Cómo desarrollar una Pastoral Social desde la Iglesia Local. Iván Tobar G.
que bien podríamos llamar pastoral social, le corresponde por definición a la iglesia. No obstante, concretar esta tarea desde las comunidades de fe no resulta simple. Primero, por la razón pastoral propiamente tal y, segundo, por la razón organizacional. Si el ejercicio pastoral se ejecuta desde la iglesia, entonces, ¿para qué desarrollar una organización?, ¿basta con la organización que ya posee? Así como nosotros lo experimentamos, el temor de equivocarnos, mientras reflexionábamos en la etapa de diseño de nuestra fundación, estuvo siempre latente. El miedo manifiesto es que la organización social sea algo externo a la iglesia y, por tanto, que esta pierda el control de ella. ¿Lo pierde? ¿El modelo a construir podría conducir a esa condición o fija solo un riesgo bajo ciertas condiciones? Estas y otras preguntas que se tratan en los siguientes capítulos, dan cuenta de la creciente necesidad por parte de las iglesias de hacer acción social pero, al mismo tiempo, de hacerla de manera pastoral; y, de manera adicional, hacerlo correctamente desde el punto de vista organizacional.
Encontrar respuesta a estas interrogantes no es simple, especialmente respecto a información sobre cómo proceder. En este contexto, me refiero a aquella que haga sentido a la iglesia como comunidad de fe, es decir, sobre aquellos elementos que suelen preocupar a su dirigencia y hermandad en general. En efecto, los mecanismos para constituir, por ejemplo, personas jurídicas para tales motivos, están profusamente documentados en las instituciones gubernamentales afines. Sin embargo, los mecanismos para constituir organizaciones desde otras organizaciones, como las iglesias, no resultan claros desde esta base de información.
Aunque para la mayoría de las personas las iglesias son un tipo de organización más, quienes servimos en ellas sabemos que poseen sus propias lógicas de trabajo y un entendimiento particular de cómo deben conducirse ciertos procesos. De allí, entonces, que la forma en que se ordenan o articulan, por ejemplo, para enfrentar la acción social, no tiene por qué ser entendida de la misma manera por otras congregaciones o comunidades de fe. Aun más, ni siquiera para aquellas que comparten la misma raíz histórica y/o denominacional.
Esta variedad de entendimiento ha permitido el surgimiento de muchas iniciativas de tipo social por parte de las iglesias, siendo cada una de ellas una experiencia particular dentro del mar de posibilidades que se pueden dar. Sin perjuicio de lo anterior, me parece que las preocupaciones que suelen manifestar en relación con lo señalado se podrían agrupar en un conjunto acotado. Tal hecho solo busca ser un recurso metodológico para simplificar y dar respuesta a aquellas preguntas que tienen el potencial de definir qué camino podrían recorrer para lograr su cometido social. Pero también tiene el objeto de llegar a conformar una entidad que se condiga con el tipo de iglesia que son.
Lo que encontrarás a continuación es un conjunto de preguntas para las cuales se proponen respuestas. Las primeras han sido expresadas en la forma de una consulta que nos llegó en algún momento o que nosotros mismos formulamos. De las segundas, una parte fue encontrando respuestas en la medida que maduraba la idea de constituir nuestra propia organización social y las otras en la medida que esta se desarrollaba. Si bien las respuestas se fueron encontrando como resultado de nuestra experiencia particular, la mayoría se expone pensando en la variedad evangélica presente en el país. Es importante señalar que no se pretende dar una respuesta normativa, ya que la variedad eclesiológica lo hace imposible. No obstante, se busca con ellas guiar al lector para que vaya considerando aquellos aspectos que a nosotros nos resultaron relevantes. Quizá el mayor valor que posean algunas es que nacen de preguntas que se resistían a encontrar respuesta y de otras que llegaron luego del aprendizaje producto de una o varias equivocaciones.
1. Cuando la idea se instala en la iglesia
Por la Palabra de Dios sabemos que la fe sin obras está muerta.10 Todo intento de rehuir este hecho o minimizarlo, debido a las múltiples tareas que le competen a la iglesia del Señor, no hace sino socavar su testimonio y con ello reducir el impacto del evangelio como instrumento de transformación. Es por esto que todas aquellas comunidades de fe que comprenden la multiplicidad de sus acciones, se preguntan cómo hacer frente a esta tarea. Para ello buscan los medios para responder a lo que entienden es una forma de mostrar con hechos lo que se expresa con palabras desde las diferentes plataformas con que cuenta la iglesia. Este hecho sugiere una empresa colectiva, donde el conjunto de la congregación reflexiona sobre la tarea social y ejecuta las acciones que sean necesarias al interior de su comunidad. Con esto buscan dar forma a eso que entienden es una tarea ministerial, es decir, una manera de expresar a través del servicio el amor a las personas por las cuales murió nuestro Señor Jesucristo.
