La horrible noche - El conflicto armado colombiano en perspectiva histórica. Forrest Hylton
Planet of Slums (Nueva York: Verso, 2006). Mientras el marxismo clásico veía la acumulación primitiva como una etapa en el desarrollo histórico precedente a la revolución industrial, es más útil considerarlo como una característica recurrente y permanente del desarrollo capitalista en el que la fuerza laboral se crea a través de la expropiación y privatización de tierras, bosques y ríos que forman las bases materiales de la vida colectiva y comunitaria.
32. Tomado de Antonio Gramsci, “subalterno” ha sido definido en el contexto del estudio del colonialismo y nacionalismo en Asia del sur como “un nombre para el atributo general de subordinación, bien sea que se exprese en términos de clase, casta, edad, género y estudios o de cualquier otra manera¨[…] Reconocemos que, por supuesto, esa subordinación no puede ser entendida excepto como uno de los términos constitutivos en una relación binaria en la que la otra parte es la dominante”. Ranajit Guha, “Preface”, Subaltern Studies I: Writing of South Asian History and Society (Delhi: OUP, 1982), vii. Lo uso para señalar la heterogeneidad de los grupos subordinados en Colombia.
33. En “La colonización de La Macarena en la historia de la frontera agrícola”, en Alfredo Molano et al., Yo le digo unas cosas… La colonización de la reserva Macarena (Bogotá: FEN, 1989), 203; Darío Fajardo denominó esto como el ciclo de “violenciamigración-colonización-violencia”.
34. Nada particular en el siglo XIX o principios del siglo XX, como está esbozado en Barrington Moore, The Social Origins of Dictatorship and Democracy (Boston: Beacon Press, 1969), 437-38.
35. Marco Palacios, Entre la legitimidad y la violencia, 280.
36. Barrington Moore, The Social Origins of Dictatorship and Democracy, 215.
37. Tomé prestada la primera frase de Perry Anderson, Passages from Antiquity to Feudalism (Londres: Verso, 1974), 148, y la última de Gonzalo Sánchez, “Guerra prolongada y negociaciones inciertas en Colombia”, en Gonzalo Sánchez y Eric Lair, eds., Violencias y estrategias colectivas, 58.
capítulo
1
Republicanismo radical y popular,
1848-1880
Debemos ser tratados como ciudadanos de una república y no como esclavos de un sultán
Los bogas afrocolombianos de Dagua, 1878
Este capítulo presenta los aspectos generales en materia económica, demográfica y política de la Colombia republicana en sus primeros tiempos y analiza la historia social de la política. A pesar de los rasgos de dominio oligárquico que Colombia compartió con repúblicas vecinas posteriormente a las guerras de independencia, durante la llamada era del capital (1848-1875), la movilización política radical popular la puso a la cabeza de las democracias republicanas atlánticas.1 Al observar con más detalle el Cauca, una de las regiones colombianas clave en el siglo XIX, queda demostrado que, al contrario de lo que muchos estudiosos han asumido, los grupos y clases étnicas y raciales oprimidos lucharon por el derecho a un lugar en la nueva república, forjando tradiciones políticas que desafiaban la esclavitud y los procesos coloniales. Una mirada más detallada a estas tradiciones nos aleja de las imágenes estáticas y desligadas de la historia que sostienen que una oligarquía terrateniente todopoderosa y unida logró dominar a una clase campesina dependiente y desafortunada, para revelarnos dinámicas locales y regionales más complejas. En contraste con el largo periodo de reacción que le siguió y en comparación con los vecinos de la época, Colombia se distinguió por su política radical popular.
DE ARRIBA HACIA ABAJO
Después de las guerras de independencia, Colombia surgió como una de las naciones latinoamericanas más devastada, desunida y deprimida económicamente, con míseras comunicaciones, poco comercio exterior, sin instituciones bancarias y con una baja capacidad fiscal. Las obras públicas eran inexistentes y el mercado interno era minúsculo. Un ejemplo de ello es que para el año de 1890 costaba más transportar café de Medellín a Bogotá que de Medellín a Londres.2 En las décadas de 1850 y 1860, breves booms en las exportaciones de quinina y tabaco, este último con un pico de demanda durante la guerra civil estadounidense, no condujeron a una transformación socioeconómica y la pobreza de la aristocracia de Bogotá —consumista en exceso e improductiva— era el tema de duras críticas.3 Debido a la escasez de créditos, los prestamistas antioqueños, que se habían enriquecido gracias a las ganancias del comercio alrededor de la minería del oro a finales de la era colonial e inicios de la republicana, operaron como financistas sin intentar aglutinar facciones dirigentes alrededor de ellos. En 1854, incluso armaron un escándalo al decir que se separarían de Colombia para volverse parte de los EE. UU.4
La diferenciación geográfica extrema ha sido siempre un factor ineludible en la política colombiana y ha permitido que las élites afiancen su poder en lo referente a tierras, cargos políticos y participación en el mercado en los ámbitos regional y local. El país está rasgado por tres grandes cordilleras que se abren en forma de abanico desde el sur, y que a su vez están divididas por los ríos Cauca y Magdalena. Hacia el sureste se extiende una vasta extensión de tierras bajas tropicales que tijeretean el ecuador, entrecruzadas por innumerables ríos que desembocan en las cuencas del Orinoco y del Amazonas. Hacia el norte y el oeste se extienden las costas del Caribe y el Pacífico y la selva impenetrable del istmo de Panamá, mientras que en los departamentos de Arauca y Norte de Santander, en la frontera con Venezuela, se encuentran las principales reservas de petróleo del país. La mayoría de la población ha estado siempre concentrada en las regiones montañosas subtropicales más frías. Bogotá, a 2.600 metros sobre el nivel del mar, tiene una temperatura promedio de 14°C. Pero las ciudades propiamente dichas estuvieron por siglos separadas por tortuosos caminos y montañas intransitables, tal como permanecieron para los campesinos en las zonas fronterizas.
La pésima conexión vial y el aislamiento geográfico han tenido un efecto crítico en la conformación de los grupos dirigentes. El control militar centralizado era intrínsecamente más difícil en Colombia que en sus vecinos; relativo a la población, el Ejército fue siempre cerca de un tercio del tamaño de los ejércitos de Perú o Ecuador.5 Aunque tampoco pudieron escapar a la lógica de la fragmentación territorial, los grupos civiles y la Iglesia adquirieron roles mucho más estelares como líneas de transmisión del poder que en cualquier otro lugar. Al delegar autoridad en los dirigentes partidistas locales, los terratenientes-comerciantes-abogados de Bogotá ayudaron a intensificar, en vez de mitigar, las divisiones y desigualdades regionales. La ciudadanía de la Colombia de finales del siglo XIX y principios del siglo XX no adoptó un sentido de pertenencia común con la nación representada por un gobierno central, sino con la membresía exclusiva a uno de los dos partidos políticos. La política, definida en términos de amigo-enemigo, fue un asunto de suma cero en las regiones y municipios, y las afiliaciones partidistas trascendieron las líneas raciales, de clase, étnicas y regionales.6
Aunque los dos partidos han derramado la sangre el uno del otro con frecuencia, el paradigma político clásico de división oligárquica entre conservadores y liberales, estructurado a lo largo de líneas ibéricas, ha persistido. Característico