La horrible noche - El conflicto armado colombiano en perspectiva histórica. Forrest Hylton
Ospina desertó para irse al lado liberal y buscó aliados entre los afrocaucanos, indígenas y pobladores antioqueños. Los liberales pidieron revocar las leyes de vagancia, la pena de muerte, a la vez que demandaron detener la arremetida contra los resguardos indígenas. Reconocieron el autogobierno de las comunidades a través de la Ley 90 de 1859, protegieron a los pobladores antioqueños de los especuladores (con quienes el conservador Ospina tenía conexiones personales) en la zona montañosa de Quindío y congelaron, asimismo, los impuestos de consumo sobre el licor.
Como los conservadores no lograron forjar alianzas duraderas con las comunidades indígenas, los liberales le sacaron provecho a las masas de seguidores afrocaucanos para derrotar a sus rivales en una guerra civil (1860-1863) en la que, de acuerdo con un conservador, las tropas de Mosquera estaban “compuestas de negros, zambos y mulatos, asesinos y ladrones del Valle del Cauca”. Las fuerzas populares de piel oscura pelearon bajo el mando de Mosquera, aunque de los grupos indígenas, solo los Páez (Nasa) se pusieron abiertamente del lado de los liberales. Los conservadores alienaron a los antiguos aliados indígenas, al reclutar a hombres adultos y colgar a aquellos que se resistían. Contaban con una base de apoyo de parte de los minifundistas mestizos y de algunas veredas o pueblos antioqueños.
Una vez que Mosquera asumió la presidencia en 1863, el Cauca se convirtió en la región a la cabeza, ya que Mosquera le devolvió los derechos sufragistas a los estados (devolviendo así el derecho al voto de los afrocaucanos), embargó las tierras de la Iglesia, descentralizó la Constitución, abolió las leyes de vagos y la pena de muerte y reconoció tanto los resguardos indígenas como los derechos de los pobladores. Los magistrados y diputados en la legislatura estatal, así como los presidentes estatales y los concejos municipales, eran elegidos cada dos años. Los liberales controlaban los resultados de las elecciones estatales, pero los conservadores ganaron puestos en las legislaturas y compitieron en las elecciones locales.
La combinación de políticas liberales, supremacía electoral e irrupción de la democracia popular radical y participativa dentro del Partido Liberal obligó a que surgiera un conservadurismo más intransigente, clerical e internamente colonial. Con la división entre las élites liberales y sus aliados subalternos siguiendo líneas raciales y de clase, y con el aumento en los enfrentamientos sobre los significados de una democracia republicana a finales de la década de 1870, se había llegado a los límites de la alianza entre liberales y sectores subalternos.
TERMIDOR TROPICAL
Las élites liberales no estaban dispuestas a desmantelar las haciendas, lo que habría reconfigurado radicalmente el poder político basado en la tenencia de la tierra y en la explotación de la mano de obra esclava. La propiedad privada estaba siendo atacada, los bandidos y ladrones de ganado surgían de las montañas cercanas, los arrendatarios y aparceros se negaban a trabajar o a pagar la renta. Decididos a detener la ola creciente de lo que ellos denominaban como “anarquía” bajo el mando de los liberales radicales, los demás segmentos de las élites liberales conocidos como los Independientes rompieron filas. La sagrada trinidad era “familia, propiedad y religión”. Los Independientes tenían el apoyo de los antiguos pobladores antioqueños liberales en María, así como de los minifundistas blancos y mestizos del norte del Cauca. Las comunidades indígenas permanecieron neutrales.
Esta nueva constelación de alianzas permitió que los conservadores dirigieran un sangriento pero exitoso golpe en el Cauca entre 1878-1879, lo que puso fin al experimento republicano radical de esta región.9 Los conservadores, contrarios a lo que denominaban “democracia salvaje”, en la que los “elementos bárbaros predominaban”, apoyaron con fervor a los Independientes y estaban decididos a recular tantos cambios nuevos como fuese posible. A finales de la década de 1870, encontraron un vehículo político —las sociedades católicas— a través del cual consiguieron el apoyo de los colonos de la frontera, algunos de ellos exliberales, para llevar adelante tal proyecto. Al proveer educación religiosa, las sociedades católicas combatían agresivamente las reformas educativas anticlericales de los liberales. El conservadurismo modernizado, promovido por los Independientes caucanos y los minifundistas republicanos populares, llevó al contragolpe conocido como la Regeneración bajo el mando de Rafael Núñez.
Esta perspectiva de la historia del conflicto étnico, racial y de clases revela que en cualquier búsqueda por un futuro más equitativo, democrático y pacífico, los colombianos pueden mirar atrás, hacia una cultura política que se caracterizó por los amplios canales de participación abiertos por los subalternos desde la década de 1850 hasta la de 1870. Esto muestra que la propagación del clientelismo autoritario que caracterizó el final del periodo evolucionó como una reacción contra la amenaza que se cernía sobre la propiedad privada, los privilegios de clase y el monopolio político. La Regeneración (el tema del siguiente capítulo) afectó la vida política en el siglo XX tan profundamente que muchas veces se olvida lo vitales que fueron y han sido las tendencias democráticas que le precedieron.
1. “Democracias republicanas atlánticas” se refiere a los sistemas en los EE. UU., Europa y América Latina que no fueran ni dictaduras ni monarquías sino regímenes parlamentarios. Ver Eric Hobsbawm, The Age of Capital, 1848-1875 (Nueva York: Vintage Books, 1975).
2. Malcolm Deas, “The Fiscal Problems of Nineteenth-Century Colombia”, Journal of Latin American Studies, 14:2 (1982), 287-328.
3. Miguel Samper, La miseria de Bogotá (Bogotá: El Republicano, 1867), citado en Daniel Pécaut, Orden y Violencia, vol. I, 33.
4. Daniel Pécaut, Orden y violencia, 29-37.
5. James Payne, Patterns of Conflict in Colombia (NuevaHaven, CT: YUP, 1968), 121-22.
6. Daniel Pécaut, Guerra contra la sociedad (Bogotá: Espasa, 2001), 56-57; David Bushnell, The Making of Modern Colombia, 126. Con la posible excepción de México o Uruguay, esa identificación con los partidos políticos no se dio tan profundamente en ninguna otra parte de la región.
7. Para el proceso a través del cual Antioquia se volvió una región conservadora, ver Nancy Applebaum, Muddied Waters: Race, Region, and Local History in Colombia, 1846-1948 (Durham, NC: DUP, 2003), 45-47. Para el predominio liberal en la costa Atlántica ver Helen Delpar, Red Against Blue: The Liberal Party in Colombian Politics, 1863-1899 (Tuscalooza, AL UAP, 1981), 16-21; Eduardo Posada Carbó, The Colombian Caribbean: A Regional History, 1870-1950 (Oxford: OUP, 1996), 235-51.
8. Frank Safford y Marco Palacios, Colombia: Divided Land, Fragmented Society, 115, 126, 142, 151, 204.
9. Esto es comparable con la experiencia de los EE. UU. después de la Reconstrucción, cuando se llevó a cabo un ataque contra las comunidades indígenas y afroamericanas, así como contra sus libertades y derechos, en nombre del “progreso” agroindustrial. Ver Nell Irvin Painter, Standing at Armageddon: The United States from 1877-1916 (NuevaYork: W. W. Norton, 1988).
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