Ensayo de ética para psicólogos. Antonio Sánchez Antillón
Este libro propone ejercitar en el lector el pensar cómo surgen algunos conceptos morales en diversos autores y cómo ello está expresado desde una cosmovisión histórica con ciertas valoraciones de época sobre lo que es deseable y no deseable en el hombre. Además, al final de cada apartado se proponen ejercicios que invitan a pensar–se, reflexionar o contrastar–se. Esto es, se somete a juicio ese sí mismo impostado bajo el imperativo social que nos habita y que identificamos como voz de comando con el monosílabo se. Los ejercicios abonan de manera colateral para ir generando una lógica investigativa, sea esta alrededor de los propios actos como de las teorías o prácticas de otros.
El estilo de escritura no es el de una obra de instrucción filosófica sino el de una introducción al tema de la ética para legos, por lo que es más cercano al ensayo. Por ello, para ilustrar se recurre a metáforas y topos referenciales que ayuden al estudiante y al profesional de la psicología a trasferir el pensar filosófico a su saber profesional.
Los autores que se desarrollan aquí son solo el pretexto para discurrir sobre el tema del nacimiento de la moral y de la ética. Pero es importante destacar que cada autor que se presenta es relevante respecto al tema y el objetivo de este texto. La selección de los autores y su ordenamiento se tomó siguiendo la fragmentación que hace Xavier Zubiri (2002), quien declara que hay tres horizontes de pensamiento en Occidente: el griego, el cristiano y el moderno. (3) De cada uno de esos horizontes se eligió al menos un autor. Así como se acude a Zubiri para pensar a los autores en un horizonte de pensamiento, se toma de Michel Foucault su desarrollo sobre las tecnologías del yo.
Siguiendo a este último, el texto parte de dos supuestos fundamentales: el primero es que en la antigüedad clásica la propuesta de la filosofía va acompañada de cierta tecnología del saber de sí, la cual implica algún grado de ascesis, algunos ejercicios que tienen por objeto moldear al sujeto en el discernimiento y la moderación, con la pretensión de lograr el término medio en el uso de los placeres. Otro supuesto que se asume es que, en la época del cristianismo, estas tecnologías del saber de sí se articularon en ciertas pautas de vigilancia para reprimir las motivaciones y deseos. Los escritos místicos, para los creyentes indican un camino hacia la unificación divina. En ellos, Foucault conjetura que hay cierta pretensión de moralización en tanto valoración del cuerpo y el mundo, hipótesis que podemos evidenciar también en el análisis que hace Michel de Certeau (2010) en La fábula mística del siglo XVI y XVII. Hay otros estudios recientes que, bajo la misma perspectiva, profundizan tomando como unidad de análisis los Diálogos de Platón (1981) o algún tema particular, como el cuidado de sí y la amistad, en los textos de Agustín de Hipona o de Pedro Abelardo. Estas investigaciones se desarrollan en el texto Conocerse, cuidarse de sí cuidar del otro, de Silvia Magnavacca, María Isabel Santa Cruz y Lucas Soares (2017). Seguramente estos estudiosos no desconocen que, en la perspectiva de los creyentes como la de los teólogos y filósofos cristianos, los escritos místicos y morales son comprendidos como documentos de distinto orden; es decir, hay textos que discurren argumentativamente sobre la moral y otros que expresan experiencias de encuentro con Dios. Este tipo de acercamiento no invalida el esfuerzo que hacen los legos al estudiar y someter ese material a otro tipo de análisis, como el lingüístico o historiográfico, para conjeturar que los textos místicos, así como los textos morales, son vehículos culturales que trasmiten cosmovisiones y valoraciones morales (ideales de vida).
En este escrito se desarrollan seis acercamientos a la moral y la ética. El primero se refiere al nacimiento de la moral, expuesto en el Protágoras de Platón (1981). El segundo tema muestra la propuesta aristotélica alrededor de las virtudes, la que es entendible en la ascética del hombre en la búsqueda del término medio, para lo cual se analizan algunos capítulos de la Ética a Nicómaco (Aristóteles, 1999a). Estos capítulos aportan datos para pensar la propuesta ética del horizonte griego.
