La retórica discursiva de 1917: Acercamientos desde la historia, la cultura y el arte. Alicia Azuela de la Cueva

La retórica discursiva de 1917: Acercamientos desde la historia, la cultura y el arte - Alicia Azuela de la Cueva


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La carga simbólica dada a la constitución de 1917, como síntesis y culminación de los principios asentados por Morelos en la Constitución de Apatzingán, la misma y reiterada visión de la Historia ante de las conquistas económicas y sociales de los actuales gobernantes, como los mismos referentes simbólicos, son elementos que señala la autora en su análisis.

      Por su parte, el capítulo de Susi Ramírez, titulado “el Congreso Constituyente de 1916-1917. Una reconstrucción de memorias revolucionarias y disputas territoriales”, discurre sobre dos formas típicas de la representación del poder político: una festiva y otra geopolítica, las cuales se manifiestan en el pre constitucionalismo 1916-1917 fuera del centro político mexicano. La autora sostiene este planteamiento en dos hipótesis, a saber: la primera que tiene que ver con la memoria histórica y el ejercicio del poder político, propio de las celebraciones patrias y otra, diacrónica y reiterativa, derivada de las discusiones y los enfrentamientos durante las revisiones constitucionales de las divisiones territoriales en momentos históricos coyunturales.

      A nivel simbólico la gestación de uno de los imaginarios mas representativos de la Revolución mexicana, con la presencia, prota- gonismo y exaltación de Carranza y los constitucionalistas entre 1916 y 17 y, los antecedentes de largo alcance de las representaciones cartográficas, el sustento y la posibilidad real de realizar cambios territoriales, lo cual enmarca la reiteración de una lógica divisoria y cartográfica de largo alcance temporal además que visualiza la super- vivencia de la repartición territorial durante el segundo imperio mexicano, su reiteración en algunos momentos del siglo XIX y su reiteración en la transición de 1916-1917.

      En términos generales, dice la autora, en el occidente mexicano prevaleció la adhesión política al proyecto carrancista. Ramírez identifica que las prácticas sociales, como la adhesión política a una figura o a grupo determinado, son parte del entramado con el que se construyen las relaciones con el poder político; a la vez, distingue aquellos elementos efímeros que se van sumando a un discurso celebratorio regional.

      La autora ejemplifica la manera como el discurso geopolítico, se compone de la representación cartográfica a la par que de las determinaciones histórico- legislativas sobre la división o constitución territorial. Nos muestra el complejo trasfondo político, económico y cultural que hay detrás de toda modificación territorial, ya se trate de permutas entre estados vecinos o la constitución de nuevos territorios, como el estado de Nayarit, y todos los conflictos e intereses implícitos, que llevaron a negar peticiones presentadas por los diputados oaxaqueños, michoacanos, poblanos, en aras de conservar la unidad nacional.

      Para concluir, Susi hace énfasis en la importancia que tienen para la construcción de la memoria colectiva, el afianzamiento de la identidad nacional asociada al fortalecimiento del poder político, tanto por medio las ceremonias cívicas y sus rituales correspondientes, como mediante las representaciones cartográficas que permiten imaginarse o, concretar en un imaginario, la existencia de la nación como una unidad territorial.

      El capítulo que cierra la primera parte del libro se titula: “Entre Epifanías maderistas y Carrancistas. La pugna memorial en los años de la refundación del Estado mexicano” de Miguel Felipe Dorta, analiza los orígenes y las reyertas sucedidas debido a la creación del memorial sobre la Revolución mexicana: los aspectos puntuales que la conforman y abarcan el concepto mismo de Revolución con mayúscula, los sucesos señeros, las fechas, los personajes y el ceremonial en que se fundamentó el imaginario, que a nivel político y simbólico determinaron esta etapa de la historia de México. El autor, parte de las tesis de que uno de los pocos elementos que unifica de inicio al heterogéneo grupo de facciones enfrentadas durante la lucha armada, es el de considerarse y asumirse como revolucionarios y dar la batalla por cargar de sentido a la Revolución, haciendo uso de una narrativa protagónica de su participación, de sus idearios, sus hazañas y sus héroes, es decir apropiarse del espacio de poder simbólico que marcará la memoria colectiva.

      La triada de ejes retóricos discursivos que dan coherencia a la historia pública y a su liturgia celebratoria son: la Revolución como un símbolo abstracto que generó sentimientos nacionalistas en pro de la defensa del código democrático y de auto determinación. Resultante de un proceso de concreción de un término “elástico” por medio de su asociación, a un período histórico determinado, vinculado a sujetos y sucesos concretos, asociado a políticas de Estado encabezadas por un grupo de poder en particular. El segundo se refiere a la erección y consagración de los héroes revolucionarios, y, el tercero, al que Dorta denomina las epifanías revolucionarias, son “las reformas, construcciones y transformaciones del Estado, sus instituciones políticas y sociales que surgieron como abono a la revolución.

      El uso de la figura del “héroe” para legitimar a los actores políticos en funciones, que en el caso de Madero el primer mártir revolucionario y la ceremonia inaugural en su honor, dan inicio a una serie reiterada de mensajes, discursos, ovaciones actos y rituales públicos y políticos encaminados a construirle un lugar en la historia y la memoria de la revolución.

      El bautizo de una calle como Francisco I. Madero, se refiere también al proceso de la construcción simbólica y geográfica de la Ciudad de México, que se integra como “sitio de memoria”, a pesar de que líderes del ejército constitucionalista acusaban a la capital de anti Maderista, por el apoyo que ahí recibió por parte del huertismo. Sin embargo, la edificación de sitios históricos y simbólicos de la Ciudad de México que acogieron la visión oficial, centralista y unidimensional forman la meta-historia de la Revolución mexicana, con la consiguiente transformación del centro político nacional en un texto de memoria. Justamente, Dorta nos informa sobre las entretelas políticas de los grupos de poder en pugna que intervinieron en la construcción paulatina de los lugares de memoria y las ceremonias cívicas que consagraron su remembranza y fueron conformando el ritual cívico revolucionario.

      En la sección “fechas para la gloria de un caudillo”, el autor se refiere a la construcción del calendario cívico revolucionario y a los enfrentamientos por instaurar nuevos momentos conmemorativos que fijen y tasen la memoria


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