La armonía. Omraam Mikhaël Aïvanhov

La armonía - Omraam Mikhaël Aïvanhov


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físico, y la forma en que actúan el uno sobre el otro. La medicina psicosomática gana terreno, ¡y eso es magnífico! Pero todavía no está a punto, porque sus teorías no están basadas en una filosofía, en un punto de vista verídico que yo voy a daros. Un día todos reconocerán este punto de vista. No me creéis, pero no importa… No me creéis porque yo soy desconocido y estoy solo en contra de todas las eminencias; pero yo tendré la última palabra, el tiempo me dará la razón.

      Hay que estudiar primero al hombre, porque el hombre es la llave del universo. Pero los sabios se ocupan de química, de física, de electrónica, de astronomía, es decir de todo, salvo del hombre. Así se encuentran constantemente ante unos problemas insolubles, porque descuidan lo esencial. Ahora deben dar al hombre el primer lugar y descubrirán todo su lado sutil: su aura, sus emanaciones, los intercambios que hace con las demás entidades del universo, los poderes que tiene de desplazarse por el espacio, de captar ondas, de ver y actuar a distancia… Y entonces, todo cambiará. Cuando nos ocupamos del hombre, estamos en el corazón de las cosas.

      Y ahora, ¿qué terapia poner en primer lugar? Todas las que acabo de enumeraros: la quimioterapia, la fitoterapia, la talasoterapia, la quiropráctica, no son las más importantes. La mejor terapia es pensar, sentir y actuar en armonía con las fuerzas y las existencias luminosas de la naturaleza. El hombre debe pues conocer estas fuerzas y estas existencias y armonizarse con ellas. Esta es la primera medicina. Yo no rechazo las demás, hay que servirse de ellas, pero sólo deben venir después de la manera de vivir, es decir, la manera de pensar, de sentir, de creer, de amar, de alimentarse, etc… Y si los médicos creen que todo eso no tiene importancia, es porque no saben lo que es el hombre. Se imaginan que basta con dar píldoras, con añadir esto, con suprimir aquello… ¡Qué ignorancia, Dios mío! Pero os profetizo que llegará el día en que la humanidad será instruida y la ciencia comprenderá que ha perdido siglos al estudiar al hombre separado del universo. Descuida la importancia de la vida interior, de la vida psíquica, y se ve obligada a gastar miles de millones para construir laboratorios y hospitales, y esto continuará hasta que haya descubierto que lo más importante es la manera de vivir.

      Evidentemente, todos estos descubrimientos de los sabios, todos sus sacrificios, ¡son maravillosos! Pero un día se darán cuenta de que eran inútiles porque hubieran debido ir a buscar en otra parte en vez de trabajar siempre abajo, en la materia. Cuando un niño pequeño está enfermo, examinan sus deposiciones para descubrir la causa de su enfermedad. Eso es importante, claro, sólo que ¿por qué ir siempre a buscar ahí las causas de una enfermedad? Diréis: “¡Vaya objeción formidable! Usted ha dicho que la salud depende de la manera de pensar y de sentir, pero ¿qué ha podido hacer un niño pequeño para estar enfermo? ¡No ha tenido tiempo aún de pensar mal o de sentir mal!” En apariencia, es verdad, pero solamente para aquéllos que ignoran que el hombre no viene una sola vez a la tierra; este niño, debido a la manera en que vivió en otra existencia, ha vuelto a encarnarse con unos padres que le han transmitido taras. Pero como los humanos no saben nada de esta Ciencia iniciática, sacan siempre conclusiones erróneas.

      Poned en primer lugar la manera de vivir, la manera de pensar, de sentir y de actuar. Mientras no me hayáis comprendido, no restableceréis nada, no mejoraréis nada. Debéis creerme cuando os revelo estas verdades enseñadas por los grandes Iniciados. Decíos: “Puesto que hay cosas que se me escapan, confiaré en la Ciencia divina y pondré la manera de vivir en primer lugar...” Después podréis añadir todas las terapias que queráis. Pero, en primer lugar, la manera de vivir.