Dado que el texto está dirigido a psicólogos, se enfatiza la interpretación de que dichas propuestas se corresponden con las artes de la existencia y las tecnologías de desvelamiento del yo, según lo expuesto por Foucault (1992a, 1994, 1996, 2002). En el tercer apartado, se ilustra la perspectiva de la mistagogía cristiana ejemplificando con una de las propuestas: la de Juan Clímaco. Además, se hace un esbozo de cómo la filosofía aristotélica influye en la teología cristiana gracias al desarrollo de Tomás de Aquino, y se conjetura que es bajo esta propuesta de pensamiento que se entreteje la semiofanía de los Ejercicios de Ignacio de Loyola. Así pues, se muestran dos tipos de escritos que apuntan a los ideales cristianos; se precisan ahí sus diferencias dada la perspectiva filosófica y la época en que se escriben.
Posteriormente, se presenta de manera sintética el planteamiento ético de Baruch Espinoza, el cual rompe con la visión judeocristiana. Su propuesta, apertura a pensar la moral buscando la índole de los afectos en el despliegue de la naturaleza, es una ética sostenida en la intelección y la razón con el fin de esquilmar los prejuicios antropomórficos y antropocéntricos. Seguro que para los estudiosos de la psicología este capítulo les generará ciertas resonancias teóricas con saberes como el freudiano o de algunos autores como Antonio Damasio o Richard Lazarus.
En el quinto apartado se pondera la propuesta nietzscheana, que sirve como antecedente de varios autores posmodernos. Finalmente, se cierra este Ensayo de ética para psicólogos con la posición fenomenológica, la cual es heredera de los pensadores modernos y se construye de frente a ellos. Este cierre permite evidenciar cómo, gracias a los fenomenólogos, se retoma el espíritu inicial de las escuelas filosóficas en Occidente volviendo a la pregunta por el ente, no en tanto objeto de conocimiento sino como sujeto de acción, cuerpo vivido, ser que se hace. Las perspectivas humanistas encuentran en el existencialismo una inspiración; el desarrollo de este capítulo expondrá ciertas coordenadas que no necesariamente coinciden con perspectivas humanistas estadunidenses que, en su aspiración de legalidad científica se suman a un saber positivista, el cual presupone un conocimiento objetivo del mundo y un sentido de finalidad dado por un sentido natural “organísmico”.
1- En esta obra se parte de que la moral vivida puede ser entendida como la valoración que se hace de las cosas, así como de los atributos y funciones que se dan a las personas o personajes sociales, de tal modo que la caracterización crea cierta imagen estereotipada sobre lo deseado o no deseado. Lo valorado depende del contexto social e histórico desde donde se declara. El discurso moralizador y su contexto sociohistórico es el insumo de la reflexión ética.
2- Se entiende aquí, con José Eduardo Tappan (2004), que “la perspectiva ‘émica’ expresa el punto de vista nativo, lo que desde la perspectiva que desde dentro se expresa sobre el sí mismo, en este sentido lo que veo de mí mismo en otros campos” (p.24). Tal declaratoria sobre el sí mismo, desde nuestra perspectiva, implica una reflexión de segundo orden, dada por el discernimiento y reflexión sobre los anhelos y prohibiciones propias y las dictadas por el mundo social, frente a las cuales el hablante toma cierta posición.
3- Es toda una discusión decir qué es lo moderno y lo posmoderno. En consonancia con otro escrito, podemos reconocer que la modernidad tiene ciertos cambios de contenidos, de los cuales la posmodernidad es un ejemplo (Sánchez Antillón, 2006).
El sentimiento moral, ¿don de los dioses o búsqueda dialéctica del saber de sí?
En las culturas, hablar del origen es hablar de fabulaciones míticas ineluctables que establecen la genealogía de la naturaleza y las cosas. Asimismo, hablar de historia no es sino determinar de manera sistemática una serie de interpretaciones consensuadas por la comunidad epistémica, la cual, por su estatus, le da declaraciones prescriptivas de legalidad y veracidad. Tanto la historia de la humanidad como la biografía personal pueden ser abordadas desde la actitud del anticuario, quien recurre a datos del pasado y supone que puede conservarlo en su pureza, o el de quien supone que en ella ya se ha dicho todo, por lo que solo hay que imitarla y apropiársela como destino. O bien, estos ámbitos pueden abordarse desde la actitud del crítico creativo, quien recurre a los retazos del pasado sabiendo que con ellos puede