Nuestra herencia. Aldo D. Orrego
La extraordinaria doctrina apostólica de la segunda venida de Cristo, el reavivamiento del interés en este evento producido por la predicación de los reformadores, y las señales que se iban cumpliendo y que indicaban la proximidad del retorno del Señor, constituyeron el trasfondo que dio ímpetu a la predicación de la doctrina de la Segunda Venida a principios del siglo XIX. La obra de Guillermo Miller fue importantísima en este movimiento. Pero también hubo otros hombres, en diversos países, a quienes Dios suscitó para que se levantaran y predicaran con vigor y entusiasmo la verdad de la inminente venida del Señor Jesús.
Su venida a la Tierra por segunda vez como Rey de reyes y Señor de señores, fue anunciada por los profetas del Antiguo Testamento y se repite insistentemente, en forma recurrente, en todo el Nuevo Testamento. La esperanza del regreso de Cristo fortaleció y sostuvo a los cristianos durante la época de iglesia de la Edad Oscura, a través de siglos de persecución y martirio. Los reformadores creían en las profecías que hablan de este evento, y expresaron su certidumbre de que no pasaría mucho tiempo antes de que Jesús volviera a esta Tierra. Pero, al llegar al siglo XIX descubrimos que el tema de la Segunda Venida se convierte en un tema dominante en muchos sectores de la iglesia, y que dicho tema fue responsable de un gran despertar religioso: el despertar adventista. Este aspecto emocionante de la historia de la iglesia será presentado en detalle en el próximo capítulo.
8. La iglesia del remanente
El término remanente es una palabra bíblica que describe, denomina, apellida y designa a la iglesia de Cristo en el último período de la historia de esta Tierra. Al igual que un retazo de tela es el último pedazo de una pieza de tela, así la iglesia remanente es la última parte de la iglesia a través de las edades. Y así como el último pedazo, o retazo, de una pieza de tela es idéntico a la tela del principio de la pieza, así también la iglesia remanente es la misma verdadera iglesia que Dios ha tenido en el mundo desde el comienzo de los tiempos.
En el libro del Apocalipsis, el apóstol Juan menciona las siguientes características de la iglesia remanente (memorizar los textos y sus referencias):
a. Guarda los Mandamientos de Dios (Apoc. 12:17).
b. Tiene el testimonio de Jesús, es decir, el Espíritu de Profecía (Apoc. 12:17; 19:10).
c. Proclama el mensaje de los tres ángeles a cada nación, tribu, lengua y pueblo (Apoc. 14:6-11).
d. Llama la atención de la gente a la hora del juicio de Dios (Apoc. 14:7).
e. Anuncia que la Babilonia espiritual ha caído (Apoc. 14:8).
f. Previene, alerta, a hombres y a mujeres sobre los resultados de recibir la marca de la bestia (Apoc. 14:9-11).
g. Tiene la paciencia, o perseverancia, de los santos (Apoc. 14:12).
h. Tiene la fe de Jesús (Apoc. 14:12).
La iglesia remanente debe defender, contender y luchar “ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos” (Judas 3). O, como dice la Biblia de Jerusalén, “combatir por la fe que ha sido transmitida a los santos de una vez y para siempre”. El apóstol nos exhorta “a defender con firmeza la verdad que Dios, una vez y por todas, dio a su pueblo para que la guardara inmutable a través de los años” (versión La Biblia al día). En otras palabras, la iglesia remanente debe continuar la obra de restauración iniciada por la Reforma protestante. Debe iniciar de nuevo la “Protesta”, aun entre los mismos protestantes, conduciendo a hombres y a mujeres a protestar en contra de la sustitución de la verdad bíblica por la tradición de los hombres. Debe proclamar la reforma anunciada y bosquejada en la Palabra de Dios, para que la gente pueda caminar a la luz de la Palabra de Dios, en vez de hacerlo a la luz de las enseñanzas de los hombres.