No obstante, la experiencia nos muestra que esta preocupación no se instala transversalmente en la iglesia, sino que suele venir como consecuencia del interés de una persona o un conjunto de ellas. Son estas quienes por diversas razones se sienten movilizadas a poner en obras las expresiones de amor que abundan en las palabras de Jesús. Estas personas suelen ser el resorte de diversas iniciativas, algunas de las cuales escalan a proyectos que movilizan a una parte o a iglesias completas, y otras incluso llegan a constituirse en organizaciones sociales de diversa naturaleza y complejidad.
Lo anterior pone en relieve lo que es común para cualquier tipo de proyecto, esto es, el origen de la iniciativa. Esto no es diferente en la iglesia, la cual suele responder al mismo patrón de actividad, ya que muchos de los ministerios que ejecuta son apalancados por personas que se sintieron impulsadas a llevarlos a cabo. No obstante lo anterior, tal hecho pone en relieve la motivación que hay detrás de tales iniciativas y el foco que estos proyectos persiguen, lo cual podría reflejar motivos confusos y, por tanto, poner en riesgo la nobleza de las obras de la fe. De allí, entonces, la necesidad del examen cuidadoso que los responsables de una comunidad de fe deben hacer antes de embarcarse en un proyecto social, ya que, independiente del resultado que produzca, evidenciará la realidad de la iglesia que está detrás y que le da sustento.
¿Desde dónde surge la idea?
Si tienes en tus manos un libro como este es porque algún ámbito de la acción social de la iglesia ocupa tu corazón. Este podría estar en un estado embrionario o quizá ni siquiera alcance para eso. A esto le llamamos una idea. Una idea es una representación mental que surge a partir del razonamiento o de la imaginación de una persona. Por lo tanto, es algo que se construye en su mente y cuyos límites están dados por los límites que nos impone la capacidad de soñar.
Siempre he sostenido que la mente de un creyente nacido de nuevo es una fuente de ideas extraordinarias. No puede ser de otra forma cuando el Espíritu Santo viene a traer vida allí donde la mente se encuentra embotada y subordinada a la agenda que nos impone el mundo para su propio beneficio. Los pastores de las congregaciones bien haríamos en facilitar la instrucción de la mente de nuestros hermanos. Un proceso así permitiría que muchos encuentren en nuestras comunidades espacios propicios para dejar volar la imaginación de aquellas ideas que esperan algún día constituirse en proyectos y luego en definiciones de vocación. Para esto, basta con escucharnos y abrirnos a la posibilidad de que, si Dios trae gente a la iglesia, no es para llenar nuestros salones, sino para despertar en ellos el potencial que cada creyente trae por voluntad divina.11
Un caso recurrente y que es posible advertir sin mucha dificultad en las iglesias, resulta de creyentes que, poseedores de una idea con potencial de transformación social, no encuentran ni las herramientas ni a las personas que les ayuden a concretarlas en proyectos en sus comunidades de fe. Este hecho produce que se esfuercen por darle forma a aquello que sostienen como una idea nacida en el corazón de Dios o, en su defecto, terminan abandonando sus iglesias para trasladarse a otras donde sí encuentran los espacios para formularlas y transformarlas en instrumentos de servicio a la comunidad. Si tu caso es que no cuentas con las herramientas para formular tus ideas en proyectos, te sugiero estudiar cuanto encuentres a tu paso y que hagas conversaciones inteligentes con personas que ya hayan transitado por este camino. Existen instituciones que ofrecen tal ayuda por el solo hecho de ver incrementado el potencial de servicio en la sociedad y de buen agrado te apoyarán para estructurar lo que está en tu mente.
Ahora bien, si no encuentras dentro de tu iglesia el apoyo que, según evalúas, requiere tu iniciativa, tendrás que preguntarte si tu idea necesita primero de una tierra abonada para germinar. Si este es tu caso, te animo a seguir adelante. No pongas