mis humores. Fernanda del Monte
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Después de esa operación mi padre cambió de humor. Se volvió más apacible y menos iracundo. Sus amigos decían que habían sido esos doce litros de sangre los que lo habían cambiado. Que le habían pasado el humor de otras personas y eso lo había hecho tener ahora un carácter más tranquilo. Eso la ciencia no lo puede explicar, y la psicología dirá que el miedo a la muerte y sus tres semanas en terapia intensiva lo hicieron reaccionar. No creo que mi padre siquiera pensara en estas opciones. No hay respuesta. Solo una narrativa que hacemos de los hechos vividos. Me gusta pensar que a mi padre le cambiaron el carácter esos doce litros de sangre de un hombre apacible que fue feliz.
Cuando la cólera se apodera de mí, siento que algo hierve. Como si la temperatura de mi interior se hiciera volcánica. La expresión me hierve la sangre a veces se siente tan literal que pienso que se me va a salir. Me pone colérica la impunidad, la mentira y lo que se sale de mi control. Pero siempre todo se sale de mi control. Entonces vivo enferma de cólera. No sé si la cólera se pueda curar. A veces pienso que deberían existir curas para las personalidades. Quitarse la cólera o la inseguridad. Pero la medicina y la psicología solo son paliativos para lo que realmente me hace sufrir /
Ser yo misma. ¿Cómo se hace para dejar de sufrir por ser uno mismo, por tener esas emociones que se desbordan, que no dejan que uno pueda estar ni ser? ¿Cómo se hace para dejar de ser Hamlet u Ofelia, o para dejar de desear como Fausto? Ni la literatura ni la ficción nos dan respuesta. Solo muestran el exceso. Quizás en el exceso esté la cura. Nietzsche pensaba que el sufrimiento de los humanos estaba en el hecho de querer siempre ser otro, conectarse verdaderamente con el otro. Pensaba que el arte dionisiaco podía hacernos recuperar el equilibrio. Porque con “equilibrio” se piensa en salud, y salud se piensa como armonía. Pero vendrán Freud y Jung para decirnos que eso es imposible, que siempre hay un río inconsciente de pensamientos y vivencias que nos marcan, que ir hacia adentro duele. Como ir hacia afuera. La desubjetivización, diría Nietzsche, hace que seamos parte del mismo manantial de la vida. Sin personalidad. Pero ahí hay que creer en el alma /
La ciencia nos dice que somos conexiones neuronales. Pero, sobre el concepto de “alma”, lo real es que no sabemos si lo aprendimos o es, como diría Platón, una Idea. Lo cierto es que cuando uno está conectado con el exceso del cuerpo algo sucede en el interior con la voz y con el sentir, con el pensamiento de uno y del otro. Pero sentirlo no es suficiente. Cambiarlo quizás sea el objetivo. Porque al final queremos entender para dejar atrás el dolor y regresar al paraíso donde hay compresión y dicha. ¿Cierto? O queremos dejar lo vivido y el dolor del pasado. O no queremos repetir la vivencia del dolor. Siempre está presente el miedo, a la vida y la muerte.
Pica pica pica
abre la llaga y sangra
pica pica pica
muerde y lastima
muerde y lastima
abre la boca y besa
abre las piernas
y sangra
sangra el atardecer
sangra tu voz
y la imagen de tu cuerpo
muerto hecho pedazos
por mí
pica pica pica
mas nadie habla de matar
pero a ti te cortaría en pedazos
te comería viva
te pondría limón
en las llagas
abre la boca y sangra
vuelve a decir que lo sientes mucho
sangra
madre
sangra hermano
sangra señora
sangra.
La ley, la ciudad y la sociedad están fundadas sobre el derramamiento de sangre. No matarás, es el primer mandamiento. No matarás. No abrirás un cuerpo. Por siglos estuvo prohibido abrir un cuerpo para inspeccionarlo. Fue hasta que la medicina moderna decidió volver a abrir a los cuerpos que pudimos vivir más años. Fue hasta que se decidió que la sangre era solo sangre y que los cuerpos no eran alma, que se pudo encontrar la cura a las enfermedades. Solo a partir de la transgresión de las normas morales, éticas y religiosas. La religión cuida que no pequemos, pero también que sigamos las reglas, y las reglas nos pervierten. Solo se encuentra la cura si se va más allá de la norma. Linda moraleja. Los reumatólogos no abren cuerpos. Toman radiografías, tomografías y hablan con los pacientes. Normalmente las pacientes. Para los reumatólogos no hay sangre, hay articulaciones /
Para algunas religiones sigue prohibido hacer transfusiones de sangre. La sangre es sagrada, dicen. Si mantenemos nuestro ser en nuestro interior, entonces estamos a salvo. Piensan. Los unos y los otros /
Cuando yo era chica les pegaba violentamente a los niños que me molestaban. Una vez fui capaz de pegarle a mi hermano, que era mucho más alto que yo. La reprimenda de vuelta fue peor que el golpe, pero nunca me sentí tan valiente como cuando me acerqué a él y, aun sabiendo que después me iba a ir peor, le pegué. Salí corriendo. Me imagino que lo acusé con mi papá, como siempre. Pero él me lo regresó. Aunque no importaba, haber estado a la altura del más grande me hizo fuerte. La violencia siempre me ha parecido necesaria. Dicen que no es moral. Las ciudades-Estado están marcadas por la fundación de la ley que prohíbe ejercer violencia por propia mano. Esto implica que es otro el que ejerce justicia. Pero en un país como México no se puede pedir que el Estado ejerza justicia, sobre todo si el que necesita de ella es el violentado por doble partida. Es decir, si vas a reclamar que te violentaron, después acabas en la cárcel. Entonces, ¿qué hacer con la violencia que uno guarda dentro? Sacarla. Con saña y con sangre. La violencia del territorio donde vivo no es gratuita, no es que los bárbaros salgan a hacer daño porque quieren. Es porque se defienden. Es porque es la forma en la que ven la posibilidad de sobrevivir. Si nadie nos defiende, nos tenemos que defender nosotros mismos. Tengo amigos violentos. En su voz, en su forma de hacer. Tengo amigas violentadas, rotas, amargadas. Trabajo con mujeres y hombres que han sufrido violencia toda su vida. La violencia es pura sangre que hierve, es cólera, es tener que hacer algo con ello. Mi padre me dijo que hiciera algo con la violencia contenida. Que yo era violenta sin razón /
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