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(Weber) que no alcanza plena consumación, pero que actúa como el referente de un proceso y fenómeno cuya energía emancipatoria se ha puesto en acción y ya camina en busca de ese sujeto (siempre ideal) libre, autónomo y consciente de sí en sociedad. Sin embargo, hay que enfatizar que este sujeto (ideal) es real en cuanto se define justamente por su acción y su inquietud incesante tras su sí-mismo histórico a través de su experiencia de relación con el otro-de-sí-en el mundo. «El sujeto es lo que él hace, es su acto y aquello que hace es la experiencia de la conciencia de la negatividad de la sustancia, en cuanto experiencia y conciencia concretas de la historia moderna del mundo (…)». J. L. Nancy, Hegel. La inquietud de lo negativo, Madrid, Ediciones Hachette, 1997, p. 11.
7 Respecto de este movimiento de presión en pro de la formación de sindicatos y de presentación de Pliegos de Peticiones, hay autores de las ciencias sociales que, si bien han reconocido su existencia, los desvalorizan: que ellos, dicen, «no tuvieron mayor significación social puesto que no lograron modificar el sistema de relaciones sociales institucionalizadas en el sector rural, ni tampoco lograron influir en las decisiones adoptadas en el sistema político e institucional tendientes a mejorar las condiciones de vida y de trabajo del campesinado». L. Cereceda, y F, Dahse, Dos décadas de cambios en el agro chileno, Santiago, Instituto de Sociología, PUC, 1980, p. 28. En este estudio, además de discrepar de estos planteamientos, comprendemos el problema de la cuestión campesina y su despertar reivindicativo desde una perspectiva socio-histórica o desde la «historia social», es decir, significando el momento de la emergencia de nuevos sujetos con conciencia crítica, capaces de levantar planteamientos y de realizar prácticas que presionan por transformaciones que preparan la tierra para momentos sucesivos. La historia social no trabaja buscando identificar prácticas específicas con resultados inmediatos, sino reconociendo procesos e identificando sujetos y momentos significativos que movilizan la otrora invisibilidad y rompen el silencio.
8 G.W.F. Hegel, Fenomenología del Espíritu, México, Fondo de Cultura Económica, 2002, pp. 113-117.
9 Sobre el concepto de poder ejercido como una red de fuerzas provenientes desde los grupos en interacción crítica, ver M. Foucault Microfísica del Poder, Buenos Aires, Ediciones la Piqueta, 1992.
10 Para Heidegger, el ser como habitar se manifiesta en el construir como expresión del «poder de habitar». Aquí introduce Heidegger el concepto de «poder de habitar», el que relaciona con el concepto de poder-construir, acto que crea el lugar. «Sólo si tenemos el poder de habitar podemos construir». Pero esta conceptualización del ser como «poder de habitar» en Heidegger, no alcanza, a nuestro juicio, a dar cuenta de las relaciones de poder que históricamente se juegan en el seno del habitar, donde acontece el ser histórico. El poder de habitar debiera concebirse y cargarse con lo que define todo poder, es decir, relaciones de fuerza (Foucault) y relaciones contradictorias (Hegel). A nuestro juicio, el ser-como- habitar es una acción (o un existir) que históricamente se presenta (al modo foucaultiano) cargado de fuerza, es decir, de relaciones sociales de poder: ‘poder-de-habitar’». Esto supone la configuración –simultáneamente al construir del habitar– de un «espacio/campo de fuerzas», donde se escenifican y circulan las diversas fuerzas de poder existentes en el seno de dicho espacio/habitar, donde tienen lugar prácticas de apropiación social del lugar/espaciado al habitar y donde, por lo mismo, dicho «lugar/habitar» queda abierto a prácticas de gobernabilidad, donde gravitan fuertemente las hegemonías dominantes». M. Angélica, Illanes, «El proyecto comunal en Chile, (fragmentos) 1810-1891», Historia, N° 27, Santiago, 1993, pp. 213-329.
11 Martin, Heidegger, «Construir, habitar, pensar», Darmstadt, Alemania, 1951 en Conferencias y artículos, Barcelona, Serbal, 1994.
