de diversos medios y contextos se hizo de la Constitución de 1917.1 Se trata de celebraciones cívicas, de discursos oficiales o de eventos que motivaron debates o enfrentamientos entre las facciones en el poder.
Como veremos más adelante, un elemento común en los ensayos que conforman este libro que aborda la Constitución de 1917, es la de su apropiación o re-semantización, a partir de “el espíritu de la ley” sin que necesariamente derive en cambios legislativos en sí. La apropiación de determinados artículos constitucionales, que con frecuencia lleva implícitas las luchas entre los grupos en pugna por el poder y refleja, por supuesto, sus intereses e ideología en momentos críticos. Lo mismo sucede con las distintas formas de adjudicación de la Constitución que pueden ir desde la exaltación a los constitucionalistas y a su jefe máximo, Venustiano Carranza, hasta la sacralización del documento en sí.2 El libro reporta el nacimiento de la forma misma de enunciar a la Constitución de 1917, es decir, sus ligas con la terminología usada en el discurso oficial, principalmente asociado con la Revolución.
En esta primera parte también se aborda la forja del ceremonial y conmemorativa con sus distintas facetas, las cuales contemplan la construcción de los sitios de memoria, la participación de las élites intelectuales y las políticas que acompañaron este proceso, “el diseño paulatino de las políticas de masas, las negociaciones de las autoridades gubernamentales con los líderes populares y, todo esto, junto con el empeño de ser incluido en la historia y la memoria histórica de la etapa revolucionaria, sus actores y fechas señeras”.3 Este proceso además demuestra la simultaneidad entre los acontecimientos históricos y el empeño de perpetuar una memoria cívica, como una manera de legitimar a sus actores y abonar con ello a la posibilidad de llegar a tener y conservar el poder político.
La referencia a la participación en la construcción del entramado simbólico que acompaña la edificación del poder político, desde distintos puntos de la República, queda claro en el caso del apoyo a la candidatura de Carranza a la presidencia en ciudades como Guadalajara y Aguascalientes. Aquí se muestran las referencias generalizadas que enlazan los discursos locales con los centralistas y algunos de los factores que a nivel regional marcaron el re-acomodo de los propios imaginarios particulares como respuesta a las luchas de poder e intereses locales y federales.
La segunda parte del libro4 aborda, en primer lugar, el tema de la publicidad y la prensa y su efecto en la opinión pública. Trata también de la manipulación de los deseos y aspiraciones de una clase media que esperaba su ascenso y la solidificación de su estatus social. Todo esto puede verse a partir del análisis de las noticias de los diarios, tomando como ejemplo el periódico Excélsior, que publica su primer número precisamente en 1917, en cuyas páginas se hace una radiografía de la vida cotidiana de la época. El impacto desde los medios de comunicación sobre la opinión y el gusto del lector también permite develar la influencia del gobierno de turno en la construcción de la opinión pública.
De esta manera, resulta contrastante cómo el ambiente social de la vida cotidiana que se muestra en las páginas de Excélsior parecen ajenas a los sucesos narrados en la historia política del país, llena de narraciones sobre enfrentamientos entre facciones o que retratan la penosa experiencia de las víctimas de los exilios, pobladores provenientes de las regiones levantadas en armas, que llegaban a refugiarse a la Ciudad de México. La vida cotidiana que captura, recrea y retroalimenta la prensa periódica en esos años parecería que se dio de manera insular. Incluso algunos acontecimientos que, debido a su magnitud, fue imposible obviarlos del relato periodístico, aparentemente no interrumpieron el curso de la vida privada.
En esta segunda parte del libro, la producción cinematográfica también ocupa un lugar importante, pues hizo las veces de puente entre los campos de batalla y la vida cotidiana, fue la herramienta propagandística de las principales facciones revolucionarias. Aquí se trata el caso del ejército constitucionalista a través de la mirada de Jesús H. Abitia; sus registros de los combates y los rituales que van construyendo la memoria fílmica de la Revolución mexicana. Vemos que entre 1916 y 1917, en pleno proceso de redacción de la Constitución, Abitia produce dos películas con el objetivo de ganar adeptos. Años después, para 1961, se utilizan fragmentos de este material fílmico para elaborar otra de las películas subsidiadas por el gobierno y que narran la “historia de bronce”, en la que las escenas filmadas en el campo de batalla proporcionan los elementos de realidad que supuestamente avalan la veracidad de las correspondientes reinterpretaciones de la Revolución mexicana.
Por otro lado, la manera como afectaron a la Universidad Nacional de México los principios constitucionales y los conflictos de intereses de ésta con el gobierno carrancista se muestra en el estudio de caso del constitucionalista y también rector José Natividad Macías. Queda claro que son tiempos de contradicciones y posturas encontradas en el ejercicio del poder político, tal como sucede con la biografía de Macías. La evidente falta de neutralidad o aparente choque de intereses que genera ser parte del grupo que concibe la legislación que regirá a los centros de enseñanza a la vez que ocupa la máxima autoridad de una institución educativa, está ilustrado en el texto de María de Lourdes Alvarado.
En contraste, en el capítulo de Fernando Curiel Defossé, se aborda la activad en “el campo de las letras” al derredor de 1917, en donde se refleja el brío de la vida cultural durante la Revolución Mexicana. Esto refuta la supuesta paralización en los terrenos de la creación y la difusión literaria y, el hipotético impasse en el surgimiento de nuevas generaciones de escritores. Es así como el autor muestra que se configuran los Siete Sabios, los Estridentistas y los Contemporáneos y publican sus primeras obras en revistas y periódicos de la época, lo que les abre el espacio para dejar huellas imperecederas. En esas mismas casas editoriales siguen publicando aquellos huertistas o carrancistas que, al estilo de los exiliados de la revolución en España, se vieron forzados a dejar el país. Dice el autor del capítulo que ellos aprovechan el destierro para establecer o solidificar los vínculos con sus colegas extranjeros, participar y ponerse al día de las novedades artísticas.
El caso de los murales de José Clemente Orozco Las riquezas nacionales, Movimiento social de los trabajadores o La lucha de los trabajadores y La Justicia (1940-41) en la Suprema Corte de la Justicia, abordado por Itzel A. Rodríguez, contrasta de manera importante con la serie de cuestiones que en este libro muestran los espacios y las maneras de colaborar en la creación del aparato simbólico que acompaña la consolidación de una herramienta-legal esencial para la gobernabilidad. Se valora aún más la valentía del pintor, lo sólido y atinado de su argumentación para obviar no sólo las deficiencias en la aplicación o la evasión de la ley sino las limitaciones mismas de la justicia humana y de sus impartidores.
Los autores y sus capítulos
Guillermo Hurtado abre la primera parte de esta publicación con el ensayo “La ideología de la Constitución de 1917” ofreciéndonos una visión general de los principios básicos que animaron a la Carta Magna en su dimensión ideológica. Parte de la premisa de que se trata de una constitución Revolucionaria, es decir, derivada