La armonía. Omraam Mikhaël Aïvanhov
los que quieren suicidarse, sobre todo entre los jóvenes. Por otra parte, como sabéis, las enfermedades se desplazan; y si en el pasado era tal o cual región del cuerpo la más especialmente afectada, hoy es el sistema nervioso o el corazón, por ejemplo. Claro que hay otras también. No siempre son enfermedades incurables, pero están muy extendidas y algunas son muy difíciles de curar, como la poliomielitis o el cáncer.
Pero estoy muy contento de enterarme de que hay un cierto cambio en los círculos médicos y que cada vez más aparecen tendencias completamente nuevas que se acercan a nuestra Enseñanza. Y como las teorías y los puntos de vista que os he dado están inspirados por la Ciencia iniciática y existen desde tiempos inmemoriales, esto prueba que la ciencia oficial vuelve a las verdades del pasado. Ha habido últimamente tantas reacciones contra los antibióticos y contra la quimioterapia, que a menudo dan resultados negativos, que los médicos están un poco desconcertados. Algunos retornan a la homeopatía porque se han dado cuenta de que los alópatas sólo se ocupan de la enfermedad y se olvidan del hombre con sus cualidades específicas. También se han dado cuenta de que, matando los microbios o los virus que son la causa de la enfermedad, aniquilan también a otros microbios útiles para el organismo. Los médicos empiezan a darse cuenta de que el hombre es algo muy diferente de todo lo que existe. Han observado que los mismos remedios no actúan de la misma forma en todos los enfermos y que, por tanto, no hay que administrar obligatoriamente el mismo remedio a todos los que tienen la misma enfermedad. Los buenos homeópatas estudian al hombre en detalle: sus pensamientos, sus deseos, sus anomalías, y le administran el remedio que le conviene a él y que quizá no le convenga a otro. Han constatado también que, para cada enfermo, hay que tener en cuenta un conjunto de elementos a los que llaman el “terreno”, mientras que, hasta ahora, la medicina había ignorado el medio en el que se propaga la enfermedad y sólo estudiaba la enfermedad misma.
Ahora, se vuelve a los principios enseñados por Hipócrates. Hipócrates era un médico griego que había estudiado la ciencia de Egipto y de la India. Enseñaba que hay que darle al organismo la posibilidad de defenderse, porque el organismo, es decir la naturaleza, sabe cómo defenderse preparando él mismo los elementos químicos capaces de neutralizar los agentes de la enfermedad, pero si lo debilitamos con toda clase de drogas, ya no puede reaccionar. Con medios naturales, como baños, hierbas, el sol, reposo, purificación, ayuno, etc… Hipócrates lograba reforzar el organismo. Mientras que hoy, haciéndole engullir al enfermo cantidad de remedios que le debilitan, los médicos impiden que el organismo se defienda; si contamos siempre con los remedios externos, el hombre no desarrolla las fuerzas que hay en él. Tomáis cualquier cosa y, después de algún tiempo, vuestro organismo no consigue afrontar todos los ataques a los que está expuesto. ¡Y cuántas veces os he prevenido! ¿Pero acaso no me escucháis?
En mi opinión, muchas enfermedades han aparecido debido al abuso de productos farmacéuticos: antibióticos, etc… ¡E incluso la aspirina es nociva! Hay gente que, día y noche, se atiborra de aspirinas, y a la larga esto actúa muy mal. Hay que tomar pocas, sólo ocasionalmente; pero los hermanos y hermanas las toman para cualquier cosa, cuando tienen una Enseñanza que les indica cómo reforzarse y restablecer el equilibrio para poder eliminar todos los venenos y combatir todos los microbios. E incluso la esterilización de forma sistemática tampoco es buena, porque conduce también al debilitamiento del organismo. Y las vacunas… No os diré si estoy a favor o en contra de las vacunas, pero os hablo del principio que consiste en introducir elementos nocivos (el virus de tal o cual enfermedad) en el organismo para excitarle y obligarle así a crear anticuerpos que le inmunicen y preserven de los ataques del tétanos, de la viruela, etc… La vacuna está basada en la ley de los semejantes, ya mencionada por Hipócrates. Pero Hipócrates había precisado que, si bien se pueden curar ciertas enfermedades con lo semejante, otras se curan con lo contrario. Así que, sin siempre saberlo, los homeópatas y los alópatas utilizan procedimientos enseñados por Hipócrates.
