El enigma del código de las favas. Alberto Alexis Martínez
mando, descubre algo insólito, un depósito repleto de antiguas reliquias que estos alemanes pretendían llevar para Berlín.
El alto mando británico, al ser informado de esto, me designó a mí para ir a evaluar y traer el material, por lo que yo debería prepararlo, y protegerlo de cualquier daño, hasta transportarlo para Londres.
Siendo estos objetos de mucha antigüedad, y siendo yo arqueólogo, el mando británico consideró que sabría cómo manejar el asunto para evitar daños mayores y traer a salvo ese tesoro arqueológico.
Así fue que, con un pequeño grupo de apoyo, éramos seis en total, fuimos transportados por avión al Norte de África, el avión en el que nos llevaron era un Liberator, un bombardero que nos debería dejar en el lugar.
En vuelo, ya sobre las costas de África, tuvimos que desviarnos de la ruta, porque existían en esa área escuadras de cazas alemanes, pero al desviarnos, fuimos atacados desde tierra por artillería antiaérea enemiga, la que nos provocó serias averías, haciéndonos caer muy lejos de nuestras líneas de apoyo.
Con parte del avión en llamas, el piloto lo consiguió mantener en vuelo hasta poder colocarlo en tierra en un lugar del desierto cerca de una pequeña montaña de rocas, pero sin saberlo, este era un paraje donde existían grupos rebeldes que apoyaban a los alemanes.
Con algunos muertos y otros heridos, hicimos un aterrizaje de emergencia, el avión quedó todo destruido, así que lo abandonamos de inmediato y nos dirigimos hacia la montaña con lo poco que podíamos cargar, algo de agua y varias armas.
Estábamos ya cerca de la base de la montaña, cuando observamos en el horizonte, a una columna de rebeldes que se aproximaba rápidamente a caballo por las arenas del desierto, así fue que corrimos desesperadamente hasta las rocas, a fin de intentar subir y defendernos desde la altura, pero ellos comenzaron a dispararnos antes de que nosotros consiguiéramos alcanzar una posición más segura.
Empezamos a trepar por medio de las rocas, y luego, en cuanto intentábamos desesperadamente subir para protegernos, vi caer a algunos de mis compañeros, cuando de pronto, siento que algo me golpea fuertemente en el hombro, por la espalda, haciéndome perder el equilibrio y caer para atrás – eso es todo lo que recuerdo.
- No sé cuánto tiempo estuve inconsciente, parece que varios días - continúa Malden – pero, de pronto, siento que empiezo a despertar de un sueño, y al abrir lentamente los ojos, solo percibo que estoy acostado en una cama de paja seca, con una vieja manta sobre mí, en una rústica habitación de piedra que tenía un trapo colgado como cortina en la puerta, y una pequeña abertura cuadrada como ventana por donde entraba el sol.
Mi hombro estaba vendado, y yo apenas observaba el entorno, porque mi cabeza no estaba en condiciones de pensar en nada, sentía como un vacío mental. Así fue que permanecí inmóvil, hasta que algo irrumpe la calma, eran fuertes pisadas que se aproximaban, y repentinamente, aparece por la puerta aquella figura extraña, este gigante negro que me mira, se sonríe, y me dice: ¡Hasta que al fin decidiste despertar amigo!
¿Quién es usted?, ¿Dónde estoy?, ¿Qué sucedió?, fueron las primeras palabras que pronuncié – dice Malden, y sigue – ¡no me puedo mover!
¡Claro que no! - dijo el hombre, ¡tendrás que comer algo primero para recuperar tus fuerzas, perdiste mucha sangre, luego hablaremos!
Reposé – dice Malden – hasta que este hombre me trajo una pequeña vasija de barro con algo dentro que era una especie de sopa caliente con no se lo qué, pero yo no quise preguntar.
Comí, en cuanto este hombre me colocaba la pequeña vasija en la boca para alimentarme y me observaba sonriente, hasta que me dijo; ¡Yo soy Ali!, Te encontré hace cinco días al pie de la montaña. Tus compañeros estaban todos muertos, y tú, recibiste una bala en el hombro, la que te hizo caer y golpear la cabeza. ¡Debe ser muy cabeza dura amigo! Porque con ese golpe cualquiera habría muerto. Pero ya estás bien, la bala entró y salió, así que luego podrás mover bien el brazo.