      Cuando la humanidad viva de acuerdo con las leyes divinas, ya no tendrá necesidad de clínicas ni de hospitales. Actualmente sólo se habla de construir nuevos hospitales porque cada vez hay más enfermedades y enfermos. Es porque los hombres viven cada vez peor, piensan cada vez peor; están cada vez más instruidos, son cada vez más sabios, pero también están cada vez más enfermos. ¡Es inquietante! Así pues por un lado hay una evolución, pero por otro… ¿cómo llamar a eso? ¿un hundimiento? Esta situación no podrá remediarse con medios naturales, porque Dios no ha dado una eficacia absoluta a lo que está abajo. Abajo sólo hay paliativos.

      Al cuerpo físico se le da el alimento y las bebidas que necesita. Pero el hombre no sólo tiene un cuerpo: tiene un alma, tiene un espíritu que no podéis alimentar con vitaminas y hormonas. Pero como la ciencia no ha previsto nada para el alma ni para el espíritu, éstos están hambrientos, sedientos, sufren. Siempre se ocupan solamente del cuerpo. Por eso hay anomalías. El hombre come, bebe, tiene una casa, un coche, viaja, pero en el fondo de sí mismo está descontento, insatisfecho, se siente vacío. Esto prueba que ha olvidado su alma. En cuanto a su espíritu, ¡ni hablemos! La medicina futura se verá obligada a tomar en consideración todas las necesidades del ser humano para poder aportarle todos los elementos que le faltan. Aquí, en la Enseñanza, no se os dará ni casas, ni coches, ni vestidos, pero encontraréis todo lo que vuestra alma y vuestro espíritu necesitan. Y cuando el alma y el espíritu están colmados, actúan sobre el cuerpo físico y desencadenan en él nuevos procesos. Entonces, aunque no esté muy bien vestido, aunque no haya comido muy bien, el cuerpo camina orgullosamente, con la cabeza alta.

      Sí, nuestra Enseñanza da los elementos más valiosos e indispensables que todavía no se encuentran en la medicina. Hay enfermos que se podrían curar con unas buenas palabras del médico; pero como éste tiene prisa, se contenta con darle la receta y se va. Para los médicos, el amor, la esperanza, los ánimos, no cuentan; e incluso matan a los enfermos diciéndoles resueltamente que no les quedan más que unos meses de vida. De todos modos, algunos médicos ya se dan cuenta de que no sólo los remedios curan, y que deben tener con los enfermos intercambios amistosos. Antaño, los médicos eran apóstoles, por eso curaban. Hoy, a menudo, no son sino mercenarios. Incluso ocurre, en Estados Unidos, que el enfermo no ve al médico. Las máquinas electrónicas son las que hacen el diagnóstico y, según los resultados, el enfermo ve o no al médico, que le envía su receta por correo. Ya no hay contacto humano, todo se mecaniza y el amor se va. Y lo que cura precisamente es el amor.

      Pero un día todo cambiará. Los hombres se darán cuenta por sí mismos que lo que les falta es el amor, la confianza, la esperanza, y que son, justamente las dudas, las sospechas y la desarmonía lo que les hace enfermar. Por eso insisto: la medicina más eficaz, es la manera de vivir. Claro que no puedo deciros que actúa tan rápidamente como un medicamento. Cuando os tomáis una pastilla, casi inmediatamente sentís los efectos. Pero ¿serán duraderos estos resultados?… ¿Y tolerará siempre bien el organismo estos medicamentos? La medicina que os preconizo es lenta, pero es la más segura y, a la larga, la más eficaz. Por eso todos los Iniciados aconsejaban vivir razonablemente, cambiar de actitud y de comportamiento.

      En realidad, eso sólo es posible si el hombre posee una


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