Bogotá en la lógica de la Regeneración, 1886-1910. Adriana María Suárez Mayorga

Bogotá en la lógica de la Regeneración, 1886-1910 - Adriana María Suárez Mayorga


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particulares”, fuera “con su nombre, [fuera] bajo el anónimo ó el seudónimo en periódicos políticos (p. 73).

      38 Martínez (1996) sostiene que “las restricciones presupuestales iban, sin embargo, a dar pronto al traste con los sueños regeneradores de profesionalización del ejército” (p. 134).

      39 La Ley 23 de 23 de octubre de 1890 fue el antecedente de esta norma, ya que en su artículo 3º se facultó al “Gobierno para emplear en el establecimiento, organización y sostenimiento de un Cuerpo de Policía hasta trescientos mil pesos” que debían incluirse “en el presupuesto para la vigencia económica de 1891 y 1892” (Congreso de Colombia, 1890, s. p.). Interesa subrayar que en las fuentes de la época cuando se mencionan precios, salarios, ingresos, egresos, etc., por lo general se utilizan las palabras pesos y centavos, pero a veces se explicita que son pesos oro (o pesos en oro) y centavos oro (o centavos en oro). En este libro se mantendrán las dos expresiones cuando se trate de citas textuales porque en la Regeneración regía el sistema del patrón oro, lo que significa que “el dinero en circulación” estaba respaldado “con oro” (Rivera Lozada, 2019, s. p.).

      40 “Antes del establecimiento del Cuerpo de Policía Nacional, existían las entidades llamadas Policía Municipal, Policía Departamental y Cuerpo de Serenos, cada una con atribuciones distintas y diferente subordinación” (Ministerio de Gobierno, 1892, p. XXXI). Sobre este tema, véase asimismo Martínez (1998).

      41 “El desprestigio de la función policial, el poco [margen] de selección en el reclutamiento, la mala calidad del personal de Policía y por fin su reducida cantidad generalizarán la idea de una Policía no solamente poco eficaz, sino sobre todo culpable de numerosos abusos” (Martínez, 1996, p. 136).

      42 La “División de Seguridad” también fue puesta al servicio de “la Junta Central de Higiene” (Ministerio de Gobierno, 1892, p. XLVII) para “ejecutar las órdenes” relativas a la “detención y vigilancia de las mujeres de mala vida ó que [padecieran] enfermedades contagiosas, cuidando especialmente de que tales mujeres no se [estacionaran] en las inmediaciones de los Colegios, Liceos, Cuarteles y edificios públicos, ni [hicieran] en las calles, plazas y paseos provocaciones que [ofendieran] la moral pública” (p. XLVIII).

      43 El ministro de Gobierno acordó con la Gobernación cundinamarquesa y con el alcalde de Bogotá que en el “Departamento de Cundinamarca” y en el “Distrito de Bogotá” igualmente operaría “la División Central”, la cual contaba con mayor número de guardias que las demás (Ministerio de Gobierno, 1892, p. XLVIII).

      44 Rafael Núñez escogió como su fórmula vicepresidencial a Miguel Antonio Caro para postularse a las elecciones presidenciales de 1892. La contienda electoral los enfrentó con Marceliano Vélez y José Joaquín Ortiz. La victoria de la dupla oficialista fue contundente y el filólogo bogotano asumió el mando por los problemas de salud del cartagenero.

      45 La cursiva es mía. La cita pertenece al texto titulado “Carta décimasexta” escita en Bogotá el 3 de junio de 1893 (Holguín, 1893, p. 146).

      46 Las citas pertenecen al texto titulado “Los ladrones de la honra” (Valderrama Andrade, 1993, p. 17) y fue publicado en el periódico Bogotá el “11 de diciembre de 1898” (p. 26).

      47 Federico Cornelio Aguilar responsabilizaba de la crisis que vivía el país a la “desbordada y ociosa democracia” que dominaba a los colombianos y “al consiguiente egoísmo que [habían] despertado los abusos de ella en las gentes de valer” (Aguilar, 1884, p. 73). Lo interesante de su disertación es que el presbítero antioqueño identificaba el atraso nacional en virtud de un componente idiosincrático: a su parecer, la naturaleza envidiosa de los connacionales era lo que explicaba que se enfrascaran en agitaciones políticas que generaban la ruina del territorio. Aunque no se profundizará en este tópico, es preciso decir que su postura fue ampliamente acogida por los letrados de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX; de hecho, tanto Rafael Núñez como Rafael Reyes la suscribieron, con el añadido de que ambos le adjudicaron a los demagogos de Bogotá la culpa de que Colombia se hallara permanentemente en conflicto. La postura de Federico Cornelio Aguilar fue divulgada al comenzar el siglo XX en el diario La Opinión.

