Movimiento en la tierra. Luchas campesinas, resistencia patronal y política social agraria. Chile, 1927-1947. María Angélica Illanes Oliva

Movimiento en la tierra. Luchas campesinas, resistencia patronal y política social agraria. Chile, 1927-1947 - María Angélica Illanes Oliva


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al camino;

       se dirige a su destino

       como todo ser viviente

       desiando un mejor ambiente

       que este al que se halla obligado

       por ser tan esclavizado

       del rico terrateniente. Algunos nos apegamos a un rajuño de la tierra y mucho trabajo encierra en lo poco que ganamos; en la esclavitud pasamos vivimos martirizados y en todo fundo explotados por la tierra que nos dan, que para ganar el pan el pobre es esclavizado. La obligación en el fundo es siempre bastante dura y al pobre llaman basura cuando le agarran el rumbo; no descansa ni un segundo y así lo pasa agobiado; dura faena ha trabajado para aquel terrateniente, su vida es tan deprimente y se ve muy obligado. Si se llega a cosechar en la tierra que nos dan tan sólo nos dejarán unos porotos y a par; tenemos que alimentar a esos ricos prepotentes que esclavizan inconscientes a los más necesitados, los que se ven obligados a la pega hacerle frente.

       Despedida

      Hasta aquí ya me despido;

       soy trabajador de fundo,

       mi narración no confundo

       porque en carne lo he sufrido;

       esta tierra en que he nacido

       ha guardado mi opinión

       cuando yo por mi aflicción

       he pensado renunciar

       pa ponerme a trabajar

       en cualquiera profesión.

      Rosalindo Farías24

      24 Diego Muñoz (selección). Poesía popular chilena, Santiago, Editorial Quimantú, 1972, pp. 119-120.

       Presentación

       Antes de la peluca y la casaca fueron los ríos, ríos arteriales: fueron las cordilleras, en cuya onda raída el cóndor o la nieve parecían inmóviles: fue la humedad y la espesura, el trueno sin nombre todavía, las pampas planetarias.

      Pablo Neruda

      Por siglos Pachamama estuvo oculta, encubierta, protegida en medio del océano, silenciosa, clandestina, anónima, guardadora de su verde virginal. Por siglos la Mar-Madre la apartó, abrazó, cubrió su cuerpo, cuidando el secreto de su paraíso. Sus playas, sus bosques, sus cordilleras, sus aves vivieron en el goce de su libertad y su belleza, por los siglos de los siglos...

      Contenía este cuerpo Mamapacha seres humanos en su interior que vivían en la intimidad de «su espesura» o entre los recodos de sus cerros y cordilleras sagradas. Seres humanos, nosotros mismos, que estábamos en su cuerpo en umbilical conexión, respirando desde sus entrañas, habitando uterinamente en cada una de sus partes e intersticios, sin ver el todo de la mama: tal era nuestra intimidad estando en nuestro cuerpo propio, andando en el seno de nuestra Pachamama por los siglos de los siglos ...

      Ya fuese en su rostro a ras-mapu, con sus habitantes mimetizados en la piel de su Mama, con sus cuerpos semidesnudos adornados con plumas, con sus habitaciones de paja y su alimento recogido como dádiva; ya fuese en su rostro en cultivo, con sus habitantes organizados en clanes familiares en función de la producción agrícola de su alimento y dirigidos por jefes prestigiados en el servicio; ya fuese en su rostro monumental, con sus habitantes jerarquizados en función de una cúpula religiosa y militar, los humanos de Pachamama vivíamos, trabajábamos y producíamos en el modo de comunidad: donde los miembros de un grupo con lazos de consanguinidad y que habitaban una determinada parcialidad de tierra la cultivaban en conjunto, distribuyéndose sus productos (restando el tributo en regiones de imperio) e identificándose sagrada y ritualmente con ella. El habitar-cultivar la tierra en comunidad era el modo-de-ser o el derecho natural por excelencia de los habitantes de Pachamama, sagrado ritual a la vida como cultivo-común, ni siquiera sustraído por los más poderosos de aquellas comarcas.

