Toda ecología es política. Gabriela Merlinsky
precio del suelo y la vivienda, al punto que solo las clases más afluentes pueden ocupar los barrios con equipamiento y áreas consolidadas de las ciudades. A su vez, como hemos mencionado, esto les permite exportar –en especial hacia áreas segregadas– las externalidades negativas, tanto ambientales y funcionales, como sociales (Sabatini, 1997). De este modo, la degradación ambiental en los territorios de localización de las clases trabajadores se va intensificando junto con la expansión urbana no planificada.
Un ejemplo muy elocuente es la gestión de los residuos sólidos urbanos, que tiende a ser centrífuga respecto de la localización de los rellenos sanitarios. Aun cuando el mayor volumen de residuos se genera entre los grupos más afluentes que habitan áreas de centralidad urbana, la disposición final de la ciudad produce impactos ambientales y efectos sobre la salud de aquellos habitantes que viven en las proximidades del vertedero, donde se sitúan viviendas populares, pues allí los terrenos son más baratos porque la degradación ambiental es de por sí preexistente y la capacidad de influir políticamente para transformar las circunstancias es menor.
Los conflictos ambientales urbanos dan lugar al descontento y provocan la consiguiente movilización de grupos de ciudadanos que no aceptan una distribución de externalidades basada exclusivamente en la lógica de la renta urbana. Hechos como la oposición a la instalación de nuevos rellenos sanitarios, las demandas por la expansión de los servicios de agua potable e infraestructura, las manifestaciones en defensa de humedales y sitios de valor ecológico y la resistencia al peligro tóxico derivado de la convivencia de asentamientos con áreas de riesgo tecnológico son evidencias palpables del impacto que tiene la urbanización capitalista sobre la emergencia y multiplicación de conflictos ambientales.
[2] El crecimiento de los flujos de energía y materiales en la economía y la salida de residuos es lo que los economistas ecológicos denominan “metabolismo social”. Se trata del conjunto de procesos por medio de los cuales los seres humanos organizados en sociedad, independientemente de su situación en el espacio (formación social) y en el tiempo (momento histórico), se apropian, circulan, transforman, consumen y excretan materia y/o energía proveniente del mundo natural (Toledo y otros, 2009: 343).
[3] Los comunes [commons] refieren a un ámbito del entorno socionatural que rebasa la posesión individual, es indispensable para la subsistencia y la seguridad de las personas y cuya administración, consecuentemente, requiere que se tomen en cuenta criterios de interdependencia.
[4] La nominación ambiental se establece cuando en la dinámica contenciosa los actores utilizan argumentos ambientales, aun si estos no son los prevalecientes.
[5] La huella ecológica es la superficie de tierra y la cantidad de agua que se precisan para satisfacer diferentes necesidades sociales y para reciclar el CO2 emitido por las actividades antropogénicas.
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