Sumido en las sombras. Marcelo García

Sumido en las sombras - Marcelo García


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su cabellera rubia y prolija se destacaba de un lujoso traje marrón, manejaba un aire de superioridad solo visible al verlo caminar.

      —Gracias por recibirme, Sr. Best. –Hoshida hacía una reverencia aireada dejando a su interlocutor con un incómodo saludo.

      —Por favor, señor canciller, es un honor tenerlo en su vieja oficina, de no ser por usted jamás habría inspirado a muchos en el mundo de la política. –Me miró e hizo que su secretaria le trajera algo para tomar.

      —Si no tienes nada pendiente, chico, creo que es hora de que hagas el trabajo para el que se te paga. –Su señal de desprecio me era indiferente, nunca supe comprender a esos tipos que por un alto cargo piensan que el poder les es propio.

      Sin contestarle a alguien que merecía una dosis de jarabe mandibular, saludé a ambos con el respeto que merecen y me retiré de allí sin chistar, estos dos tendrían algo de qué hablar y yo era sin duda el tercero en discordia.

      Hoshida había sido presidente de PetrolCorp antes de lanzarse a su propia candidatura, una de las cláusulas que había impuesto para evitar que la compañía manejara los intereses de los ciudadanos fue que el canciller electo no ejerciera dobles cargos ni tuviese relación directa con PetrolCorp, de lo contrario sería inhabilitado para la política el resto de sus días. Dicho en pocas palabras, “si quieres quedarte en PetrolCorp hazlo, pero no jodas a los demás”.

      Martes 20 de noviembre de 2035 por la tarde – Universidad Damasquense

      Llegué a esa charla en el auditorio central, que estaba repleto de gente, no solo los lugares no alcanzaban, sino que los monitores estaban encendidos para que las personas que estuviesen fuera de la sala pudieran escucharlo.

      —Tenemos mucho para mejorar, vamos por el camino correcto. Mi equipo está preparado para avanzar en esas vicisitudes que los asustan en el futuro. Mantendremos el camino que nuestro actual canciller nos ha brindado, ello no quita que tengamos que trabajar duramente para seguir mejorando en el día a día. Estoy convencido de que seguiremos aportando a sus vidas cotidianas como venimos trabajando hasta ahora. Hemos recorrido un largo camino que sin lugar a duda debemos continuar, ustedes me lo hacen saber en cada reunión, en cada palabra de aliento. Esto solo es el principio de algo mucho más grande. –Lincoln caminaba de lado a lado mirando a los ojos cautivados de sus oyentes. No le llegaba a los talones al actual canciller, pero lo compensaba con un carisma fuera de lo común

      Era un discurso contundente y esperanzador, algo a lo que apuntamos en toda la campaña. Mientras Best gastaba cientos de dólares en propaganda y publicidad baratas, nosotros llevábamos todo a pulmón, reuniones en grandes plazas o en las distintas mezquitas, cuando los líderes nos lo permitían. Ningún candidato osaba meterse en discusiones religiosas, eso sería un crimen político de primer grado. Se respetaban sus costumbres y sus horarios de rezo. Teníamos un crisol de comunidades que habían apostado por una vida mucho más estable en comparación de los territorios aledaños. Debíamos honrar ese juramento de protección por sobre todas las cosas.

      —Debes venir a ver esto. –Detrás de bambalinas la asistente personal de nuestro candidato a vice, Romina Jauregui, me susurraba al oído para que me acercara a una pantalla alejada de la sala. Particularmente tenía sentimientos encontrados con ella, no era su llamativa belleza, ondeaba ese pelo rubio y sus ojos azules con una velocidad pasmosa, sino su capacidad para manejar situaciones tensas, incluso frente a la prensa, lo que me impresionaba, era una excelente batalladora en el campo. Manejaba con una agilidad poco común toda la publicidad que se posaba sobre la vice, la llamábamos el Águila del Desierto, no se le pasaba un solo detalle. Lincoln lo sabía y decidió tenerla a su lado cubriendo a su coequiper, no importara el costo.

      Mi tarea fue convencerla, no sin algunas chelas de por medio y un gran proyecto que en ese momento era solo una bonita tesis facultativa. Ello conlleva a una breve historia.