      Sin embargo, el tiempo había de llegar en que Pachamama fue des-encubierta, de-velada, atravesando la osadía marinera sus océanos protectores, siendo alcanzado su cuerpo en sus playas virginales y atravesada su vagina con el fuego del hierro. Ni la inocencia del paraíso-al-fin-hallado en las frágiles islas a ras-mapu pudo impedirlo. Impulsados por el deseOro, no Vieron, no quisieron aprenVer de la Pachamama, destruyendo cuerpos y comunidad.

      América fue, al mismo tiempo que nombrada, negada. Junto a la violencia desatada sobre los cuerpos inocentes, se rompe violentamente el modo de producir comunitario que resguarda el derecho de vivir como habitar-cultivar la tierra de nuestros ancestros. En el seno de esa violencia se inaugura el modo de producir privado-esclavista-encomendil-inquilinal-asalariado, que sustrae la tierra común y la pone en manos de un señor ex/traño a su habitar ancestral, sujetando a todos sus habitantes al servicio y beneficio de un solo y ex/tranjero amo y patrón. Con la conquista colonizadora se produce

      (…) la introducción de un tipo de propiedad desconocido en América como era el de la propiedad privada tan ajeno al indígena. Por ello, (el ab/orígen) no entendía con claridad cual era el fin de acumular riqueza a través de grandes extensiones de tierra. (…) En la mentalidad indígena no existió el concepto de propiedad individual. La tierra pertenecía a la comunidad; el individuo solo tenía un derecho de usufructo sobre ella si cumplía con los deberes y obligaciones que le imponía la comunidad (…). Por ello, la aparición y desarrollo del latifundismo, la concentración en una persona o familia de enormes extensiones de tierra de las que solo una parte se cultivaba, fue para los indios algo inexplicable y esencialmente injusto25.

      La historia latinoamericana, desde cualquiera de sus espacios, ha de comprenderse desde aquella discontinuidad radical que surge de su colonización europea realizada no como inmigración, sino por la vía de una conquista armada que toma posesión de todo su cuerpo-territorio y somete a todos sus habitantes nativos a nombre de un poder extranjero.

      La relación conquistadora-colonial que establecen las metrópolis hispanas con el territorio americano, se expresó principalmente en la toma de control y flujo de las riquezas minerales y de productos agrícolas rentables desde América hacia el continente europeo, impactando y modelando decisivamente la economía de Pachamama América y su desarrollo histórico en función de intereses ex/tranjeros26.

      Por su parte, el orden colonial interno en América se funda, básicamente, en la apropiación privada de la tierra como consumación de la conquista del territorio y de sus habitantes. «El poder del rey se esparció por el territorio en la forma de latifundios, de señores de tierras que lo representaban»27. Dicho proceso de apropiación de tierras consiste en la expropiación ampliada de tierras americanas comunitarias y su concentración individual-privada. «El proceso de apropiación de las tierras de los indígenas fue muy diverso (…), pero en casi todas partes fue paulatinamente conduciendo a un proceso de acumulación de tierras que fue la base de la hacienda»28. Es al interior de la hacienda donde se plantaron las bases de una clase terrateniente fundada en la gran propiedad y en el control privado de aquella población conquistada que quedó morando al interior de dicha tierra a-propiada, población cedida al hacendado como mano de obra tributaria por el Estado español.

      Durante el transcurso del período colonial americano y, especialmente en el siglo XVIII, se consolida esta estructura agraria mediante una alta concentración de la propiedad de la tierra sujeta a mayorazgo, en detrimento de las tierras de comunidades y pueblos de indios, junto a la fidelización y supeditación al hacendado de una masa de trabajadores agrícolas. «La dicotomía español-indio fue progresivamente reemplazada por la de hacendado-peón (…)»29. En la cima de esta dicotomía se erige una clase terrateniente que no sólo ejerce el poder sobre la población sujeta a su influjo, sino que gobierna sobre amplios territorios. De este modo, «las estructuras agrarias son, en América Latina, no tan solo un elemento del sistema


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