Un Meta-Modelo Cristiano católico de la persona - Volumen I. William Nordling J.

Un Meta-Modelo Cristiano católico de la persona - Volumen I - William Nordling J.


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supuesto, un buen análisis es un requisito importante para cualquier integración o construcción que pueda tener éxito. Sin embargo, gran parte de la psicología moderna solo ha proporcionado el análisis, con sus consecuencias reduccionistas. La integración suele dar lugar a una comprensión jerárquica, mientras que la mentalidad moderna es generalmente antijerárquica. Uno de los pocos teóricos de la personalidad del construccionismo moderno es Viktor Frankl (1960, 1963), con su énfasis en la búsqueda de un significado más elevado. No obstante, recientemente, los trabajos de Seligman (Peterson y Seligman, 2004; Seligman y Csikszentmihalyi, 2000) y muchos otros, que se integran en el movimiento de la psicología positiva, han vuelto a poner énfasis en los aspectos superiores con su enfoque en las virtudes y las fortalezas del carácter.

      En resumen, estos cinco pares de principios contrastantes aclaran dos cosas: muchos supuestos fundamentales de las teorías modernas de la personalidad no se basan en pruebas empíricas o científicas, y todos estos supuestos no son a menudo consistentes con una interpretación cristiana católica de la persona y la personalidad.

      LAS DIFERENTES CARACTERÍSTICAS PSICOLÓGICAS DE LA PERSONALIDAD SE ENFATIZAN

      ENCARNACIÓN

      Casi ninguna teoría de la personalidad identifica nuestro cuerpo como importante en la comprensión de la personalidad. Lo más cercano que cualquier teoría llega a representar la encarnación en sus conceptos teóricos son las diferencias masculinas y femeninas de Freud, expresadas en los complejos de Edipo y Electra. Estas representaciones han sido seriamente criticadas, pero, al menos, Freud estaba dispuesto a abordar el tema de las diferencias de personalidad entre los sexos. Jung propuso arquetipos de sexo opuesto, como presentes en cada sexo, aunque la consecuencia de esto fue enfatizar la psicología unisex de hombres y mujeres. Tras Freud, ningún teórico de la personalidad parece haber abordado las diferencias en la personalidad masculina y femenina.

      Los recientes hallazgos sobre los potentes efectos de los procesos corporales durante todas las etapas, desde el apego temprano entre madre e hijo (Siegel, 1999, 2012) hasta el desarrollo del lenguaje y las neuronas espejo (Friederici, 2017; Obler y Gjerlow, 1999; Rizzolatti y Sinigaglia, 2008), pasando por los efectos del cuerpo en el contenido del pensamiento, incluso abstracto y matemático, hacen que el descuido del cuerpo sea un descuido flagrante en todas las teorías modernas de la personalidad (Lakoff y Johnson, 1999). Sin duda, el hecho de ignorar el cuerpo y de cómo, a través de la maduración y la experiencia, desarrolla capacidades tan importantes, pero limitadas, como caminar, ver y oír, y en menor medida el lenguaje, permitió que ciertas teorías de la personalidad consideraran el yo como autónomo y autocreado, es decir, sin tener en cuenta los límites corporales y las contribuciones de los demás a nuestra formación. Dado este «descuido», incluso parecía posible que algunos existencialistas concibieran que un yo podía crear su propia esencia después de su existencia, crear su propio significado sin referencia a la realidad externa y objetiva.

      Como se aclara en otros capítulos del presente volumen, el énfasis en el cuerpo se deriva de la suposición católica de que la persona es una unidad o un todo cuerpo-alma (véase el capítulo 2, «Premisas teológicas, filosóficas y psicológicas», y el capítulo 8, «Plenitud personal»). Esta idea, por supuesto, introduce otro nuevo concepto para entender la personalidad: el alma «largamente-ignorada». De esta forma, con la reintroducción de alma (véase capítulo 5, «Apoyo psicológico básico») y la introducción de la vocación (véase capítulo 10, «Realizada a través de la vocación»), en particular la vocación a la santidad, el enfoque psicológico católico también enfatiza la vida espiritual.

