El Español de América. Miguel Ángel Quesada Pacheco

El Español de América - Miguel Ángel Quesada Pacheco


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figura en la Descripción de la provincia de los Quixos, un manuscrito que describe el actual Ecuador, redactado por el Conde de Lemos.{4} Al inicio del glosario escribe el autor:

      y aora para mayor inteligencia, me a parecido poner aqui un Dicionario con declaracion de los vocablos particulares de las Yndias, y poco familiares en España (folio 3).

      Renglón seguido aparecen 18 palabras con su significado, las cuales son: arcabuco, bahareque, camayo, (la) cordillera, dotrinero, dotrina, encomendero, encomienda, escupil, guandos, (los) macas, reservado, preservado o tributero, repartimiento, tributo, parcialidad, inga y Lima. Este glosario indica que, por lo menos en el léxico, a principios del siglo XVII se estaban dando diferencias entre América y España, no solo por causa de la introducción de voces indígenas al inventario léxico americano, sino también porque algunas palabras de origen ibérico se empleaban con significados divergentes a uno y otro lado del Atlántico.

      Una noticia más amplia sobre las diferencias léxicas proviene de 1637, del cronista fray Pedro Simón, autor de un libro sobre la conquista de Tierra Firme. En este libro figura lo que el autor llama «Tabla para la inteligencia de algunos vocablos de esta Historia», en cuya introducción dice el autor (con la ortografía original):

      Pareciome al principio destos libros poner una declaracion por modo de Abecedario de algunos vocablos, que solo se usan en estas partes de las Indias Occidentales que se han tomado de algunas naciones de los Indios, que se han ydo pacificando; y para mejor poder entenderse los Españoles con ellos en sus tratos, los han usado tan de ordinario que ya los han hecho tan Españolizados, que no nos podemos entender aca sin ellos...

      Pero ase de advertir, que no todos son comunes en su origen a todas las tierras de donde escrivo, por averse tomado de diversas partes dellas, y llevadose de unas a otras, en especial de la isla de Santo Domingo, que como fue la primera tierra que se descubrio, tomaron alli muchos los Castellanos y los llevaron, y introduxeron en otras, que se fueron descubriendo: pero ya (como he dicho) se han hecho comunes a Indios, y Españoles. (Simón 1637/1986: 51).

      La cita anterior cobra importancia porque es donde primero se manifiesta, expresamente, que hay diferencias -léxicas- entre América y España; además, que las diferencias léxicas también se pueden dar entre el mismo continente a causa de las distintas fuentes de donde provienen las palabras indígenas.

      La “Tabla” es un glosario compuesto de 156 entradas que describen la fauna, la flora y algunas costumbres de los americanos, tanto indios como españoles. Simón recopila no solo voces aborígenes incorporadas al español americano (y general), tales como aguacate, anones, caimán, guarapo, guayaba, maguey, naguas, papa, papaya, tomate, etc., sino también palabras de base castellana empleadas en América con un significado particular, entre las que tenemos borrachera ‘nombre de árbol’, cimarrón, cuarterón, demora, encomendero, estancias, estero, ladino, peso, piña, plátano, pulpería y muchas otras.

      El primer gran diccionario de americanismos es el Diccionario de voces americanas, redactado entre 1750 y 1777. Su autor fue el jurista panameño Manuel José de Ayala, quien desempeñó una serie de puestos en el Palacio Real de Madrid; entre ellos el más relevante fue promover y ordenar los archivos del Consejo y Secretaría de Indias por espacio de 32 años a partir de 1760. Ayala logró reunir cerca de 2800 voces y topónimos americanos, con lo cual queda clara su posición pionera dentro de la historia lexicográfica de América. Del conjunto de 2800 entradas, 1230 palabras forman el acopio de lo que se podría llamar «voces americanas», es decir, 43% del total de entradas de su diccionario. El resto lo componen topónimos y palabras generales o patrimoniales que, sin ser americanismos, el autor decidió incluir, por tener alguna relación con el Nuevo Mundo. De los dichos 1230 americanismos, 600 son de base castellana y 520 de base indígena, además de 111 gentilicios de tribus indígenas (Ayala 1995).

