Sumido en las sombras. Marcelo García

Sumido en las sombras - Marcelo García


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que ofrecían todo tipo de bocadillos cuando en uno de los rincones la pareja que había visto en la entrada parecía estar peleando. El cantante claramente estaba borracho y ella lo quería contener, no estaba dando la talla para esa pequeña pelea. Él movió uno de los vasos que tenía en la mano y la arrastró dentro de una de las habitaciones, tomé interés en el conflicto, en parte por curiosidad, en parte… por ella. Me acerqué como cual vecino chismoso se acerca a una de las paredes para saber de qué hablan sus vecinos, la puerta entreabierta me facilitó toda la tarea de espionaje.

      —¿No puedes frenar tu adicción, aunque sea una puta fiesta? –Ella estaba completamente sacada. Con justa razón apuntaba su furia a su pareja, la cual estaba lejos de su mejor momento.

      —Relájate, mi amor, estamos reunidos con la lacra, estos infelices definen su vida por encima de la nuestra. –Era evidente que estaba ebrio, balbuceaba con extrema facilidad y le costaba mantenerse en equilibrio.

      —¡Es mi trabajo, infeliz! Yo hago de todo para acompañarte a tus giras, me pides cosas que considero que ni una novia coherente cumpliría y lo único que te pido es que te comportes, es importante para mí. –Ella estaba al borde del llanto. Él se acercó para abrazarla, pero ella lo rechazó, de pronto ocurrió lo único que me haría intervenir.

      —A mí nadie me rechaza. –Él se abalanzó sobre ella, estaba a punto de propasarse mientras ella se resistía.

      —Ni se te ocurra –intervine casi sin pensarlo.

      El tipo se alejó hacia la otra punta, estaba notoriamente cabreado.

      —¿Estás bien? –Me acerqué a ella que estaba asustada, me miraba como un cachorro recién nacido a su madre. Sin embargo, recuperó su entereza en segundos.

      —Sí, estoy bien, nada que no pudiera… Will ¡No! –No me dio el tiempo para correrme, el muy cobarde me atacó por detrás. El golpe no fue certero y la violencia se vio disminuida por el alcohol, la sorpresa, en cambio, se llevó los laureles.

      Sin dudarlo me di vuelta y le encajé un castañazo, para un tipo no violento no significó mucho, pero se notaba que él tampoco estaba acostumbrado a recibir los golpes. Nos enfrascamos en una lucha callejera, ambos repartimos golpes por doquier, más que nada al aire. Ella estaba intentando calmarnos sin mucho éxito hasta que un golpe al mentón me dejó pagando. El rockstar salió victorioso, miró a Romina y volvió a la fiesta, con los magullones propios de la pelea.

      Traté de recomponerme de tan amarga situación, no solo fui vencido, sino que quedé como un perdedor ante semejante mujer. Mi orgullo estaba completamente magullado.

      —Lo siento, él no es así la mayor parte del tiempo. –Se arrodilló y sacó un pañuelo de su diminuta cartera. Trató de secar la sangre de mi nariz, de mi barbilla.

      —Salgamos de aquí –le dije mientras me ponía de pie. Era inútil quedarme en la fiesta en el estado en el que estaba. No quería llamar la atención ni atraer a la prensa amarillista que tanto odiaba.

      Ella asintió y nos escapamos por la puerta de servicio, mientras todo el personal del palacio nos miraba sorprendido.

      Romina, quien había traído auto propio, fue mi chofer, salimos de ahí en un santiamén, bajamos la colina y paramos en un supermercado en medio de la carretera.

      —Vamos a limpiar tus heridas. –Miró mi camisa, la cual estaba manchada de rojo en gran parte del cuello–. Espera aquí –me ordenó.

      Me bajé del auto mientras ella, vestida como una princesa encantada, ingresaba al local, desencajaba con la gente del lugar con solo una mirada, y no fue una sola porque se las llevaba todas consigo.

      Una suave brisa soplaba por encima de mi rostro, era cálida para esa época del año. Pensaba en esa oportunidad en que mi profesor, el catedrático Lincoln, me había ofrecido para formar un partido en una nueva nación que tenía todo por crecer. Ello significaría tener que empacar todo y comenzar de cero en una tierra cuanto menos inhóspita.

