La experiencia del tiempo. Ricardo Gibu Shimabukuro

La experiencia del tiempo - Ricardo Gibu Shimabukuro


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percibida. Husserl rechazó en sus Investigaciones lógicas la teoría de su maestro (769-770) y en su lugar ofreció la distinción fundamental que sería determinante para toda su fenomenología posterior entre conciencia (Bewusstsein) –entendida como la posibilidad de ser consciente (bewusst) de un objeto referido a través de un acto intencional– y vivencia (Erlebnis) –entendida como la posibilidad de percatarse de aquello que no es un objeto intencional sino algo meramente vivido (erlebt), sea como una parte componente del acto intencional, una sensación, o como parte de la unidad global de la conciencia, un acto, o la unidad total de la conciencia misma, el yo–. Más adelante se verá que esta distinción estará esencialmente vinculada al problema de la temporalización del tiempo subjetivo. Pero los fenómenos vitales del sueño y la vigilia de ninguna manera hubiesen podido ser abordados desde la primera fenomenología descriptiva desarrollada en la obra de 1900, ni siquiera a partir de la primera versión de la fenomenología trascendental presentada en las Ideas de 1913, sino solo a partir de la fenomenología trascendental madura que emplea todas las herramientas a su disposición en la comprensión de la relación entre vida y mundo en su concretud última.

      Pero antes de avanzar en esta dirección, valdría la pena concluir esta breve alusión de la teoría aristotélica sobre el sueño y la vigilia enfatizando que, para el Estagirita, se trata de fenómenos fundamentales de la vida animal en la medida en que precisamente afectan al principio que hace posible, a la animalidad en general, la percepción. Pero, además, no se trata de afecciones que inciden de manera separada en las diversas potencialidades perceptivas, sino en la percepción común y unitaria que permite entender a cada una de las formas particulares como partes y formas de ella sin la cual estas no pueden actualizarse. De modo que la “percepción” (αἴσθησις) en sentido aristotélico es mucho más que la mera “sensación” en el sentido moderno de la palabra, ya que implica la experiencia global no de este o de aquel objeto sensible, sino del campo global de percepción, que además trae consigo la experiencia que se tiene de sí mismo al percibir dicho campo y sus objetos.

      3. El interés y la predación del mundo

      Aun en nuestros días, a ciento veinte años de la irrupción de las Investigaciones lógicas, pervive la falsa idea de que la fenomenología husserliana se limitó a ser una nueva forma de epistemología de inspiración cartesiana que a partir de las Ideas dio un giro hacia una concepción filosófica trascendental del problema de cuño kantiano y neokantiano. La cuestión fundamental de la fenomenología husserliana no es el conocimiento (y mucho menos lo es en el sentido moderno de la pregunta ¿cómo mis representaciones se corresponden a la realidad externa?) sino, como apuntó Eugen Fink (1933: 337), aquella que puede ser formulada como “la pregunta por el origen del mundo”. La indagación del origen del mundo no es pues la búsqueda del átomo primigenio del universo físico o de las partículas subatómicas que lo componen, mucho menos la del surgimiento de nuestras representaciones psíquicas de la realidad que se presupone como externa y separada de nuestra mente, y tampoco consiste en una deducción en el sentido kantiano de una justificación argumentativa que permitiría explicar que el mundo es un producto de la inteligencia humana que subsume representaciones a conceptos a través de leyes lógicas que esta misma inteligencia se da a sí misma y que permiten la presentación de objetos en nuestra experiencia.

      A decir verdad, si hay un punto en común entre la fenomenología y la filosofía criticista kantiana y neokantiana es que el mundo no puede ser entendido como un objeto dado en la experiencia, una especie de contenedor superlativo que alberga a todos los demás objetos, sino como la totalidad de la experiencia posible que no se obtiene por mera adición de partes. No obstante, a diferencia de aquellas filosofías, para la fenomenología trascendental husserliana el mundo como totalidad no es una mera “idea” producida por la pura razón, sino que es primordialmente y ante todo un correlato de experiencia. Esto implica que el concepto fenomenológico y el concepto criticista de experiencia difieren diametralmente. Como indica Husserl en su Lógica formal y lógica trascendental, para la fenomenología:

      La experiencia no es un hueco en un espacio de conciencia, por el que apareciera un mundo existente antes a toda experiencia; ni es un mero acoger en la conciencia algo ajeno a ella […] La experiencia es la operación en la cual el ser experienciado “está ahí” para mí, sujeto de experiencia; y está ahí como lo que es, con todo su contenido y con el modo de ser que le atribuya justamente la experiencia mediante la operación que efectúa su intencionalidad. (Husserl, 2009: 295-296)

      Puesto de otro modo, en el marco de la fenomenología husserliana, con “experiencia” o “intuición” se designa el “darse las cosas mismas, evidencia en general” (344). El mundo en cuanto totalidad de la experiencia es, pues, un fenómeno en sentido fenomenológico precisamente porque es originariamente dado de manera intuitiva como un correlato experiencial; él es primordialmente “mundo de la percepción (Wahrnehmungswelt)” (Hua XXXIX: 399), sin embargo, no en el modo en que lo son los objetos particulares intramundanos o los campos en que estos aparecen. La pregunta fenomenológica por el origen del mundo es pues la pregunta sobre cómo este me es originariamente dado, en sus estructuras esenciales y en su concretud última, primordialmente en la percepción y a través de los múltiples modos subjetivos de aparición que me pertenecen y en los que él aparece persistentemente sin solución de continuidad.

      En cuanto afecciones de mi conciencia –como apuntó acertadamente Aristóteles– no de este o aquel objeto o tipo de objetos o de sus respectivos campos, sino –como afirma Husserl en consonancia con aquel– de mi conciencia general tanto en sentido transitivo, apuntando al mundo, como en sentido intransitivo, apuntando a mí mismo, el sueño y la vigilia no representan problemas fenomenológico-constitutivos cualesquiera, por ejemplo, sobre cómo se constituye la percepción del color o la intelección de los objetos matemáticos, sino que incumben directamente a nuestra comprensión de nuestra vida concreta en su esencial correlación con el mundo concreto. En otras palabras, ellos tienen un lugar en el corazón de la problemática fundamental de la constitución del mundo a través de nuestras efectuaciones subjetivas y de la autoconstitución de nuestra vida en él como vida humana. Como afirma Saulius Geniusas (2010), los análisis de fenómenos tales como el sueño, la vigilia, el nacimiento y la muerte permiten entender que la concretud que está puesta en el centro de la fenomenología madura y tardía de Husserl debe ser comprendida en términos del


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