Gracias Ali, le dije, te debo la vida, mi nombre es…
Si ya lo sé… eres Malden, vi tus documentos en la cartera, aquí estarás a salvo, los rebeldes jamás te encontrarán.
Bien, si tú lo dices… confío en tu palabra, pero, ¿qué haces aquí? – tú hablas perfecto mi idioma.
Ahhh… es una larga historia mi amigo…, yo fui criado y educado por un sultán, a quien serví como consejero y asistente personal, hasta que emboscaron a nuestra caravana y los eliminaron a todos, yo también fui el único a quedar con vida.
Aquí, Malden se detiene, y hace una pequeña observación:
- Ali, habla siete idiomas, varios dialectos, es un genio en las matemáticas, sabe mucho de historia, y, además, es un explorador y cazador excelente.
Entonces Malden continúa:
Pasaron algunos días, cuando, ya recuperado y con fuerzas para caminar, decidimos que yo debería reunirme con mis tropas para cumplir con mi misión y regresar a Londres, para lo cual, Ali se dispuso a acompañarme, diciéndome, bueno, ahora yo tendré que ir contigo, porque aquí, ¡tu solo, no llegarás muy lejos!
Así fue que le expliqué mis órdenes, y le dije: Tienes razón, yo aquí no sabría para donde ir, así que vamos a preparamos.
Entonces salimos a enfrentar el desierto, avanzamos durante varios días. Al segundo día, cerca de unos médanos de arena, Ali me dice ¡Alto! y arrastrándose lentamente sobre la arena hasta la cima, observa, y luego regresa, diciéndome que existía un grupo rebelde acampado del otro lado, a unos quinientos metros. Ya era casi al fin de la tarde, así que esperamos al caer de la noche para continuar avanzando y evitar ser vistos.
Continuamos adelante durante la noche, y otros dos días más tarde, finalmente, pudimos observar una columna militar que avanzaba a cierta distancia, y por el tipo de transportes, pude determinar que eran británicos, así fue que corrimos haciendo señales con los brazos en alto. Al divisarnos, la columna se detuvo y mandaron una patrulla que avanzó hacia nosotros.
Cuando se aproximaron, deje caer la túnica blanca que Ali me había dado para protegerme del sol y el frío de la noche, dejando ver mi maltrecho uniforme británico. Me identifiqué al sargento que estaba al mando de la patrulla, y de esta forma, fuimos conducidos, hasta la columna donde me presenté al oficial en comando, y también presenté a Ali como nuestro aliado.
Así que llegamos al puesto de Mando Avanzado, nos dieron comida y alojamiento, en cuanto el comandante hizo que se reportara a Londres mi presencia con vida, ya que, a esta altura, me habían considerado una baja en combate.
Efectué el informe correspondiente de todo lo sucedido, y solicité órdenes para poder cumplir con mi misión con el apoyo de Ali como civil incorporado, ya que mi grupo de apoyo había sido totalmente exterminado.
De esta forma, con la aprobación del Alto Mando, conseguí llevar a cabo la misión juntamente con Ali, recuperando, clasificando, y empacando todo el material que había venido a buscar para transportarlo a Londres.
Ya de regreso a casa, conseguí que se le concediera a Ali la ciudadanía británica, y que ocupara un cargo de Asistente Especial bajo mi responsabilidad.
Una vez que termina la guerra, ambos fuimos dispensados del servicio militar con los respectivos reconocimientos por nuestra tarea.
La hermandad creada entre Ali y yo, nos llevó a trabajar desde entonces en equipo, hombro a hombro, incluso, en mi primer empleo civil en la Universidad, en cuanto completé otros estudios sobre lenguas antiguas.
A todo esto, ya estábamos en la posguerra, y mi padre, como profesor, me indicó que, en mi país natal, Rumania, entre las más de tres mil bibliotecas que allí existían, muchas de ellas poseían gran cantidad de documentación antigua sin descifrar. La guerra, no les había permitido desarrollar especialistas en la materia, y en los años inmediatos, la dominación comunista, no tenía capacidad para evaluar la importancia y el estudio de estos documentos.
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