La música que agrada a Dios. Daniel Oscar Plenc
de la liturgia y de la vitalidad de la iglesia.
Esta mirada particular hacia el arte de la música cristiana se expone a riesgos de críticas inevitables, debido a la carencia reconocida de una estética cristiana o de una teología del arte eclesiástico. Ya desde mediados del siglo anterior decía Dorothy Sayers, de Oxford: “Mas, por extraño que parezca, no poseemos ninguna estética cristiana, ninguna filosofía cristiana relacionada con las artes. La iglesia, como un todo, nunca se decidió en cuanto a la cuestión de las artes, y es muy difícil afirmar que ella nunca lo ha intentado”.7 Por lo tanto, como lo expresara Wolfgang Hans Martin Stefani: “Ciertamente, parece que la ausencia de una filosofía cristiana global de las artes es aún visiblemente manifiesta en la manera en que la iglesia cristiana ha abordado la selección de la música de adoración en la última década”.8
Debe reconocerse, entonces, que buscar una teología del arte en general, y de la música religiosa en especial, es una tarea tanto esquiva como necesaria.9 Existe una comprensible resistencia a todo intento de juzgar el arte con los anteojos de la teología; y, por otra parte, es imperativa la búsqueda de una base teológica para una actividad tan relevante para la comunidad eclesial como lo es la música destinada al culto. Se trata de una tarea escasamente realizada, e importante como un aporte luminoso y fundamentado a las discusiones actuales sobre el tema.
1 Miguel Ángel Palomino, ¿Qué pasó con el culto en América Latina? La adoración en las iglesias evangélicas (Lima, Perú: Ediciones Puma, 2011).
2 Un ejemplo se ofrece en ciertos materiales preparados por las Divisiones Interamericana y Sudamericana de la Iglesia Adventista del Séptimo Día: Departamento de Música de la División Sudamericana, La música en la iglesia, vehículo de adoración y loor (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1999); J. Francisco Stout Villalón, Funciones de la música en la iglesia adventista del séptimo día (Miami, Florida: Asociación Publicadora Interamericana, 1999). Véanse los números especiales que se han publicado en los últimos años respecto del culto y de la música: Ministry, October 1991 (Ministerio adventista, julio-agosto 1992); Ministry, September 1996 (Ministerio adventista, noviembre-diciembre 1996); Adventists Affirm 12, Nº 1 (Spring 1998); Adventists Affirm 13, Nº 1 (Spring 1999).
3 Véase, por ejemplo: Dario Pires de Araújo, Música, adventismo e eternidade, 4ª ed. (Sao Paulo: Alfa, 2007); A. Joseph Kidder, Majesty: Experiencing Authentic Worship (Hagerstown, MD: Review and Herald, 2009).
4 Véanse los trabajos de: Donald P. Hustad, ¡Regocijaos!: la música cristiana en la adoración, trad. Olivia de Lerín, Bonnie de Martínez, J. Bruce Muskrat, Josie de Smith y Ann Marie Swenson (El Paso, Texas: Casa Bautista de Publicaciones, 1998); Robert E. Webber, ed., Music and the Arts in Christian Worship (Nashville, Tennessee: Star Song, 1994); Samuele Bacchiocchi, ed., La música rock y el cristiano: un estudio acerca de los principios bíblicos de la música, trad. Rolf Baier Schmidt (Berrien Springs, Michigan: Biblical Perspectives, 2004); Louis R. Torres y Carol Reinke A. Torres, Notas sobre música, trad. Elsa Schulz (Siloam Springs, Arkansas: Creation Enterprises International, 1992); Lilianne Doukhan, In Tune With God (Hagerstown, MD: Review and Herald, 2010).
