Paz decolonial, paces insubordinadas. Jefferson Jaramillo Marín

Paz decolonial, paces insubordinadas - Jefferson Jaramillo Marín


Скачать книгу
del Estado soberano se basa en un imaginario estadocéntrico de corte occidental y liberal, que ignora que muchas comunidades disponen de otras formas de organización sociopolítica, descentralizadas e informales (Roberts, 2011, p. 11).

      4 La imposición de la economía de libre mercado ha reducido la actuación del Estado en la economía y las políticas de bienestar social, con consecuencias lesivas como el desempleo y la pobreza (Pugh, Cooper y Turner, 2008, pp. 3, 7).

      5 Los derechos sociales, económicos y culturales colectivos suelen ser ignorados, al tiempo que muchas veces se procede a eliminar derechos de bienestar y de redes de seguridad social previamente existentes (Richmond, 2008, pp. 287-288).

      6 Las políticas internacionales de paz liberal son, con frecuencia, impuestas por los actores y donantes foráneos, sin tomar en consideración la participación, cultura, necesidades e intereses de las poblaciones locales (Richmond, 2008, pp. 295-300).

      7 Y, al no prestar atención a lo local y al contexto histórico, tienden a ignorar las causas profundas de los conflictos, las injusticias históricas y los desequilibrios globales, lo cual exime de responsabilidad al orden internacional vigente y contribuye a apuntalarlo (Mac Ginty y Richmond, 2013, pp. 768, 779).

      Todo lo anterior, en definitiva, hace de la paz liberal un instrumento para la expansión mundial de la globalización neoliberal y la hegemonía occidental; un medio de biopolítica global o gobernanza para controlar las zonas convulsas del sur y garantizar la seguridad del orden internacional (Duffield, 2007).

      Gran parte de estos cuestionamientos a la paz liberal vienen siendo formulados por diferentes autores y autoras de procedencias intelectuales diversas, que entroncan con la visión original de la construcción de paz como un proceso transformador y emancipador. Conforman una cuarta generación de los estudios de paz (Richmond, 2010), que algunos autores denominan paz posliberal (Tellidis, 2012; Richmond, 2011) o, en general, estudios críticos de paz.

      Se trata, entonces, de contribuciones procedentes de diferentes corrientes pospositivistas de las Ciencias Sociales, cada una de las cuales aporta sus propios ángulos de análisis. Así, por ejemplo, el constructivismo, en particular su vertiente crítica, propone que los discursos y otros elementos ideacionales (valores, símbolos, normas, etc.) son constitutivos de la realidad, y, más concretamente, de las concepciones del conflicto y la paz. El posestructuralismo, desde su rechazo a cualquier metanarrativa o explicación unívoca de la realidad, enfatiza la existencia de una multiplicidad de visiones del mundo y pone en evidencia la presencia de una pluralidad de concepciones de la paz y de iniciativas para construirla desde los márgenes del sistema, en los sectores subalternos y sin voz.

      Por su parte, las corrientes feministas han puesto de relieve la agencia, o rol activo, desempeñado por las mujeres en los procesos de paz, así como la interrelación mutua que existe de la (re)construcción de las identidades de género (femeninas y masculinas) con los conflictos y la construcción de paz (Mendia, 2014).

      Por último, cabe aludir a los recientes aportes de la geografía crítica de paz, según la cual los procesos de construcción de paz deben traducirse en una reconstrucción social del espacio, con una transformación de las relaciones sociales de poder en el mismo, a fin de crear espacios justos y pacíficos (Pérez de Armiño, 2019).

      En cualquier caso, por encima de sus particularidades, estas corrientes presentan varios rasgos comunes, entre los que caben destacar los siguientes (Zirion y Pérez de Armiño, 2019):

      a) Una perspectiva crítica y emancipadora. Los enfoques críticos se caracterizan por cuestionar el statu quo y las relaciones de poder en todas sus formas y niveles, sea el internacional, de clase social, raza y género, entre otros. En consecuencia, abogan por una paz positiva y emancipadora, esto es, que confronte las diferentes estructuras y políticas que generan opresión y violencia, y que se base en la justicia social y el empoderamiento de los sectores marginalizados (Chandler y Richmond, 2014).

