Arquitecturas que hablan. Alejandro Mendo Gutiérrez

Arquitecturas que hablan - Alejandro Mendo Gutiérrez


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vivienda durante el porfiriato; en la Ciudad de México, cabe destacar los libros de Martín Hernández y Elena Segurajáuregui.

      Martín Hernández, en su libro Arquitectura doméstica de la ciudad de México, 1890–1925 (1981), realiza una clasificación basada en aspectos formales, distribuciones, ornamentos, etcétera, aunque comenta “la dificultad de agruparlos en una tipología simple” (p.171). Su forma de ordenar la vivienda da como resultado cinco categorías:

      a. Lujosas, elegantes o pintorescas villas, chalets y palacetes aislados en medio de amplios jardines, concebidos como casas de campo.

      b. Grandes residencias palaciegas urbanas y suburbanas, de grandes dimensiones, con amplio jardín, caballerizas y servicios. Algunas de ellas eran notables por su elegancia y aire aristocrático, siendo la excepción las que merecen el título de palacio.

      c. Mansiones señoriales suntuosas con pequeño jardín, contiguas a otras semejantes.

      d. Viviendas de los estratos inferiores de la alta burguesía, generalmen-te de dos plantas, aisladas o semiaisladas, de carácter suburbano, remedo modesto de las aristócratas, con pequeño jardín y mayor sencillez, exterior e interior.

      e. Amplios edificios unifamiliares de una o dos plantas (p.159).

      Dentro de las villas o chalets especifica tres grupos:

      1. Las que presentan exteriores dinámicos con entrantes–salientes, distintas alturas, balcones, loggias, galerías, etcétera, e interiores con distribuciones espaciales muy libres.

      2. Las que toman los palacios aristocráticos europeos del siglo XVIII como referencia. Severas en el ornamento, con predominio de la horizontalidad y plantas cuadrangulares.

      3. Las inspiradas en historicismos arquitectónicos que conservan el patio central típico de la casa mexicana, aunque se separen de otros elementos tradicionales.

      Por su lado, en el libro Arquitectura porfirista. La colonia Juárez (1990), Elena Segurajáuregui analiza el tema de un modo similar, ordenando las viviendas burguesas según “su forma, dimensiones, extensión del terreno y relación con el contexto” (p.81), dando como resultado seis tipos:

      1. Villas.

      2. Palacetes.

      3. Residencias señoriales.

      4. Residencias urbanas.

      5. Residencias mexicanas.

      6. Edificios de departamentos (p.81).

      Resumiendo, los seis tipos los define con las siguientes características:

      1. La villa es un edificio singular que ocupa un terreno de dimensiones importantes, quizás de dos o más predios. Compuesta por volúmenes complejos de grandes tamaños, abundante ornamentación y cubiertas inclinadas. Tiene una altura de dos niveles más un sótano y, probablemente, un tapanco. Uno de sus objetivos es mostrar el poder económico de sus propietarios. El interior presenta una sucesión de espacios sin un plan rector.

      2. El palacete también ocupa dos o más predios, pero tiene una volumetría menos compleja. Suele ser de un solo nivel, con cubierta plana, y jardines al frente y laterales. Son “viviendas ricamente ornamentadas pues se entendía que el adorno era símbolo de status social y resultado natural de la evolución cultural: el uso de los ornamentos imitaba a los poderosos de otros tiempos” (p.91). Interiormente hay una gran variedad de salas y espacios.

      3. Las residencias señoriales, a similitud de las residencias urbanas europeas, se hallan en terrenos amplios y alineados a la acera. Se compone de dos niveles, más un sótano y cubierta plana. Es un volumen simple que tiende a ocupar el 100% del terreno. La decoración es mucho más sobria que en los casos anteriores.

      4. Las residencias urbanas son fruto de la especulación del terreno y suponen la solución para las clases medias. Es similar a los llamados hoteles en Francia. Ocupan predios estrechos y profundos con dos niveles y buhardillas.

