El enigma del código de las favas. Alberto Alexis Martínez
recordaba con mucho respeto a mi padre, nos reveló que, por órdenes superiores, hubo un cambio en los planes, por lo que el destino de la tarea que yo debería realizar no sería aquí, es decir, que ya no trabajaría específicamente en Bucarest, sino, en una pequeña ciudad más al norte, en la región de Transilvania, donde existía una antigua iglesia gótica del siglo XIV, con una gran biblioteca y un museo. Esta ciudad, había sido fundada por los romanos, y allí, aparentemente, existía un voluminoso e indescifrado material muy antiguo.
Bien, la propuesta en términos económicos, realmente era pésima, pero en lo profesional, parecía ser un excitante desafío, así fue que aceptamos el cargo, nos despedimos del director, y de regreso al hotel, recogimos nuestras cosas, y partimos ahora hacia nuestro nuevo destino.
Arribando a esta pequeña ciudad, nuevamente buscamos alojamiento, nos instalamos, y luego, nos dirigimos a la biblioteca.
Estando todo bajo un sistema político basado en el modelo soviético, lo habitual es que nadie sonría ni confíe en nadie, es decir, todo parece ser sospechoso. Aquí, si bien la ciudad no era grande, el ambiente ya no era para nada cordial, especialmente con quienes vinieran de afuera, pero, yo sentía que la experiencia podría luego ser reaprovechada con mejores resultados cuando volviera a Londres.
Nos dirigimos a la Biblioteca, donde nos recibe la secretaria, una mujer del Partido, nada bonita y con cara de muy pocos amigos, la cual nos observa de pies a cabeza y con tono bastante antipático nos dice... ¡Esperen ahí!
Aguardamos casi una hora hasta que el director de esta Biblioteca, nos hace pasar a su sala. Este también era un hombre bien diferente al de Bucarest, un tipo tosco, nada simpático, que entre otras cosas, tampoco era un hombre de carrera, era un burócrata político al servicio del Partido Comunista.
Una vez que nos indicó lo que debíamos realizar, nos dijo que nos podíamos retirar, se dio media vuelta y no nos devolvió el saludo.
Al otro día, nos presentamos para iniciar nuestro trabajo. La misma antipática secretaria nos condujo por medio de unos estrechos pasajes a una sala bastante oscura, iluminada con una miserable lámpara de luz, donde existían estanterías con decenas de cajas, todas cargadas de antiguos manuscritos, libros, escritos en pergaminos, en fin, documentación que databa de varios siglos, aquello era un inmenso tesoro cultural.
Así que la secretaria nos acompañó a la sala y nos mostró el material, también sin muchas palabras, se retiró y cerró la puerta.
Como primera medida, tuvimos que providenciar una iluminación más adecuada, así que nos dispusimos a instalar algunas lámparas extra, para poder trabajar en mejores condiciones, y acomodar las mesas disponibles para ir abriendo el material.
Concluida nuestra preparación del lugar de trabajo, comenzamos a separar las cajas por fechas, si bien muchas de ellas no tenían registros de su origen, o no se sabía de donde provenían ni cuánto tiempo hacía que estaban ahí o cuando habían sido elaborados.
El trabajo era interesante, y el contacto con el personal de la biblioteca lo reducimos al mínimo indispensable, y a medida que pasaban los días, fuimos dejando todo bastante ordenado.
Ali se dedicó a hacer una clasificación de los documentos, en cuanto yo comencé con mi tarea de traducir algunos contenidos, por lo menos, de los que eran más descifrables, ya que muchos, estaban escritos en un dialecto arcaico, del que no se tenían registros previos, otros, estaban en latín, griego, etc. etc.
Luego de varios meses de trabajo, encontramos mucha información interesante, pero hubo una de ellas en especial, en unos manuscritos que eran de la iglesia que habían sido enviados desde Roma, y había una referencia sobre algo que no estaba suficientemente claro, pero, parecía decir que “alguna cosa se debería ocultar para siempre”, y para ello, nombraba a un Monasterio, cuya identificación no estaba clara, pero parecía ser algo así como el “Manto Negro”, y que, por las descripciones, parecería estar en Transilvania.
