Movimiento en la tierra. Luchas campesinas, resistencia patronal y política social agraria. Chile, 1927-1947. María Angélica Illanes Oliva

Movimiento en la tierra. Luchas campesinas, resistencia patronal y política social agraria. Chile, 1927-1947 - María Angélica Illanes Oliva


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en pos de un prometido bienestar.

      A nivel político nacional, como hemos visto, este período está marcado por la conformación en Chile, a partir de 1936, de la alianza socio-política Frente Popular, que aglutinó a los partidos de izquierda y de centro, así como también a la mayoría de las orgánicas gremiales y sindicales, en vista de la constitución de una fuerza social de nuevo cuño capaz de disputar el poder a la oligarquía y acceder al gobierno de la República, tal como efectivamente ocurrió en 1938, bajo el liderazgo del radical Pedro Aguirre Cerda. Asimismo, el momento se caracteriza por un proceso de consolidación de un movimiento obrero que vive un fenómeno de reagrupamiento ampliado en torno a la recién fundada Central Única de Trabajadores de Chile (CTCH), la que, al amparo del Código del Trabajo de 1931, experimenta la consolidación de sus organizaciones sindicales, las que buscan proyectarse también hacia el ámbito de los trabajadores agrícolas, estimulando su sindicalización. Cabe también resaltar el rol que juegan, en el período de estudio, los partidos de izquierda (Partido Socialista y Partido Comunista) en el «despertar» y la defensa de los derechos de los trabajadores agrícolas y campesinos en general, cuyos intereses defienden tanto a través de los programas que levantan en las diferentes candidaturas de gobierno del período como a través de la militancia en el terreno y el parlamento, asumiendo esta tarea como exigencia ética de defensa de los derechos humanos y sociales de uno de los sectores más abusados históricamente, cuales eran los sectores campesinos del país.

      Desde este campo histórico desplegado en la época que aborda nuestro estudio (1927-1947) podemos visualizar en Chile la presencia de un complejo fenómeno político, cultural, económico y social que marca una etapa de discontinuidad histórica, configurada por la postcrisis económica, la recomposición de fuerzas políticas y el amplio levantamiento de un debate ético e ideológico en torno a proyectos de reforma y reestructuración. A partir de estos debates críticos, se logra visibilizar el problema de la pobreza y necesidad de los sectores medios y populares y, con especial énfasis, salen a luz las condiciones de vida de los pobres de la ciudad y del campo chileno, así como su rezago en materia de derechos sociales y laborales. En el seno de este proceso, se puede percibir en la época un fenómeno de agudización de las tensiones y conflictos de clase en el seno de la sociedad civil y política, tensiones que focalizan la mirada interna de la nación hacia uno de los principales puntos críticos de la realidad: las relaciones sociales dadas en la estructura y de la propiedad agraria de la época donde se despierta una lucha desigual por el reconocimiento por parte de los trabajadores y campesinos del país.

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      Los distintos rostros y figuras que asume esta lucha desigual es el corazón de esta historia a narrar. Desde esta perspectiva, esta es una Historia Social. ¿Qué entendemos y cómo definimos la «historia social»? La Historia Social no tiene raíces en el hábitat tradicional de la historiografía narrativa de las hazañas guerreras y de los señores de espada; también está lejos de provenir del paradigma científico positivista moderno, basado principalmente en leyes y fórmulas relativamente estables y en modelos de medición, en el cual se afincaron varias escuelas historiográficas, inclusive la famosa Escuela de los Anales francesa. Las raíces matrices de la Historia Social se nutren de la dialéctica hegeliana, paradigma que recoge la ancestral sabiduría de la dialéctica oriental, así como de la dialéctica griega. Reconociendo la dialéctica hegeliana el principio de la realidad humana como «relación social» dada en la historia, esta es una relación en movimiento impulsado por la interacción de los opuestos en relación de diálogo contradictorio. Así, el desafío de la historia social ha sido reconocer, investigar y narrar la relación contradictoria de los sujetos en una formación social histórica y seguir el curso de su movimiento y transformación hacia nuevas formas. Una segunda casa matriz de la historia social, como se sabe, ha sido el marxismo en su rostro de materialismo dialéctico, el que, teniendo como raíz la dialéctica hegeliana, comprende la historia como relaciones sociales de producción en lucha contradictoria, en vista de la generación social y productiva de la vida.