      Al diccionario de Ayala le sigue el Diccionario histórico geográfico de las Indias Occidentales, de Antonio de Alcedo, publicado entre 1786 y 1789. Este diccionario no difiere en mayor cosa del de Ayala, tanto en la forma de presentar las entradas como en su contenido, con muchos topónimos y léxico general. Sin embargo, para la lexicografía hispanoamericana es de gran valor el tomo V (intitulado Vocabulario de las voces provinciales de la América) en donde afirma el autor:

      Ofrecimos en el Plan de subscripción, que se publicó para este Diccionario, dar al fin de la Obra este Vocabulario, como parte precisa para la inteligencia de muchas voces usadas en aquellos Países: unas que aunque originarias de España, y especialmente de Andalucía, han degenerado allí por la corrupción que ha introducido la mezcla de los idiomas de los Indios; y otras tomadas de estos, y mal pronunciadas por los Españoles. (Alcedo 1789, tomo V, 1).

      Lo importante en Alcedo es haber observado ciertos cambios léxicos entre la Península y América, y no el vocabulario en sí, porque también Ayala presenta muchas voces americanas pero junto con los artículos de historia y geografía, en un solo diccionario. Alcedo separó, en cuatro volúmenes, historia y geografía de lo puramente lingüístico, que se encuentra, como queda dicho, en el quinto tomo. Por otra parte, de nuevo tenemos un testimonio que ha incitado al crecimiento de partidarios de la teoría andalucista, al indicar que muchas voces usadas en América provienen de Andalucía.

      Segunda etapa (siglo XIX):

      unidad o diferenciación

      A partir de la época independiente, en América se formaron dos actitudes lingüísticas con fundamentos bastante opuestos entre los intelectuales de dicha época, en relación con España: una separatista y otra unionista.

      La corriente separatista estaba encabezada por la llamada Generación de 1837 (bautizada finalmente, después de varios cambios, con el nombre de Asociación de Mayo, en 1846), la cual se basó en la filosofía del alemán Johan Herder, e incluía a pensadores como Juan María Gutiérrez, Juan Bautista Alberdi, Domingo Faustino Sarmiento y Esteban Echeverría, todos argentinos, pero también al uruguayo Bartolomé Mitre y al chileno José Lastarria. Todos ellos proclamaban una total independencia de España, la cual obviamente debía cubrir el aspecto lingüístico. Al decir de Alberdi,

      Bajo la síntesis general de españolismo nosotros entendemos todo lo que es retrógrado, porque, en efecto, no tenemos hoy una idea, una habitud, una tendencia retrógrada que no sea de origen español. (cit. por Rosenblatt 1961:26).

      Y Sarmiento, quien había sido purista en sus inicios, afirma en 1841:

      Los idiomas, en las migraciones como en la marcha de los siglos, se tiñen con los colores del suelo que habitan, del gobierno que rigen y las instituciones que las modifican. El idioma de América deberá, pues, ser suyo propio, con su modo de ser característico y sus formas e imágenes tomadas de las virginales, sublimes y gigantescas que su naturaleza, sus revoluciones y su historia indígena le presentan. Una vez dejaremos de consultar a los gramáticos españoles para formular la gramática hispanoamericana. (cit. por Rosenblatt 1961: 27).

      Según Guillermo Guitarte (1992: 78):

      La «emancipación» del español de América consiste, por tanto, en reivindicar el derecho de los americanos en cuanto tales a entrar en la dirección del idioma y a desarrollarlo por sí mismos. No se trataba de legalizar barbarismos ni de crear nuevas lenguas en América, sino de presentar la forma que había adquirido el español en su historia americana y, según el lenguaje de la época, de adaptarlo a la vida moderna.

      Quiere decir esto que, en primer lugar, había que aceptar las diferencias entre el español americano y el peninsular y, en segundo lugar, adaptar esas diferencias dialectales a la lengua oficial; por lo tanto, se debía cambiar la escritura. En 1842, Domingo F. Sarmiento decía lo siguiente:

      Las lenguas siguen la marcha de los progresos y de las ideas; pensar fijarlas en un punto dado, a fuer de escribir castizo, es intentar imposibles; imposible es hablar en el día la lengua de Cervantes, y todo el trabajo que en tan laboriosa tarea se invierta, sólo servirá para que el pesado y monótono estilo anticuado no deje arrebatarse de un arranque sólo de calor y patriotismo. El que una voz no sea castellana


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