Sí, ahora la medicina empieza a volver a Hipócrates, a la naturaleza. Por ejemplo, redescubre el agua de mar, y cada vez se construyen más centros de talasoterapia cerca del mar. El agua del mar contiene todos los elementos necesarios para el organismo porque tiene la misma composición que la sangre humana. Ya los Egipcios habían curado a Platón con agua de mar; y los Babilonios, los Chinos, los Japoneses conocían también esta terapia. Estoy absolutamente de acuerdo con ella porque se corresponde con nuestra Enseñanza, que quiere restablecer el equilibrio del hombre extrayendo de ese depósito inagotable que es la naturaleza, todo aquello que su organismo necesita. Según los últimos descubrimientos de la ciencia se sabe ahora que, como todas las criaturas, el hombre viene del mar, cuyos elementos volvemos a encontrar en él. Por eso, cuando se sumerge en agua de mar, su equilibrio se restablece porque esta agua era su elemento primordial.
También es muy bueno beber agua de mar: es como si bebiésemos sangre, y también podemos hacerlo comiendo ostras. Pero, diréis: “¿Acaso no podemos tomar estos elementos bajo forma de píldoras fabricadas en los laboratorios?” No, no es lo mismo, porque en el mar estos elementos están vivos y el organismo los absorbe y los asimila, de otra manera. Todo lo que ha sido fabricado por los hombres no es muy aconsejable. Algunos afirman que los minerales contenidos en el agua de mar le son aportados por las lluvias, los ríos y todas las aguas que han atravesado las capas de la tierra, pero las últimas investigaciones han demostrado que el yodo, el boro, y otros elementos muy raros que se han descubierto en el mar no se encuentran en la tierra; todavía se ignora su origen.
Tengo proyectos para utilizar, un día, el agua del mar en el Bonfin; la traeremos en camiones cisterna y la calentaremos para poder tomar baños calientes, porque así el agua de mar penetra en la sangre como han demostrado los últimos descubrimientos de la ciencia. A esta agua le añadiremos algunas algas porque éstas también tienen un gran poder curativo. Así curaba mi abuela, y por tanto sé, desde hace unos sesenta años, que es posible restablecer la armonía del organismo tomando baños de agua caliente con hierbas.
También es bueno comer algas. Los Japoneses comen muchas y eso es lo que les da una resistencia extraordinaria. Cuando estaba en el Pacífico, en las islas Hawai, vi tiendas en las se vendían toda clase de cangrejos, de pescados y también de algas, pero unas algas de una forma, de una consistencia y de un sabor tales que nunca he comido nada semejante. Y la gente compraba porque había en abundancia. ¡Ah!, ¡si pudiésemos procurarnos algas! Contienen todos los elementos nutritivos. Desde luego que en las farmacias o en las tiendas para régimen podéis encontrar polvo de algas, pero tened cuidado, no se sabe si son frescas, ni en qué condiciones han sido preparadas. Tendríamos que poder ir a recogerlas nosotros mismos en los lugares escogidos para saciarnos de ellas.
Pero ¿veis cómo es la gente? Los que preconizan la talasoterapia están maravillados de los resultados que proporciona el agua de mar y las algas, pero su lado materialista no se pregunta nunca de dónde provienen estas fuerzas y estas energías que el mar transmite. Se olvidan siempre de lo esencial, ¡y lo esencial es el sol! Él es el que da al agua del mar y a las algas esta vitalidad que extraen después los enfermos, él es el factor esencial, y el agua del mar y las plantas son sólo transmisoras. Si el agua del mar no estuviese vivificada por el sol, podríamos beber de ella durante mucho tiempo sin ningún resultado. Siempre hay algo que falta en la cabeza de los humanos porque no tienen el verdadero saber; no piensan nunca que todo lo que se encuentra abajo, en la tierra, lo ha dado el sol.
Y un árbol, ¿qué es un árbol? No es otra cosa que un depósito de rayos de sol condensados.9 Cuando quemamos un árbol, toda esta luz se vuelve al sol dejando un poco de gas, un poco menos de vapor de agua, y todavía menos de tierra, cenizas. El mar, como el árbol, no es otra cosa que un depósito de energías solares. El sol mira el mar, lo llena de vida, y cuando bebéis de esta agua, o tomáis baños, recibís la vida que el sol ha depositado.
La fitoterapia y la aromaterapia utilizan las plantas e incluso, antaño, los árboles. Ésta es una terapia que también recomiendo porque creo más en el poder de las plantas que en el de los productos químicos. ¿Por qué? Porque las plantas no son otra cosa que las depositarias de influencias naturales. Todas las plantas (digital, quinina, belladona, datura, etc…) tienen la propiedad de captar y de conservar tal o cual elemento que proviene del sol o de las estrellas. Tengo una confianza absoluta en sus virtudes, y si sabemos cómo dosificarlas