Este territorio, es un gran valle rodeado de montañas, y era una región rica en oro y plata, que perteneció a diversos grupos, entre ellos los romanos antes de ser integrada a Hungría. Varios siglos después, fue conquistada por los turcos, luego vuelve a manos de Hungría, hasta que finalmente después de muchas disputas, termina siendo parte de Rumania.
Bien, yo había hecho una lista de las principales referencias que existían en aquella vasta zona, y entre ello, tenía una lista de varios monasterios, pero no había ninguno con ese nombre. Sin mayores informaciones, dejé pendiente el asunto para otra oportunidad y continué adelante.
El material que teníamos para estudiar era muchísimo, y las condiciones no eran las más apropiadas para trabajar con escrituras y documentos antiguos, ya que había papiros, y pergaminos cuya manipulación debía ser extremadamente cuidadosa.
Las traducciones también debían ser efectuadas con mucho criterio, ya que había documentación escrita en dialectos provinciales que algunos habían caído en desuso hacía ya muchos siglos.
Transcurrido ya algún tiempo, encuentro otro manuscrito más antiguo, proveniente de Roma, donde se ordenaba la construcción en secreto de un monasterio en un determinado lugar. Si bien el texto no era muy específico, y tan solo se refería a un paraje que tenía ciertas características, indicaba que ese monasterio debería llevar un nombre, y ese nombre era Manto Negro, exactamente aquel que yo había detectado varios meses antes, y era el que debería ocultar alguna cosa para siempre.
Efectivamente esto me demostraba que fue dada la orden de construcción, y que el mismo fue construido, aparentemente en forma sigilosa, y posiblemente, luego, algo secreto se ocultó en él, pero aún no sabía dónde se localizaba ni que era lo que se habría ocultado.
La información era interesante, pero insuficiente para providenciar alguna acción al respecto, así que el asunto lo dejamos en reserva hasta saber que hacer.
El trabajo continuó, y por varios meses, seguimos clasificando y traduciendo documentos, libros, y mapas. Si bien tuvimos que poner dinero de nuestro bolsillo, por falta de apoyo, habíamos conseguido mejorar muchísimo las condiciones del lugar de trabajo, e incorporamos implementos adecuados para poder estudiar mejor el material que teníamos en manos.
Cada pocos días, se encontraban cosas interesantes, hasta que, en la catalogación de las fechas, Ali encuentra un mapa, muy precario, presumiblemente del siglo XII, donde mostraba una región, con un punto indicando apenas un nombre, Manto Negro, y era precisamente el nombre de nuestro monasterio perdido, el que debería ocultar un secreto para siempre.
En realidad, aún no sabíamos si esto era el nombre de un monasterio, o simplemente un antiguo nombre de esa región.
Consideré que podría tratarse de algo importante, por lo tanto, bastante entusiasmado, llamé al Director de la biblioteca para mostrarle las referencias que había encontrado acerca de algo oculto por la iglesia, según estos documentos, y para indicarle que se debería realizar una investigación a efectos de localizar aquel lugar, ya que podría ser algo históricamente importante, y deberíamos ver de qué se trataba.
El Director, como todo burócrata político, no quiso saber de nada, le restó importancia al asunto, y dijo que él no quería complicaciones en su trabajo, que además, no había dinero suficiente para gastar en tonterías o especulaciones de viejos papeles.
Bien, esto no nos dejaba mucha esperanza de poder obtener un apoyo oficial para efectuar una investigación, por lo tanto, habría que olvidar el asunto, lo cual no era una opción fácil de aceptar para un investigador, a no ser, que apelásemos a una segunda alternativa, que era la única que nos quedaba, y ella sería, la de efectuar nosotros mismos la investigación. Pero, un problema no menor, era que deberíamos tener tiempo y dinero para financiar por medios propios la tarea y hacerla de forma no solo individual, sino también sigilosa.
Ese era, en definitiva, el otro problema que se nos presentaba, era que no sabíamos cuál podría ser la posición del Estado, en el caso de tomar conocimiento de una iniciativa de investigación privada, efectuada a partir de documentos antiguos que ahora pertenecían al Estado, ya que el