Escritos Pandémicos (2020/21). Luis Campalans Pereda
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LUIS CAMPALANS PEREDA
ESCRITOS PANDÉMICOS
(2020/21)
Luis Campalans Pereda
Escritos pandémicos : 2020/21 / Luis Campalans Pereda. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2021.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: online
ISBN 978-987-87-1583-4
1. Ensayo Literario Argentino. I. Título.
CDD A864
EDITORIAL AUTORES DE ARGENTINA
Diseño de portada: “Edipo y la esfinge de Tebas” Oleo de Gustave Moreau (1864)
Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723
Impreso en Argentina – Printed in Argentina
Índice de contenido
NOTAS SOBRE EL PSICOANÁLISIS Y LA PESTE
CAZANDO MAMUTS. BREVE ENSAYO SOBRE EL MIEDO
El miedo global por Eduardo Galeano
DE LA TRANSITORIEDAD A LA SEGUNDA MUERTE
Poema para la posteridad – Raymond Quenau
A PROPÓSITO DEL CENTENARIO DE MÁS ALLÁ DEL PRINCIPIO DEL PLACER
A todos aquellos que, de una u otra manera, decidieron sostener su espacio de análisis
INTRODUCCIÓN
Corrían los primeros días de abril de 1982. Por ese entonces ya vivía en Buenos Aires y había comenzado, recién recibido de médico, mi residencia de Psicopatología. Estaba una tarde sentado en la vereda de un café (que ya no existe) de la avenida de Mayo, cuando tuve una experiencia y una vivencia que podría calificar de surrealistas.
De golpe, cientos, tal vez miles de personas, de toda traza y extracción, comenzaron a pasar por la calle sin cesar, manifestando con banderas, bombos, pancartas y vítores a la patria. Se dirigían hacia la Casa Rosada para aclamar al dictador, al que apenas unos días antes, en ese mismo lugar y bajo una dura represión, le habían exigido su dimisión. ¿Qué suceso había operado ese inusitado viraje? Ese mismo día, el gobierno militar argentino, última fase de los genocidas del “proceso”, había tomado, para sorpresa del mundo, las islas Malvinas. Ello bajo el amparo y el pretexto de una arenga ultranacionalista y patriotera, tan elemental como efectiva y que incluía la delirante idea de que Inglaterra no reaccionaría ante tal muestra de fervor patriótico o que de hacerlo sería vencida militarmente. El resto lo hicieron los medios, que por entonces se reducían a los periódicos, la radio y los canales de aire; más que suficiente para esa época. Un discurso que, sorpresiva y llamativamente, se imponía también entre la mayoría de los allegados, compañeros y amigos, a despecho de sus posiciones anteriores.
Por un lado, tenía la firme convicción de estar en el medio de un vendaval de locura y absurdo, de ser empujado a un salto al vacío que solo podía traer penas y desgracias a corto plazo. La sensación de vivir en un delirio colectivo, del que me sentía peligrosamente afuera, pero a la vez estaba tan involucrado por sus consecuencias y efectos como cualquiera. Por otro lado, el sentirme en una posición tan minoritaria, casi sin interlocutores válidos, por momentos generaba la angustiante pregunta de dónde estaba la locura y dónde la racionalidad; de quién estaba loco en realidad, en esa realidad.
Se imponía entonces la autocensura, el miedo de expresar no ya una oposición sino alguna duda o interrogante; so temor de ser rápidamente etiquetado y denostado como “comunista”, “subversivo” “antipatriota” y hasta un “inglés”. Es así como, desde las tribunas ahora de golpe hermanadas, se gritaba al unísono: “El que no salta es un inglés” y todos debíamos de saltar al compás, también fuera de las canchas de fútbol.
Este ominoso recuerdo me ha surgido espontáneamente varias veces en este año largo que llevamos sumidos en la actual pandemia del coronavirus. Desde luego, me interesan mucho más las similitudes que provocaron esa evocación que las diferencias con ella, que en principio parecerían bastante obvias. Por un lado, no se trata de una guerra sino de una epidemia y de una enfermedad, eventualmente mortal, aunque la lucha contra ella, esencia de lo que llamamos “la pandemia”, es habitualmente catalogada como una “guerra” o “batalla”. Por otro lado, ya no se trata de un escenario local o continental, sino de una dimensión mundial, global, donde no existe la posibilidad de declararse “país neutral” como en las guerras y así quedar al margen de ella. Una guerra, al cabo, contra la otredad más absoluta y radical que es la de lo real, representado por el virus, en tanto que desconocido e incontrolable. Esto viene a recordarnos, más allá de toda apariencia o recubrimiento, quién está al mando, quién es el “Herr”, el amo absoluto. En la misma medida, ecuménica y global se instalan la angustia y el miedo, en una escala nunca antes vista, constituyendo una “vivencia de fin de mundo” mundial.
Debemos confesar cierta desilusión, por la mayoritaria actitud y posicionamiento de los analistas en la actual coyuntura, tanto en el plano individual como a nivel de sus diversos grupos e instituciones. Nos ha sorprendido el predominante acatamiento de la “nueva realidad” casi sin ejercer reflexión, interrogante o duda al respecto.
Tenemos la impresión de que los analistas y sus expresiones institucionales han oscilado entre el incluirse en la tarea médico-sanitaria, en lo “terapéutico” entendido como “contención” y “cuidado” o bien el seguir impertérritos, enfrascados en sus propias temáticas (el “sinthome” o el “cuarto nudo”, por ejemplo) como si viviésemos en Marte. En el medio, podrían estar todos aquellos que, sorprendidos, no han sabido bien dónde y cómo ubicarse.
Lo cierto es que las voces disonantes o disidentes han quedado reducidas a algunos sociólogos, filósofos, semióticos, artistas, incluso epidemiólogos y virólogos, siempre en minoría, claro está. Tal vez “disidente” podría ser tan solo una etiqueta (hay otras más fuertes como “negacionista”, “antisistema”, “antivacuna”, etc.), pues se trataría simplemente del mero preguntarse, dudar o cuestionar.