      —Aquí tengo lo necesario, si el paciente me acepta. –Sonrió por segunda vez, debo admitir que lucía como una reina con todos los honores que se le pudieran otorgar. Me senté en la orilla del escalón del supermercado y me quedé mirándola mientras utilizaba el alcohol sobre mi cara con el cuidado que se tomaba en pasarme la gasa.

      —Jamás pensé que vería al Sr. Mark Handsen inmiscuido en una pelea, supuse que lo suyo eran la estadística y la oratoria –trató de ser conciliatoria. Me conocía, aunque mi reputación no era tan popular.

      —No puedo huir de las damiselas en peligro. –Pero yo no estaba para banderas blancas.

      —¿Qué te hace suponer que estaba en peligro? No hay nada que no pueda controlar. –Su aire superador era un brío de alguien acorralado en su propia trampa.

      Sonreí y la dejé ganar, no sin antes preguntarle qué es lo que había visto en él. De alguna manera sabía que esa victoria la reconfortaría un poco después de lo que sufrió en esa fiesta.

      —Al menos no terminamos arrancando billetes de algún viejo estirado. –Ella rio con un exabrupto que no repetiría, salvo en dos oportunidades, su carcajada era bastante llamativa.

      El resto de la noche no tuvo una mención de honor a excepción de un hot dog y una cerveza al portador. Solo ambos sabíamos que esto era el comienzo de algo, ella no era una damisela y yo ningún caballero, pero a partir de allí un vínculo que fue creciendo se formó entre nosotros. Las reuniones semanales se transformaron en habituales, sobre todo si ella tenía ganas de conversar. Ya aceptado el proyecto que el Sr. Lincoln me había ofrecido, surgió un puesto a la medida de sus habilidades. Tuve que abusar del alcohol y de mis malas intenciones para captarla a nuestro partido. No fue fácil, pero me llevo todo el crédito. Había otro problema, como un ladrón de guante blanco, ella había robado mi corazón y yo ni cuenta había dado de ese estado.

      Martes 20 de noviembre de 2035 por la tarde – Universidad Damasquense. Continuación

      —¿Qué es lo que pasa? –pregunté. En ese momento y detrás de un pequeño telón rojo pegado a la puerta de salida, la candidata a vicepresidenta Michelle Garín me miraba con gesto adusto.

      —Tenemos un problema bastante real. –Michelle tomaba un vaso de agua mientras me señalaba el monitor. Había sido combatiente en el ejército sirio y le aportaba a este equipo un importante plus que ninguno de sus caracteres tenía, experiencia en asuntos bélicos.

      —Fuerzas iraníes han invadido el espacio terrestre de Irak en respuesta a la muerte del reportero Jasak Al Amir en terreno iraní. Tras un acalorado debate cuyo objetivo era sellar un tratado de paz, la situación se salió de control y en la misma sala de entendimiento el vicepresidente iraní Shalam Bashir resultó baleado por un presunto agente iraquí, lo que generó una respuesta automática por parte del ala más dura del islamismo. –Un reportero mostraba en el momento en que se ejecutaba el disparo por parte del agresor y el tumulto de los distintos asesores que comenzaban a correr en forma despavorida, la cámara volaba por los aires y la grabación se perdía en ese mismo momento.

      —El vicepresidente iraní es quien mantenía las acciones de no armisticio entre ambas partes, era la delgada línea entre la paz y la guerra. –La vicepresidenta nos dirigía la palabra a los dos.

      Le pedía a uno de sus asistentes que preparara un discurso de condolencias con el país limítrofe y llamara a la calma en este momento de conflicto.

      —De todas maneras, sabemos que la nueva URSS (URSD) está detrás de esto, no quiere paz en Oriente Medio, ellos apoyan el clima hostil. –La vice candidata prendía un cigarrillo a pesar de la prohibición expresa de su médico de seguir arruinando sus pulmones. Luego de abandonar su gran carrera militar la política fue su segunda arma, como general condecorado en numerosas campañas no necesitó credenciales adicionales. Ambos candidatos, Lincoln y Best, coquetearon con ella un largo tiempo, solo la vicepresidencia logró llamar la atención de esta mujer. Lejos de una vida de abstinencia y cuidados hoy su principal


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