Un Meta-Modelo Cristiano católico de la persona - Volumen I. William Nordling J.

Un Meta-Modelo Cristiano católico de la persona - Volumen I - William Nordling J.


Скачать книгу
y varios documentos del Vaticano II y el magisterio de la Iglesia).

      CONTRIBUCIONES CRISTIANAS CATÓLICAS PARA UNA COMPRENSIÓN INTEGRAL Y SINTÉTICA DE LA PERSONA

      RELACIONES Y TEOLOGÍA

      Como es bien sabido, la palabra «persona» proviene de la palabra latina persona, que significa máscara, tal y como se utilizaba en el teatro romano, y también del papel teatral que acompañaba a la máscara. El término latino traducía la palabra griega proso-pon, que tenía el mismo significado.

      Pero esta etimología de la palabra «persona» no es muy importante o reveladora. Es más importante que el concepto de persona alcanzó su expresión más destacable como una cuestión filosófica y teológica en el pensamiento cristiano temprano. Müller y Haider (1969) han llegado a afirmar que el concepto de persona era «desconocido para la antigua filosofía pagana, y aparece por primera vez como un término técnico en la teología cristiana temprana» (p. 404). No necesitamos estar de acuerdo con esta afirmación extrema para reconocer que el cristianismo tuvo un papel fundamental en el desarrollo del concepto de la persona, y los orígenes cristianos nos ayudan a comprender lo que implica un modelo cristiano de la persona y la personalidad.

      El concepto de persona se desarrolló para ayudar a formular la doctrina de la Trinidad-Dios como tres personas. Este uso teológico temprano puso un fuerte énfasis en el diálogo; fue en gran parte a través de la propuesta de un diálogo de amor mutuo dentro de la Trinidad como se reconoció la pluralidad de personas en Dios. El diálogo como comunicación interpersonal explícita era fundamental en la relación de Dios Padre con Israel y los profetas, y por supuesto con el propio Cristo. Debido a que estamos hechos a imagen y semejanza de un Dios trinitario, y por lo tanto interpersonal, nosotros mismos somos interpersonales por naturaleza e intención. Los seres humanos están llamados a relaciones amorosas y comprometidas con Dios y con los demás, y encontramos nuestra plena personalidad en estas relaciones. Según el teólogo protestante T. F. Torrance (1983, 1985), el rasgo esencial de la concepción cristiana del mundo, en contraste con la helénica, es que considera a la persona, y las relaciones de las personas entre sí, como la esencia de la realidad, mientras que el antiguo pensamiento griego concebía la personalidad, por muy espiritual que fuese, como un accidente de lo finito, un producto transitorio de una vida que, en conjunto, es impersonal (Torrance, 1985, p. 172). Torrance identifica dos entendimientos básicos de Dios como persona. El primer punto de vista, que ha dominado la filosofía occidental, proviene de Boecio, que definió a una persona como «una sustancia individual de naturaleza racional». Su definición hace hincapié en la diferenciación de las sustancias. El segundo entendimiento deriva principalmente del período patriótico, principalmente griego, de la Iglesia y también del filósofo y teólogo francés del siglo XII Ricardo de San Víctor. Los Padres de la Iglesia y Ricardo de San Víctor derivan su concepto de persona de la idea de la Trinidad. Torrance describe la situación de Ricardo bajo la condición de una persona «no en términos de su propia independencia como autosuficiencia, sino en términos de sus relaciones ónticas con otras personas, es decir, por una relación trascendental con lo que no es, y en términos de su propia e incomunicable existencia única»; así pues, «una persona es lo que es solo a través de las relaciones con otras personas» (Torrance, 1985, p. 176). La visión de los primeros Padres de la relación como esencial para la personalidad se encuentra también en Agustín, pero fue desplazada en gran medida en el Occidente latino por una interpretación estrecha de Boecio como la que pone énfasis en el individuo.

      El teólogo católico Joseph Ratzinger (1970, 1990; más tarde Benedicto XVI) tomó una posición sorprendentemente similar a la de Torrance. Ratzinger (1970, p. 132) escribió lo siguiente:

      El pensamiento cristiano descubrió el núcleo del concepto de persona, que describe algo distinto e infinitamente más que la mera idea del «individuo». Escuchemos una vez más a san Agustín: «En Dios no hay accidentes, solo sustancia y relación». En ese aspecto se esconde una revolución en la visión del mundo del hombre: la relación se descubre como un modo primordial igualmente válido de la realidad. Se hace posible superar lo que actualmente llamamos «pensamiento objetivador»; por lo que un nuevo plano de ser aparece.