      Además, otros capítulos del presente volumen presentan una comprensión Cristiana Católica bien desarrollada de la persona y la personalidad, con un énfasis importante pero adecuado tanto en el aspecto de la encarnación común como en la naturaleza complementaria y la igual dignidad del hombre y la mujer (véase el capítulo 9, «El hombre y la mujer»).

      RELACIONES

      Muchas de las teorías seculares sobre la personalidad han tendido a asumir que la personalidad, al menos cuando está madura y sana, es un yo autónomo aislado. Estas psicologías, por ejemplo la de Rogers (1961) y muchos psicólogos existenciales, se centran en cómo el individuo se vuelve independiente, cómo se separa de su madre, padre, comunidad, religión y todo lo demás de lo que antes dependía. La individualización que conduce a la autorrealización se considera el objetivo o propósito básico de toda vida humana.

      Dado que el cristianismo no asume que el objetivo de la vida humana sea la independencia, e incluso ve un lado oscuro de la independencia en patologías comunes como la alienación y la soledad, el enfoque cristiano otorga un papel central a las relaciones en la formación de la personalidad. El punto de vista cristiano también ve la naturaleza positiva y a menudo inevitable de la dependencia, por ejemplo, en los bebés, los niños, los discapacitados y los ancianos. Los enfermos graves, incluso la mayoría de los adultos cuando están enfermos o heridos, dependen todos de manera crucial de los demás para su bienestar; y todos dependen de Dios. Sin embargo, el cristianismo postula la interdependencia y el cuidado mutuo y libremente elegido del otro como el tipo principal de relación adulta. La personalidad se realiza en el amor, en la entrega de uno mismo, y no en el aislamiento: en la unión definitiva con Dios y en el amor a otros humanos.

      La interdependencia no es ni dependencia ni independencia. No se trata de una dependencia, que en los adultos puede ser una necesidad inapropiada del otro, en lugar de un vínculo libremente elegido. Tampoco se trata de independencia, ya que, en una relación interdependiente, las personas eligen relacionarse con otro y entregarse a ellos. Tal y como se concibe en la mayoría de las psicologías modernas, la noción de independencia ignora la importancia de las relaciones en la existencia de la persona verdaderamente madura.

      EMOCIONES

      Las emociones siempre han sido un aspecto importante de la psicología moderna, aunque durante un tiempo fueron relegadas, en su mayoría, a lo que se llamó motivación. Sin embargo, hoy en día, las emociones son una parte central de la psicología contemporánea. Por ejemplo, se han desarrollado terapias como la terapia centrada en las emociones (Greenberg, 2002; Johnson, 2004). También deben considerarse las importantes contribuciones en neurociencia de Antonio Damasio (1994), Joseph LeDoux (1996) y Michael Gazzaniga (1994). Y no es sorprendente que las emociones sean una parte importante de cualquier enfoque cristiano católico (véase capítulo 14, «Emocional»).

      SENSACIÓN-PERCEPCIÓN-IMAGINACIÓN-COGNICIÓN

      Una vez más, este importante componente o característica de la persona siempre ha sido una parte estándar de la psicología moderna, desde que comenzó el estudio de la psicofísica, en el siglo XIX. Más tarde, la psicología Gestalt inició el estudio, aún activo, de la percepción de patrones visuales. Otras investigaciones más recientes se han centrado en la percepción de la cara, la percepción estética, la percepción del habla, la cognición preverbal, etc. Este énfasis también incluye la aceptación de la importancia de la imaginación, especialmente en lo que se refiere a la participación humana en las artes. Y, de nuevo, un enfoque cristiano católico incluye este componente no controvertido (véase el capítulo 13, «Sensorial-perceptiva-cognitiva»).

      VOLUNTAD

      A la voluntad, o «agencia humana», solo se le ha concedido un papel modesto en el pasado, dentro de las teorías psicológicas de la persona. Freud, a nivel teórico, negó la voluntad en la formación de la personalidad. Tal y como se ha indicado anteriormente, numerosos psicólogos han ignorado o restado importancia a la «agencia humana». Esto no es cierto en el caso de los psicólogos humanistas y


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