Cómo desarrollar una Pastoral Social desde la Iglesia Local. Iván Tobar G.

Cómo desarrollar una Pastoral Social desde la Iglesia Local - Iván Tobar G.


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en la preparación de la tierra y en la plantación de la semilla. Si otros cosecharán, amén. Si tú lo haces, amén también.

      En este punto no puedo dejar de compartirte nuestro propio testimonio. Cierto día, mi esposa Gilda y yo visitábamos a un matrimonio de pastores en su iglesia en Córdoba, Argentina. Mientras visitábamos las instalaciones, llegó un camión cargado de verduras y una docena de personas comenzó la tarea de descargarlo y transformar la mercancía en paquetes, los cuales salían en diferentes direcciones en la forma de canasta de ayuda a familias en situación de precariedad económica. Mientras veía esto, vi la fundación Betesda. Desde ese día supe que ese sería su nombre y que se constituiría, algún día, en un instrumento de bendición para muchas personas. Tuvo que pasar mucha agua bajo el puente para que esta idea se materializara y comenzara a dar el fruto para el cual fue creada. ¿Por qué tantos años?, te preguntarás. De eso trata el capítulo dos. Por lo pronto, bueno sería revisar qué nos motiva a impulsar una idea y trabajar para verla concretada en aquello que ocupa nuestra atención.

      La motivación es aquello que impulsa o moviliza a una persona para hacer algo. Sin este elemento movilizador, las personas ven mermadas sus posibilidades de alcanzar aquello que se ha instalado en sus corazones y que ha despertado su interés. El hecho de que tengas la idea, por ejemplo, de crear una casa de acogida para personas en situación de calle, es solo una primera imagen de aquello que ocupa un área de tu preocupación. Sin embargo, la motivación que hay detrás de tal intención podría esconder razones confusas.

      El punto es que la idea de acción social no tiene por qué venir desde la dirigencia de la iglesia, entiéndase el pastor, la junta directiva, sus diáconos, líderes o como se les denomine según su eclesiología. Sino, como lo veo regularmente, desde alguna persona que forma parte de tal comunidad de fe. Esta persona abriga una idea que se instala en su mente por diversas razones y por las cuales se siente sensiblemente motivada para traducirla en algo más que una acción aislada, más bien en un programa regular de su comunidad. Para escalarla a un ámbito de ministerio y, por tanto, dentro del conjunto de actividades que realiza la iglesia, deberá superar algunas barreras hasta concretar lo que anhela su corazón. Es en este punto donde suelen confluir motivaciones que podrían dañar la pureza de la razón original que mueve la acción social, esto es, el amor al prójimo.

      Algunos ejemplos de motivaciones pocos claras podrían ser ver la iglesia llena, alcanzar notoriedad, aumentar el número de bautismos por año, incrementar las ofrendas y los diezmos, reconocimiento social, respeto de las autoridades, necesidad de valoración y otras. Cada una de estas motivaciones, y otras que no menciono, solo reflejan que nuestro corazón podría estar dañado y que la necesidad de la autoafirmación o las heridas asociadas a nuestra identidad como hijas o hijos de Dios podrían necesitar de un examen espiritual. Estoy consciente de que tales razones no se descubren sino cuando son muy evidentes. Sin embargo, la reflexión conjunta, seria, madura y espiritual de aquellos que tienen la prerrogativa de las decisiones en cualquier comunidad de fe, debería constituir un paso previo de evaluación. Es decir, antes de lanzarse a la concreción de un programa de acción social como un ámbito ministerial de sus iglesias. Si el examen muestra daños, ya sea personales o colectivos, la decisión no debería ser abandonar la intención social. Por el contrario, la idea es sanar las motivaciones erradas o confusas y lanzarse con ímpetu a hacer las obras de Dios que nos fueran encomendadas como expresión de nuestro amor a las personas.

      Una iglesia que proyecta un trabajo social suele encontrar en este punto un problema de definición. La pregunta es ¿en cuál de todos los ámbitos que expresan la necesidad de las personas somos llamados a colaborar? Por cierto, si previamente uno de ellos ha sido incubado en el corazón de una o varias personas, la respuesta es simple. No obstante, no lo es si tal comunidad de fe desea hacer de la acción social un trabajo ministerial por el solo hecho de que entiende que es algo de lo cual debe preocuparse. De la misma forma en que se preocupa de que las personas aprendan de la Biblia o incorporen el hábito de la oración a sus vidas. En tal caso, se requerirá de líderes sabios que ayuden a la iglesia a encaminarse hacia aquello que entiendan es la vocación a la cual han sido llamados.

      Este último caso reviste un problema adicional, ya que las iglesias suelen invertir una cantidad importante de esfuerzo en múltiples tareas. En general, todas son válidas desde el punto de vista de la necesidad de las personas, pero no por ello están interconectadas si las observamos desde el punto de vista de un propósito rector. Esto lleva a que muchas iglesias definan su ámbito de trabajo social como uno donde sea posible atender a todo, ya que la especificidad no es justamente una característica que las define. Si tal comunidad va a estar detrás de un trabajo como este, es mejor, según este argumento, que sea lo más abierta posible para que todos tengan oportunidad de servir. Este modo de ver el trabajo parece correcto ante la multiplicidad de necesidades que la vida humana presenta. El problema es que carece de foco, lo cual suele ser más bien una desventaja al momento de integrar este trabajo a los diferentes ministerios de la iglesia.

      Lo voy a explicar con un ejemplo. El tema de la definición sobre qué ámbito de la acción social será cubierto por la iglesia debería ser un tema sobre el cual vaciar una buena dosis de reflexión. Todas las sugerencias que resultan de aquellos que ya han transitado por este camino señalan que se debe encontrar un área específica sobre la cual actuar. Aun más, independiente de si esta seguirá el


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