      Según Ratzinger, la sustancia y la relación son cada una de ellas conjuntamente necesarias, pero no suficientes individualmente como determinantes de la personalidad. No obstante, dentro del contexto histórico actual, es necesario hacer especial hincapié en el lugar que ocupan las relaciones en la personalidad. Al igual que Torrance, Ratzinger (1990) señaló que la interpretación dominante de la definición de «persona» de Boecio como «sustancia individual de naturaleza racional» tenía consecuencias desafortunadas para la comprensión occidental de la persona debido a su énfasis en una persona como individuo aislado y ser autónomo. Si la sustancia domina nuestro pensamiento sobre las personas, podemos perder la anterior percepción cristiana de que la personalidad también implica esencialmente la relación.

      Finalmente, de manera similar a Torrance y Ratzinger, el teólogo ortodoxo oriental J. D. Zizioulas (1985), en su libro Being as Communion, reitera la comprensión de la Iglesia oriental de la importancia de las relaciones, que nunca había perdido importancia. También hay que señalar al importante filósofo de la religión John Macmurray (1991), que hizo hincapié en las relaciones como elemento central de la persona.

      Existe en la actualidad una enorme cantidad de pruebas psicológicas sobre la importancia de las relaciones en la formación de la persona. Las relaciones son esenciales para la existencia y el desarrollo humanos básicos (véase Siegel, 1999, 2012). Un recién nacido que carece de una relación materna con otro ser humano morirá, incluso si se satisfacen sus necesidades físicas. Una persona aprende a hablar a través de relaciones amorosas que comienzan en las primeras semanas después del nacimiento, cuando el bebé escucha por primera vez la voz de su madre. De hecho, para muchos, esta relación comienza en el útero, cuando el feto escucha por primera vez la voz de su madre. El aprendizaje del lenguaje requiere relaciones y es fundamental para la persona. El campo de la psicología del desarrollo ha aportado pruebas de que el sentido del individuo de su propio lenguaje, así como de los procesos de pensamiento individuales, se deriva, desde el punto de vista del desarrollo, de la respuesta a la madre y del uso del lenguaje, así como de la interacción, que comienza en la infancia y continúa a lo largo de la niñez. Vygotsky (1978) dijo: «Un proceso interpersonal se transforma en un proceso intrapersonal» (p. 57).

      CARACTERÍSTICAS PSICOLÓGICAS Y TEOLÓGICAS ADICIONALES

      A la luz de estas consideraciones, desde la perspectiva cristiana, está claro que el conocido libro de Carl Rogers On Becoming a Person (1961) tiene un título erróneo. Su libro trata sobre cómo convertirse no en una persona, sino en un individuo, en particular en un individuo autónomo, autorrealizado e independiente. Un individuo es creado al separarse de los demás, al concentrar su pensamiento psicológico, energía y emoción en el yo, no en Dios y otras personas.

      Convertirse en un individuo, es decir, separarse y distanciarse de los demás, tiene una progresión lógica. Primero, se rompen las «cadenas» que te unían a tus padres, y luego a otros, y después a la sociedad y la cultura. Finalmente, rechazas el propio yo, es decir, separas la conciencia de la ilusión del yo. Rechazas el yo y todos sus deseos, y así el proceso de separación culmina en una experiencia de un estado de nada. La autonomía radical significa, en última instancia, la separación de todo; significa la total autonomía o ultraautonomía, donde incluso el yo se ha ido.

      Permítanme ofrecer un breve esbozo para ilustrar la distinción entre una persona y un individuo:

      Una persona es creada por Dios a imagen y semejanza de Dios.

      Un individuo es creado por el yo en la imagen del yo.

      Una persona ama y confía en Dios, y ama a los demás como a sí misma; las personas perdonan a quienes les han hecho daño.

      Un individuo ama y confía en sí mismo, confía en los demás y rechaza o ignora a Dios; los individuos olvidan las heridas y a quienes les han herido.

      Una


Скачать книгу