      23 de marzo de 2030. Fundación Pro Hogar, Burdeos, Francia

      —No creo que sea un buen trato –dije mientras me acomodaba el esmoquin en el Corolla que nos llevaba directamente a la fiesta para recaudar fondos. La misma reunión en que asistíamos todos los años como invitados de la fundación. En nuestro poco tiempo colaborábamos con los Pro Hogar inculcando un espíritu de equidad ante la sombra de nuestros políticos. Era un momento de relajación mientras pensábamos en los más necesitados, teníamos un objetivo monetario bastante alto, debíamos poner la mejor cara y tratar de alegrar los bolsillos de las personalidades más ariscas de la política.

      —El trato fue lo mejor que se dio en circunstancias adversas. –Nicolás Lacraux me miraba con algo de escepticismo. Estábamos enfrascados en una fusión de dos grandes de la telefonía. La empresa más grande se había devorado a la chica con un enorme desembolso de dinero en acciones, no era un movimiento esperado en el mercado y a muchos les hizo ruido el giro inesperado del trato, pues se comentaba que antes de estos movimientos, la idea era dar un giro a las actividades comerciales y llevarlas a otro campo de lucha mucho menos minado que el de las telecomunicadoras.

      —¡Querían su tecnología! ¿Cómo explicas ese anuncio explosivo que nunca sucedió? ¡Está claro que tenían un as bajo la manga y no se lo dejaron usar! –Me reí mientras acomodaba el moño del esmoquin nuevamente.

      —Te noto inquieto –me dijo dándome una mano con el problema. Este moño me estaba apretando demasiado, desde que la corbata perdió su encanto comencé a perder mi paciencia en este tipo de eventos. Nicolás era un intrépido empresario, se dedicaba al periodismo digital y tenía contactos en todas las esferas. Es la típica persona que toca el timbre y dejas pasar a tu casa, pero no le muestras tus habitaciones.

      —Quisiera estar dando clase ante una jauría de lobos que presenciar estos actos frívolos, me parece todo un cuadro bonito que no muestra el verdadero arte de su pincelada. Parece una reunión de viejos adinerados que no saben qué hacer con su tiempo –le dije mientras a la distancia podía ver la impactante mansión de la condesa de Gorciu’s, un palacio de doscientas cuarenta y tantas habitaciones.

      —¿Puedo tomarlo como una declaración del futuro jefe de campaña del Sr. Lincoln? –Se rio porque venía contemplando mi respuesta en su cabeza.

      —Lo puedes tomar con una buena cosecha del 80 si no quieres que pierda su valor. Aún no tomé la decisión. –Lo miré para dejar la conversación en tablas.

      —A tu amigo de más de veinte años no puedes engañarlo, esa decisión fue tomada antes de que te hagan la propuesta. –Me conocía mejor que yo. Al otro lado de la mansión, el río deslumbraba por el reflejo de la luna descansando sobre ella. El lugar era digno de una película donde el espía asiste a una mansión descomunal buscando a su objetivo, tapado entre las distintas caretas que el baile propiciaba. Allí lo recordé:

      —¡¡Olvidé la careta!! –Me acaricié la frente e insulté por lo bajo por mi descuido.

      —No te frustres, con tanta belleza pensarán que tienes una máscara –me cargaba el muy truhan.

      Todos estaban bajando de sus autos deportivos, desde estrellas de cine hasta los políticos de la más alta estirpe, pasamos al menos tres controles de seguridad. Organizar esto debía ser una pesadilla en todo sentido.

      —Mira, allí está el guitarrista Will Dash con la publicista Romina Jauregui, toda una preciosura si me entiendes. –Aparentemente se conocían del medio y la catalogaba como una auténtica leona, era fría y calculadora como pocas mujeres en su rubro. Mi mirada se perdió en su belleza, creo que no recordaba a una persona más deslumbrante que ella. El vestido blanco le calzaba como anillo al dedo, sabía lo suficiente de moda como para saber que ese corte solo lo podía llevar alguien con una confianza descomunal.

      —Qué rápido te han hechizado. –Nicolás caminó hacia una horda de políticos de primera línea, la hora de la recaudación había comenzado. Tuve algunos momentos de recuerdo, muchos me preguntaban sobre la candidatura de Lincoln y hasta cuánto estaba metido en ese barro. Procuré deslizar el tema para otro momento, esto era para la fundación y solo para ellos.

      —Se acabó la champaña,


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