12 J. Petras, H. Zemelman, Proyección de la Reforma Agraria: el campesinado y su lucha por la tierra (ICIRA, U.Chile), Santiago, Editorial Quimantú, 1972, p. 25.
13 «Donde hay relaciones de autoridad se espera socialmente que el elemento super ordenado controle, por medio de órdenes o comandos, amenazas y prohibiciones, la conducta del elemento subordinado», R. Dahrendorf, Class and class conflict in industrial society, New York, Oxford University Press, citado por Urzúa, Raúl, La demanda campesina, Santiago, PUC, 1965, p. 67. A su vez, Urzúa distingue entre «relaciones paternalistas de autoridad» (entendidas como) «aquellas en que una esfera amplia va acompañada por una asignación particularista de las recompensas» y «relaciones contractuales de autoridad» como aquellas que «tienen una esfera limitada y siguen criterios universalistas para asignar las recompensas». Raúl, Urzúa. La demanda campesina, Santiago, PUC, 1965, p. 71.
14 Ver Arnold Bauer, La sociedad rural chilena. Desde la conquista española hasta nuestros días, Santiago, Editorial Andrés Bello, 1994, p. 194. Ver al respecto Brian Loveman. Chile. The legacy of hispanic capitalism, Oxford University Press, New York, 1979.
15 L. Cereceda, y F. Dahse, Dos décadas de cambios en el agro chileno, Cuadernos del Instituto de Sociología, P. Universidad Católica de Chile, Santiago, 1980, p. 11.
16 Brian. Loveman, Chile. The legacy of hispanic capitalism, New York, Oxford University Press, 1979.
17 Uno de los principales exponentes de esta teoría ha sido el economista Oscar Muñoz, cuyos planteamientos han sido seguidos por numerosos historiadores; teoría que no tenía fundamento considerando los estudios del historiador Brian Loveman en los años 70. Ver Oscar Muñoz, Chile y su industrialización. Pasado, crisis y opciones, Santiago, CIEPLAN, 1986, pp. 82-84; Brian Loveman, Chile. The legacy of hispanic capitalism, New York, Oxford University Press, 1979, pp. 278-280. Últimamente, la teoría del «pacto por la industrialización» ha sido cuestionada por varios historiadores, entre ellos, el historiador Fabián Almonacid. Ver Fabián Almonacid, La agricultura chilena discriminada (1910-1960). Una mirada de las políticas estatales y el desarrollo sectorial desde el sur, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 2009; Sofía Correa et al., Historia del siglo XX chileno, Santiago, Editorial Sudamericana, 2001, pp. 130-131.
18 L. Cereceda, y F. Dahse, Dos décadas de cambios en el agro chileno, Cuadernos del Instituto de Sociología, P. Universidad Católica de Chile, Santiago, 1980, p. 12.
19 Raúl, Urzúa, La demanda campesina, Santiago, PUC, 1965, p. 65.
20 Sobre el concepto de «acumulación primitiva de capital « ver Carlos Marx El Capital, Tomo I, México, Fondo de Cultura Económica, 1972.
21 Sobre este tema del trabajo de las campesinas ver el excelente estudio de Heidi Tinsman, La tierra para el que la trabaja. Género, sexualidad y movimientos campesinos en la reforma Agraria chilena, Santiago, LOM, DIBAM, 2009.
22 Ver al respecto el notable trabajo de Ximena Valdés, Loreto Rebolledo y Angélica Wilson, Masculino y femenino en la hacienda chilena del siglo XX, Santiago, Fondart-CEDEM, 1995.
23 Quizás a este poder de Gea se refería Millaray Garrido Paillalef en un conversatorio, cuando declaraba su condición de mujer no subordinada y empoderada y su destino como amada del amor emanando desde la propia madre Mapu hacia sus seres más queridos. Conversatorio «Zomo Newen Ñi Tukulpan. Memorias de mujeres mapuche semillando la vida», expositoras: Machi Adriana Paredes Pinda, Millaray Garrido Paillalef, Carolina Carillanca Carillanca, UACH, Valdivia, 28 de marzo, 2019.
Así sufre el campesino
Cuarteta
Del rico terrateniente el pobre es esclavizado y se ve muy obligado a la pega hacerle frente.
Glosa
Güen dar con el campesino:
A las cuatro