Dios, en su designio, ordenó, o suscitó, un movimiento que precisamente antes de la segunda venida de Jesús predicaría el evangelio eterno y el mensaje de los tres ángeles en todo el mundo. Así como Juan el Bautista fue el heraldo, o precursor, del primer advenimiento de Cristo, así la iglesia remanente debía ser, según planes trazados por Dios, el heraldo de su Segundo Advenimiento. Las Escrituras dicen que “hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan” (Juan 1:6), a quien Dios envió como testigo de que Jesús era la luz verdadera. La Biblia además dice que habría una iglesia remanente enviada también por Dios.
Las enseñanzas de la Iglesia Adventista armonizan con las de la iglesia cristiana a través de los siglos. A medida que estudies la Biblia, descubrirás que verdades tales como la salvación por la gracia a través de la fe, el Juicio, la santidad del sábado, o séptimo día de la semana, el bautismo por inmersión, el diezmo, el don de profecía, el Segundo Advenimiento, el estado inconsciente del hombre durante la muerte, la separación del mundo, por mencionar solo algunas, fueron todas ellas enseñanzas sostenidas por la iglesia en otras épocas. El mismo Señor Jesús, que es nuestro ejemplo supremo, fue bautizado por inmersión, guardó el sábado como día de reposo, enseñó la santidad del matrimonio y la responsabilidad de devolver el diezmo, y alertó a los hombres acerca del Juicio venidero. Todas estas son enseñanzas de la Iglesia Adventista en nuestros días.
El Señor tiene ovejas en todas las religiones. Esas ovejas son aquellas personas que caminan y viven a la luz de su Palabra, a medida que la comprenden. Cuando el corazón honesto comprenda el mensaje de los tres ángeles de Apocalipsis 14, lo obedecerá. Juan dice que llegará el día cuando aquellas ovejas que están todavía dentro de la Babilonia espiritual saldrán de ella (Apoc. 18:4). Dios quiere que sus ovejas se unan a la iglesia remanente, para que puedan llegar a ser testigos de la verdad y que estén listos y esperando la venida de Jesús.
Tú tienes el privilegio de ser miembro de la iglesia remanente. Tienes mucha luz, y por eso Dios te ha dado la responsabilidad de vivir bajo esa luz. En los siguientes capítulos, presentaremos un bosquejo de la historia de la iglesia remanente. A medida que avancemos, sentirás que Dios ha estado guiando a la organización y las actividades de la iglesia remanente. Decídete hoy a ser, por la gracia de Dios, un verdadero representante de esta iglesia, un representante que honestamente pueda cantar: “Dame la fe de mi Jesús, / es mi oración, oh buen Señor, / la fe que al alma da la paz, / la fe que salva del temor; / fe de los santos galardón, / gloriosa fe de salvación” (Himnario Adventista, Nº 371).
Capítulo 2
Heraldos del mensaje del Segundo Advenimiento (1755-1843)
A. Tres señales espectaculares
Tres señales naturales, ocurridas en el mundo natural en 1755, 1780 y 1833, indicaron, señalaron y apuntaron dramáticamente hacia la segunda venida del Señor.
La primera se conoce como el sorprendente “terremoto de Lisboa”, por haber tenido allí su epicentro, aunque afectó grandes zonas de Europa y África. Se sintió tan al norte como Suecia y Noruega, y tan al oeste como Groenlandia, América del Norte y las Antillas. En total, abarcó una región de casi 7 millones de kilómetros cuadrados. Muchas personas corrían de un lado para el otro, gritando: “¡Llegó el fin del mundo! ¡Llegó el fin del mundo!” El terremoto del 1º de noviembre de 1755 cumplió la profecía de la apertura del sexto sello, registrada en Apocalipsis 6:12 y 13.
Veinticinco años después de este terremoto, se oscureció el sol, como cumplimiento de otra extraordinaria señal. Jesús había predicho este suceso en el Monte de las Olivas, cuando prenunció a sus discípulos: “Pero en aquellos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor” (Mar. 13:24). El período profético de 1.260 años, al que Jesús hizo referencia al decir “en aquellos días”, terminó en 1798; pero la persecución, tal como la profecía lo predijo, fue acortada como resultado de la Reforma protestante. Esto sucedió por medio de un decreto de la emperatriz María Teresa, y las Actas de Tolerancia de 1773 a 1776. Por tanto, de acuerdo con la profecía, el oscurecimiento