Hechizo digital. Tony Reinke
sin distracciones. Ya sea que tengas un teléfono inteligente o un teléfono normal, o no tengas teléfono, no puedes escapar de una vida que divide tu atención. Sin embargo, la Biblia deja muy claro que estas distracciones se sitúan en un espectro. Nos enfrentamos a distracciones santificadoras y distracciones no santificadoras. Nos enfrentamos a interrupciones necesarias e interrupciones mundanas. Nos enfrentamos a distracciones inevitables en un matrimonio piadoso y a las distracciones evitables de una cultura consumista. Desde el inicio de este estudio, debemos morir a la idea de que una vida libre de distracciones es posible – simplemente no lo es, y nunca lo ha sido. La vida santa es devotamente compleja, lo que significa que debemos aprender cómo aplicar el manejo de las distracciones en cada situación.
Aquí está la advertencia: como cristianos, si fallamos en manejar las distracciones de la vida con sabiduría, perderemos nuestra urgencia y – en las sobrias palabras de una mamá de niños pequeños adicta al teléfono inteligente – podemos “olvidarnos de cómo caminar con el Señor”79. El manejo de las distracciones es un talento crítico para la salud espiritual y no lo es menos en la era digital. Pero si solo exorcizamos una distracción digital de nuestras vidas sin remplazarla con un hábito nuevo y más saludable, siete distracciones digitales más tomaran su lugar80. Con el tiempo, existe la posibilidad de que perdamos nuestros corazones por el poder corrosivo de las diversiones desenfrenadas. Eventualmente ignoramos a Pablo mientras perdemos el sentido de nuestra posición en la línea del tiempo de Dios.
SIN DISTRACCIONES CON PROPÓSITO
Mientras que la relación con nuestro teléfono puede no ser un pacto de por vida (aunque el contrato con las compañías telefónicas a veces se siente así), yo no sería el primero en sugerir que poseer un teléfono inteligente se parece a salir con una pareja exigente hambrienta de atención81. El teléfono inteligente está repleto de recordatorios, sonidos y tentaciones. Muchos de estos estímulos (quizá la mayoría de ellos) no son pecaminosos, pero son invasivos.
Entre más distraídos estamos digitalmente, más lo estamos espiritualmente. Siguiendo las palabras de Pablo a las parejas casadas, debemos fijarnos la meta de purgarnos de todas las distracciones innecesarias y estorbosas. Al Pastor Tim Keller alguna vez le preguntaron en línea: ¿Por qué crees que los adultos jóvenes cristianos luchan más profundamente en ver a Dios como una realidad personal en sus vidas? Y él respondió: “Ruido y distracción. ¡Es más fácil twittear que orar!”82(¡Y lo dijo en Twitter!). La facilidad y la rapidez de Twitter no es rival para la paciente labor de la oración, y descuidar la oración hace que Dios parezca distante en nuestras vidas.
Como en cada era, Dios llama a Sus hijos a detenerse, a estudiar aquello que acapara nuestra atención en este mundo, a medir las consecuencias y a luchar por presentar corazones concentrados delante de Él. Para lograrlo aquí hay diez preguntas diagnóstico que podemos hacernos en la era digital:
1. ¿Mis hábitos con el teléfono exponen una adicción subyacente a entretenimientos fuera de tiempo y lugar?
2. ¿Mis hábitos con el teléfono revelan un deseo compulsivo de ser visto y aprobado?
3. ¿Mis hábitos con el teléfono me distraen de una genuina comunión con Dios?
4. ¿Mis hábitos con el teléfono proveen una salida fácil a un pensamiento sobrio acerca de la muerte, el regreso de Cristo y la realidad de la eternidad?
5. ¿Mis hábitos con el teléfono me llevan a buscar el éxito mundano?
6. ¿Mis hábitos con el teléfono enmudecen el liderazgo esporádico del Espíritu Santo en mi vida?
7. ¿Mis hábitos con el teléfono me inquietan respecto al noviazgo y el romance?
8. ¿Mis hábitos con el teléfono edifican a otros cristianos y a mi iglesia local?
9.¿Mis hábitos con el teléfono se centran en lo que es necesario para mí y en beneficio para los demás?
