La horrible noche - El conflicto armado colombiano en perspectiva histórica. Forrest Hylton

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y Nicaragua con Somoza.28 Es decir, el populismo fue un triunfo rotundo que como forma de política que incluía a los excluidos de las repúblicas oligárquicas se anticipaba a la amenaza, verdadera o imaginada, de una revolución social. Aunque la clase media y segmentos de las viejas oligarquías pudieron haberse beneficiado más que otros grupos, la clase obrera y la clase campesina obtuvieron más y mejores beneficios que los que habían conseguido hasta entonces.

      Las nuevas élites comerciales y manufactureras relacionadas con el negocio de exportación de café se unieron a la oligarquía terrateniente a finales del siglo XIX, por lo que en vez de debilitar el poder del latifundismo dentro la oligarquía, lo reforzó. La alianza reaccionaria caracterizó a la república cafetera bajo el dominio conservador después de la Guerra de los Mil Días finalizada en 1903, sobrevivió intacta el desafío gaitanista en la década de los cuarenta, proporcionó las bases para las políticas del Frente Nacional durante la década de los ochenta y, gracias a la “guerra contra las drogas” dirigida por el gobierno norteamericano, asumió nuevas dimensiones con el aumento constante del negocio de la cocaína en la década de los noventa. El narcotráfico invirtió en los sectores de construcción, comunicación y servicios; sus importaciones de contrabando se vendían a precios más bajos que los de la industria nacional. Como latifundistas, las élites poseían la mayor parte de las mejores tierras y los bienes raíces urbanos del país. Arraigado en estas formas excluyentes de tenencia de la tierra, el poder político continuó dispersándose desde un centro débil hacia las regiones, especialmente en las áreas fronterizas.

      El “déficit crónico” del Estado colombiano es bien conocido entre investigadores y aquellos que viven en medio del conflicto. Especialistas y actores sociales con opiniones opuestas sobre la política colombiana concuerdan en que el Estado colombiano es débil y su autoridad frágil. En cualquier interpretación sobre la violencia en Colombia, la fragilidad de la presencia estatal debe clasificarse como uno de los principales factores que explican la fuerza de la insurgencia y la contrainsurgencia. La soberanía siempre ha estado circunscrita y fragmentada regionalmente. El gobierno central nunca ha monopolizado legítimamente la fuerza, ni ha administrado la mayoría del territorio bajo su jurisdicción. Esto ha traído como resultado un largo periodo de conflicto entre facciones de la élite que se volcó en guerra civil a finales del siglo XIX y a mitad del siglo XX.

      Sin embargo, para finales de la década de los cincuenta, el dominio bipartidista sobre la representación política formal fue sostenido gracias a un compromiso compartido con la economía de mercado en la que el Estado jugaba un papel limitado. El anticomunismo de la Guerra Fría, por su parte, cimentó la unión de los dos partidos a lo largo del Frente Nacional. La riqueza, especialmente en lo referente a propiedad de la tierra, se mantuvo fuertemente concentrada y su distribución fue bastante desigual, aunque un periodo de crecimiento económico sostenido, basado en la exportación de café y la manufactura para el mercado interno, amplió la clase media urbana y provincial en ciudades y municipios a lo largo de los sesenta. El consenso de la élite absorbió a segmentos de grupos subordinados, a través de redes de crédito y clientelismo, incorporándose cada vez más a este orden una nueva clase media, así como subalternos de la clase campesina y obrera. Pero, con la criminalización de la protesta, la disidencia y la misma pobreza que las políticas económicas gubernamentales reprodujeron, el Frente Nacional excluyó a la mayoría del campo y periferias urbanas.

      La contrainsurgencia del Frente Nacional estimuló el crecimiento de la insurgencia. Fue así como en las décadas de los setenta y ochenta, las áreas rurales y urbanas recién colonizadas y sin presencia estatal se convirtieron en terreno fértil para los movimientos electorales de izquierda con alcance nacional, multiétnicos y de distintas clases sociales, donde las guerrillas tenían influencia. Puesto que estos movimientos/partidos eran liderados por insurgentes que buscaban abrir el sistema político o derrocarlo, las milicias de los terratenientes —con el apoyo de una nueva facción de la clase dirigente de empresarios de la cocaína— lucharon para proteger el derecho


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