      48 La función esencial de las crónicas, memorias o notas de viaje era describir el ambiente de determinado lugar desde la mirada particular del observador, labor que suscitaba la utilización de diversas estrategias narrativas que estaban fuertemente ligadas a la condición personal de quien escribía.

      49 Tómese en consideración que la “conciencia de las penurias materiales del país no sólo provino de las vivencias de los extranjeros. También estuvo presente en el tema de las exposiciones universales. [...] Los colombianos avisados sabían de sobra que las mercancías nacionales no entraban en la categoría de los fetiches exóticos, ni pertenecían al género de los verdaderamente industriales” (Martínez, 2001, pp. 22-23).

      50 Miguel Cané (1851-1905) inició “su carrera de escritor en La Tribuna y el Nacional” y luego se desempeñó como “director general de Correos y Telégrafos; diputado; ministro plenipotenciario en Colombia, Austria, Alemania, España y Francia; intendente de Buenos Aires; ministro del Interior y de Relaciones Exteriores” (Terán, 2008, p. 14).

      51 Martín García Mérou (1862-1905) se desempeñó como escritor, crítico literario, diplomático y político. Tras salir, “hacia julio de 1883”, de Colombia, estuvo en Venezuela y Buenos Aires por un corto tiempo, hasta que fue designado “secretario de la Legación en Brasil” (1883) y, un año después, en España (1884). Luego fue “nombrado ministro en Paraguay” (1886), Perú (1891) y Estados Unidos (1896) (García Mérou, 1989, pp. III-IV).

      52 Un ejemplo de ello es Saffray (1984). Para profundizar en el tema de los viajeros extranjeros que visitaron el país remitirse a Martínez (1978), Carvajal (1979), Romero (1990), Deas (1993), Díaz Granados (1997) y Jaramillo Uribe (2002).

      53 La lectura de ambas obras sin duda permite vislumbrar las similitudes existentes entre Miguel Cané y Martín García Mérou, o bien porque aluden prácticamente a las mismas temáticas, o bien porque emplean un orden semejante para efectuar la exposición de los acaecimientos. Sin embargo, a la vez es tangible que el tono usado por cada uno para narrar lo ocurrido proporciona una mirada ciertamente personal de la sociedad bogotana.

      54 Terán (2008) asevera que el orgullo mostrado por Miguel Cané hacia 1888 por la cultura de Buenos Aires mutó poco después en desazón.

      55 Cané creía que el “‘cosmopolitismo democrático’ que irrum[pía] fundamentalmente en los centros urbanos y la agitación anarquista que [quebraba] la paz social” eran fruto de la inmigración (Solari, 2001, p. 79).

      56 Miguel Cané condensó “de modo insuperable dentro de su grupo socio-cultural el registro de la pérdida de la deferencia, así como el sentimiento fóbico frente a los avances del igualitarismo y la sensación de cercamiento de la elite; todo ello enmarcado en una mirada entre extrañada y severa respecto de las modificaciones estructurales que introducía la modernidad” (Terán, 2008, p. 25).

      57 El temor a las masas se vio acentuado en la Argentina finisecular por el alto índice de inmigrantes que arribaron procedentes de diferentes naciones, con ideologías distintas y un nivel educativo dispar. En efecto, para Miguel Cané “el inmigrante encarna[ba] la ‘atrofia moral’ de una época volcada sobre todo al logro del beneficio material” (Solari, 2001, p. 79).

      58 Domingo Faustino Sarmiento decía que “el predominio del afán de riquezas sólo [podía] generar un país sin ciudadanos” (Terán, 2008, p. 50), visión con la que concordaba Miguel Cané cuando declaraba que el “consumo ostentoso era la marca de un rumbo perdido” (p. 52). De aquí surgirá en el pensamiento canesiano una “tensión entre mercado y virtud” (pp. 52-53) que redundará en la conversión de Buenos Aires “de la Atenas del Plata” a “la Cartago Sudamericana” (p. 55).

      59 Al respecto decía: “Pero ¿desde cuándo acá los impuestos municipales se emplean entre nosotros, nobles hijos de los españoles, en el objeto que determine su percepción?


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