10. ¿Mis hábitos con el teléfono me desconectan de las necesidades de los prójimos que Dios ha puesto en mi vida?
Seamos honestos: nuestras adicciones digitales (si podemos llamarlas así) son adicciones a las que les damos la bienvenida a nuestras vidas. La clave es trasladarnos de estar distraídos a propósito a estar cada vez menos distraídos para un propósito eterno. Las preguntas duelen y tocan cada área de la vida – Dios, cónyuge, familia, amigos, trabajo, esparcimiento y autoproyección. Pero este aguijón puede conducirnos a realizar cambios saludables.
Nuestros teléfonos inteligentes amplifican las distracciones más innecesarias mientras que atenúan las “distracciones” más significantes e importantes, las verdaderas necesidades de nuestras familias y prójimos. Mi teléfono me condiciona para ser un observador pasivo. Mi teléfono puede conectarme con muchos amigos, pero también puede despegarme de tener expectativas para los compromisos de la vida real. Cuando visito mis canales en las redes sociales, muy a menudo uso Facebook para aislarme de las necesidades reales de mis amigos. Facebook se convierte en una habitación segura y desinfectada donde puedo observar los aciertos y desaciertos de otros como un espectador anónimo, sin el deseo compulsivo de responder o de preocuparme genuinamente. Y mientras lo hago, más ciego me vuelvo a la carne y sangre alrededor de mí. Ese cambio es el siguiente en la lista.
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IGNORAMOS NUESTRA CARNE Y SANGRE
Sabemos que no debemos descuidar a los demás, sin embargo ignoramos a nuestra conciencia y lo hacemos de todos modos. Esta negligencia cobra su forma más peligrosa cuando conducimos de forma distraída.
Enviar mensajes de texto y conducir es un hábito muy común, las estadísticas se han vuelto canónicas. Hablar por teléfono mientras vas conduciendo te hace cuatro veces más propenso a tener un accidente, pero enviar mensajes mientras conduces aumenta las posibilidades de tener un accidente veintitrés veces. Si asumimos que un conductor no mira al frente en el tiempo promedio que le toma enviar un mensaje (4,6 segundos) a una velocidad de 90 kilómetros por hora, está recorriendo ciegamente la distancia de un campo de futbol. Enviar mensajes y conducir es tan irresponsable que cuarenta y seis de los cincuenta estados de los Estados Unidos lo han prohibido.
Pero ni siquiera estas estadísticas han parado esta distracción necia e imprudente. Apenas y rasguñan la superficie del problema. Así mismo, las leyes que condenan enviar mensajes y conducir han tenido poco impacto. Un estudio de la University of Michigan concluyó que las leyes en contra de enviar mensajes y conducir, en realidad pueden estar causando un aumento en los accidentes más serios ocasionados por enviar mensajes y conducir83.
POR QUÉ LAS LEYES NO FUNCIONAN
¿Por qué no funcionan las leyes? ¿Y por qué los accidentes fatales por enviar mensajes y conducir han aumentado?
El periodista Matt Richtel escribió A Deadly Wandering [Una distracción mortal] para responder a estas preguntas después de investigar un accidente en 2006 ocasionado por un estudiante universitario que estaba enviando un mensaje mientras conducía cuando su auto se desvió y chocó con un vehículo que venía en la dirección contraria, matando a dos personas84. Richtel recuenta el trágico accidente, sigue las consecuencias en el juicio y hace preguntas relevantes acerca de nuestras obligaciones legales por mantener una concentración integral en esta era digital.
Al final, Richtel apunta el dedo acusador por conducir distraídamente a las compañías en telecomunicaciones. Somos bombardeados con mensajes opuestos, dice. Por ejemplo, en el 2013, el gigante de las telecomunicaciones AT&T lanzó el comercial “Dizzy”, un corto publicitario de 30 segundos que presenta a cuatro niños pequeños sentados en una mesa respondiendo a la pregunta de un moderador. “¿Qué es mejor?” pregunta, “¿hacer una cosa a la vez o dos cosas a la vez?” Por supuesto, los niños gritan la respuesta obvia: “Dos”, No es complicado, nos dice el comercial. Incluso los niños saben que hacer dos cosas es mejor.
Al mismo tiempo, AT&T también estaba financiando al famoso documentalista Werner Herzog en su película en contra