      De este modo, definimos la Historia Social como el campo de conocimiento que busca comprender la sociedad vista como un proceso histórico de configuración de sujetos relacionados socialmente y en movimiento contradictorio en lucha por el mutuo reconocimiento de su valor y autonomía, y en busca, también, de la producción social de su vida. Entendida la Historia Social como una historia centrada en el estudio de las relaciones sociales que se establecen en el seno de la sociedad civil y las luchas por el reconocimiento que en este nivel se desencadenan, es necesario tomar en cuenta que estas luchas también se han de dar, simultáneamente, en torno a la disputa por el control del gobierno de la sociedad y del territorio. Así, toda Historia Social es, al mismo tiempo e inseparablemente, «historia social-política» e historia del Estado.

      Esta doble e inseparable lucha es la que se busca poner en escena en esta investigación, tanto en la presión por el cambio en las relaciones sociales en el campo chileno, como en función de la disputa por el control del aparato de gobierno y del Estado chileno, en un momento en que éste se ha vuelto más dúctil a las presiones de la sociedad civil en su conjunto.

      A través de un amplio levantamiento documental de archivo, de prensa de la época y de boletines parlamentarios, hemos intentado poner sobre la mesa los aspectos más reveladores que muestran los textos acerca del juego de fuerzas comprometidas en el proceso político y social agrario del período en estudio. Buscamos historiar aquí al modo de una «fenomenología» y de una «dialéctica social», es decir, visibilizando los hechos y los sujetos como se manifiestan y se aparecen-presentan ante nuestra propia lectura de los textos, poniéndolos en el movimiento de sus relaciones mutuas, identificando sus luchas y los momentos significativos del proceso de construcción de su sujeto-acción-habla. Observando/leyendo los temas e interpretando los problemas planteados situados en un dinámico y, a menudo, contradictorio campo en disputa, buscamos una relativa «comprensión histórica» acerca de uno de los capítulos más significativos de la historia de Chile, cual es el de las relaciones sociales agrarias y el difícil proceso de emancipación del campesinado.

      Debemos advertir que esta es, principalmente, una historia de hombres, de trabajadores, de machos levantándose, hablando, atreviéndose a mirar frente a frente al otro macho-patrón/administrador, alzando rostro y habla; mientras otros machos muy machos (los intelectuales orgánicos de que hablábamos) sacan voz ronca en este período de la historia de Chile en que se juegan procesos de cambio y posibilidades de hacer alguna justicia. Esta es una historia de este evento que, en todos los documentos, está narrado en masculino, en lo que no podemos intervenir. Así, esta no es una historia donde se evidencien claramente las relaciones de género que necesariamente la atraviesan, ni que, incluso, incorpore la presencia sistemática de las mujeres campesinas; no porque queramos, sino porque la documentación las oculta. Lamentablemente este es, a mi juicio, una de las principales debilidades de las historias de los trabajadores en general y de esta historia de la cuestión campesina, en particular. No obstante, la presencia y conciencia de las mujeres campesinas nos acompañan, evidentemente tocadas y activas en cada uno de los momentos críticos por los que pasó el campesinado en el período. Ellas incluso son documentadas en circunstancias de huelgas campesinas y en situaciones críticas de despojos de tierras. Sin embargo, las hemos buscado también en otras narrativas: en la novela de la tierra, donde existen plenamente vivas, altivas, inteligentes, luchadoras. Agradecidas de estas y estos autores y de este literatura, en un capítulo especial las ponemos sobre esta mesa-texto.

      Sin embargo, quisiéramos plantear que existe un lugar específico donde podríamos hablar de una visibilidad de las mujeres, incluso desde los hombres: ese lugar es su común trabajo con la tierra, un ámbito donde se despliega en hombres y mujeres una suerte de dimensión unisex-Mujer: arando, buscando la germinación y recogiendo los frutos de la diosa Gea, la Madre Tierra. Campesinas y campesinos son cuerpos de la tierra al alba de su llamado, sumergidas sus manos en la masa del pan y de la tierra, sembrando, lechando, desmalezando, cosechando… cayendo agotados al atardecer luego de haber trabajado en largas jornadas a la intemperie del sol, de la lluvia y del frío, y luego de caminar kilómetros tras los animales o de ida y vuelta a los campos de labor. A esto las mujeres suman la crianza


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