      5. Las residencias mexicanas son volúmenes sencillos, de un solo nivel, cubierta plana y un patio a lo largo de la fachada lateral. En su apariencia externa domina claramente la masa del muro frente a los huecos y la ornamentación dependerá de la posición económica del propietario.

      6. Los edificios de departamentos eran construcciones ostentosas, pero de ornamentación muy simplificada que daban solución a aquellos que no podían tener viviendas propias.

      Naturalmente ambos hacen referencia a la Ciudad de México, aunque es perfectamente extrapolable a Guadalajara pues coincide en tiempo y estilo, no todos los tipos se desarrollaron de igual manera. En las primeras colonias de Guadalajara no se encuentran “edificios de departamentos” ni “residencias urbanas” bajo los términos que define Segurajáuregui, y las “residencias mexicanas” recuerdan a las casas típicas tapatías.

      De los dos textos se pueden extraer parámetros fundamentales comunes que permiten crear una clasificación propia y aplicable en la ciudad de Guadalajara. Esencialmente son tres:

      a. Número de niveles.

      b. Número de fachadas, o lo que es lo mismo, el acomodo del edificio dentro del terreno.

      c. Aspectos estéticos, definiendo:

      • Palacete: si presenta cubierta plana, repetición de elementos, sobriedad en ornamentos, etcétera, con inspiración en los edificios palaciegos europeos.

      • Señorial: si, por el contrario, muestra una mayor libertad acorde con el historicismo o eclecticismo imperante.

      Como ya se ha comentado, a Guadalajara llegan estos modelos arquitectónicos que irán sustituyendo a la tradición tipológica iniciada durante el siglo XVI de la denominada casa tapatía con patio central. Alfredo Varela Torres (2000) comenta al respecto que “en el siglo XX, el patio vería sus últimos años como elemento estructurante generador de la vivienda, pues en este siglo es cuando el partido arquitectónico de la nueva vivienda se trasforma adoptando patrones europeos”, y añade:

      Por su parte el partido arquitectónico que se generó en las casas de estilo ecléctico, presentaba jardines alrededor del núcleo de habitación, con entrada en alto al estar entresoladas, algunas con loggia, recibidor, salas de visitas o salones, escalinatas al centro que se abrían en dos sentidos y recámaras en segundas plantas (p.141).

      También en la misma línea, apuntó Eduardo López Moreno (1996) que hay una serie de cambios importantes dentro de la ciudad, algunos de carácter urbanístico y otro tipológicos: “la substitución del modelo, hasta entonces hegemónico, de la casa árabe–andaluza (vivienda ‘introvertida’ en tomo a un patio central), por otros modelos europeizantes y norteamericanos (vivienda ‘extrovertida’ hacia los jardines que la rodean)” (p.224).

      Hasta este punto se han comentado los aspectos tipológicos vinculados con el exterior, volúmenes, fachadas, alturas, etcétera, pero es necesario incluir los aspectos distributivos que manejan los distintos autores. En este rubro, Martín Hernández (1981) señala la importación de distintas corrientes de moda en Europa o Estados Unidos; según él, las influencias más preponderantes eran de origen francés e inglés o anglosajón, aunque no descarta otras posibilidades que cualifica de singularidades difíciles de clasificar.

      La Influencia francesa se determina por zonificar la casa del siguiente modo:

      • Planta baja que acogía los espacios para las actividades sociales y de la vida en común (salón principal, comedor, cocina, biblioteca, despacho, sala de fumador, billar, sala de música, etcétera).

      • Planta alta donde se hallaban las habitaciones familiares, íntimas y privadas (habitaciones, baños, vestidores, costurero, etcétera).

      • Planta auxiliar para las habitaciones de servicio, cochera y caballerizas, con una gran libertad de ubicación (generalmente al fondo del terreno).

      El autor


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