      b) La transformación de los conflictos afrontando sus causas estructurales. Estos enfoques heredan la concepción originaria de construcción de una paz positiva como un proceso de superación de la violencia estructural y de erradicación de las causas profundas del conflicto (desigualdades, exclusión política y social, sentimientos de explotación, etc.). Lo anterior los lleva a asumir, al menos de forma implícita, y al mismo tiempo a enriquecer, la perspectiva de transformación de conflictos formulada, entre otros, por Jean Paul Lederach (1994) y Hugh Miall (2004, pp. 4-5). Esta sostiene que el conflicto es inherente a la vida social y catalizador del cambio social, por lo cual el objetivo no debe ser resolverlo, sino transformarlo para que se dirima no por medios violentos, sino pacíficos. En lugar de mitigar las manifestaciones del conflicto, es preciso afrontar sus profundas causas sociales, políticas o culturales, es decir, las estructuras y relaciones sociales injustas con fuertes desequilibrios de poder. Esto es lo que puede garantizar una paz positiva, justa y sostenible en el tiempo.

      c) Un enfoque de derechos humanos, enfatizando en los derechos económicos, sociales y culturales. A diferencia de la paz liberal, centrada solo en los derechos cívico-políticos, los enfoques críticos invocan la integralidad del conjunto de derechos humanos, subrayando en particular la importancia de los económicos, sociales y culturales. Tal enfoque de derechos es esencial para abordar las causas profundas de los conflictos (ligadas con frecuencia a la violación estructural de derechos), a fin de evitar el estallido de la violencia, reducir el impacto del conflicto armado y reconstruir las sociedades después del mismo. Igualmente, es un instrumento decisivo para empoderar a los sectores marginalizados, articular sus reivindicaciones y darles garantías de que las conculcaciones que sufren serán afrontadas (Parlevliet, 2017; Dudouet y Schmelzle, 2010).

      d) El reconocimiento de la diversidad de identidades y culturas. Los enfoques críticos rechazan la imposición, a través de la paz liberal, de valores supuestamente universales, pero que en realidad son de origen occidental y de fundamentación ideológica liberal, por lo que no se ajustan a muchos contextos sociales y culturales no occidentales o con historias coloniales. Igualmente, rechazan la asunción etnocéntrica de que los valores occidentales son superiores a otros.

      e) La importancia prestada a las bases y a lo local. Las corrientes críticas subrayan que los procesos de paz, en lugar de ser inducidos desde fuera y de arriba hacia abajo (como en el marco de la paz liberal), deben ser endógenos y de abajo hacia arriba, protagonizados por los actores locales con base en sus necesidades, intereses y derechos. A esta orientación ha contribuido la perspectiva denominada paz desde la base, que analiza múltiples iniciativas comunitarias y tradicionales de paz, resolución de disputas y reconciliación (Mac Ginty, 2008).

      En general, los estudios de paz han experimentado en las dos últimas décadas un giro local (Mitchell y Landon, 2012; Donais, 2012), consistente en una creciente valorización del papel que, en escenarios de conflicto o posconflicto, juega “lo local”: actores, iniciativas, objetivos, valores, identidades, etc. De este modo, se presta gran atención a la agencia (o capacidad de decisión y actuación política) de los actores locales, que con frecuencia se expresa a través de iniciativas informales, cotidianas y de resistencia a las estructuras de poder. Igualmente, las corrientes críticas realizan sus análisis tomando en cuenta las características históricas, sociales y culturales de cada contexto particular.

      En suma, los enfoques críticos de construcción de paz vienen realizando importantes contribuciones a una mejor comprensión y análisis de los procesos de paz. De este modo, han realizado relevantes aportes ontológicos, al sustentar una interpretación más problemática y compleja de la paz, entendiéndola como un proceso orientado al cambio de las estructuras sociales y de poder, para promover la justicia social. Así, la paz se define no como un ideal o meta final, sino como un proceso dialéctico, contingente, permanente y siempre inacabado, que incluye su “imperfección” (Muñoz, 2001).

      En el plano epistemológico, estos estudios críticos han contribuido a incorporar la variable de género en los análisis, desafiar el imaginario racionalista y estadocéntrico occidental, tomar en cuenta la existencia de diferentes interpretaciones de la realidad y de la paz, que dependen de contextos particulares, y, como consecuencia, han evidenciado la necesidad de construir un conocimiento situado,


Скачать книгу