5 Véanse: Francis D. Nichol, ed., Comentario bíblico adventista del séptimo día, trad. V. E. Ampuero Matta, 7 vols. (Boise, Idaho: Publicaciones Interamericanas, 1978-1990); Alfred Küen, La música en la Biblia y en la iglesia (Terrassa, Barcelona: Clie, 1992); Doukhan, In Tune With God; Harold Byron Hannum, Music and Worship (Nashville, Tennessee: Southern Publishing Association, 1969); Paul Hamel, Ellen White and Music: Background and Principles (Washington: Review and Herald, 1976); Daniel Oscar Plenc, “Hacia una teología de la música sacra en los escritos de Elena G. de White”, Cathedra: Revista de investigación. Departamento de Investigación de la Universidad Peruana Unión, Juliaca, t. I, Nº 1 (2007) pp. 6-15.
6 Un buen ejemplo es la investigación de Wolfgang Hans Martin Stefani, “The Concept of God and Sacred Music Style: An Intercultural Exploration of Divine Transcendence/Immanence as a Stylistic Determinant for Worship Music with Paradigmatic Implications for the Contemporary Christian Context”, tesis de Doctorado en Teología, Andrews University School of Education (Berrien Springs, Michigan: 1993).
7 Dorothy L. Sayers, “Toward a Christian Aesthetic”, Christian Letters to a Post-Christian World: A Selection of Essays (Grand Rapids, Michigan: William B. Eerdmans Publishing Company, 1969), pp. 69, 70; citado en Wolfgang Hans Martin Stefani, Música sacra, cultura y adoración, trad. Fernanda Caroline de Andrade (Engenheiro Coelho, SP: Imprensa Universitaria Adventista, 2002), p. 9.
8 Stefani, Música sacra, cultura y adoración, p. 9.
9 Véase: John Wesley Taylor V, “Un enfoque cristiano para las artes”, Revista de educación adventista, Nº 30 (2010), pp. 18-22.
CAPÍTULO I
La música en las Escrituras
Vale preguntarse si la Biblia tiene algo para decir acerca de la música.10 En su libro La música en la Biblia y en la iglesia, Alfred Küen contesta de forma positiva: “la música ocupa un importante lugar en la Palabra: más de 575 pasajes, repartidos en 44 libros, nos hablan de ella; sobre todo, en el Antiguo Testamento. Es el único arte que los antiguos israelitas practicaron ampliamente. Música vocal e instrumental, religiosa y profana, bienhechora o maléfica: todos los aspectos actuales de la esfera musical son abordados por la Palabra de Dios”.11 Este dato es significativo, pero no suficiente, ya que el desafío es descubrir en estas referencias a la música, criterios y orientaciones para el actual Ministerio de la Música cristiana.
La jerarquía de la actividad musical es clara en la historia sagrada. Una simple mirada a la narrativa bíblica despierta la convicción de que Dios quiso acompañar muchos de sus grandes actos de creación, redención y restauración con diversas manifestaciones musicales.
El Antiguo Testamento
Dice Küen: “La música aparece desde las primeras páginas de la Biblia”.12 En efecto, la música es un tema prominente del Antiguo Testamento, con menciones tempranas en sus primeros libros.
El Pentateuco
El Pentateuco nombra instrumentos musicales como el arpa o la lira, la flauta, el tamborín o pandero y la trompeta. También habla del canto, en contextos seculares y religiosos, y de la danza asociada a la victoria bélica y a la adoración del becerro de oro. Con todo, no existía todavía una música claramente organizada en relación con los sacrificios y los rituales del Santuario.
El Génesis no muestra una utilización religiosa de la música. Su primera alusión a la música y a los instrumentos musicales se encuentra en Génesis 4:21: “Y el nombre de su hermano fue Jubal, el cual fue padre de todos los que tocan arpa y flauta”. Jubal, hijo de Lamec, descendiente de Caín, era un músico reconocido; se dice que tocaba el arpa (en realidad, una lira) y la flauta (un instrumento difícil de identificar).13 El canto y un instrumento de percusión (además de uno de cuerdas) aparecen más adelante, cuando Labán dijo a Jacob: “Yo te despidiera con alegría y con cantares, con tamborín y arpa” (Gén. 31:27).
El libro de Éxodo