El pueblo en movimiento. Gloria De La Fuente
tomando”, donde lo principal, lo que predomina, es el componente más bien negativo, temeroso, de incertidumbre, aunque se reconozca, por decirlo así, la legitimidad de origen de las movilizaciones o de las causas que las provocaron. Por supuesto que, como decía, estas distintas dimensiones atraviesan a los vivires de los distintos actores y muchos actores pueden pasar, por decirlo así, de una subjetivación a otra sobre todo entre las subjetividades que pueden considerarse intermedias. Lo que quiero decir con esto es que el elemento de aquella subjetividad enteramente positiva, o básicamente positiva, que ve en esto el momento de emancipación, de liberación, de realizar lo que uno quiere y cómo quisiera que se viviera la sociedad del futuro es la subjetividad predominante en los jóvenes y en lo que llamamos la generación del estallido, y es además una subjetividad que tiende a no dialogar con las otras, no logra entender por qué el temor, la incertidumbre cuando esto es un momento de liberación o, visualiza que la gente que no piensa como ellos son los que quieren mantener las cosas tal cual están y no quieren hacer transformaciones, y, por lo tanto, pasan a ser el adversario, el enemigo. Por otro lado, la subjetividad llamémosle más reactiva, más negativa frente a lo que ha pasado lleva a ver a la primera como causante de los males y es absolutamente inconsciente e impune frente a la violencia que ellos mismos pueden haber desatado. Y así se produce una polarización muy grande en la sociedad a partir de estas subjetividades. Y esta polarización es menos ideológica que lo que han sido las polarizaciones en otras épocas o en otros momentos aun cuando por supuesto hay componentes ideológicos. Así, uno de los temas que se plantean, como dijimos anteriormente, es precisamente que aquí puede estar naciendo —y estoy exagerando el lenguaje sociológico—, un nuevo tipo de clivaje en una sociedad en la que ya hay múltiples clivajes. Aquí se produce un clivaje mucho más complejo en el cual la dimensión generacional es muy importante, es decir, el componente generacional pasa a ser quizás un antes de un clivaje. Todo eso, es una mera hipótesis y hay que irlo reflexionando más en el futuro. Aquí queda planteado el problema de las posibilidades de encuentro, de diálogo, entre estas diversas subjetividades de la cual la dimensión generacional expresa el polo que lo vive como un momento de emancipación y exaltación que debe perdurar y que todo lo que se haga contra eso significa reprimir y negociar, es una regresión que va a provocar una sustracción y probablemente respuestas permanentes de nuevas formas de estallido en la medida que no se produzca este diálogo entre estas subjetividades.
Más allá de estas subjetividades del estallido, hay también el modo cómo se vivan los procesos que buscan resolver políticamente la crisis, especialmente el proceso constituyente, porque para unos, puede ser un momento crucial en la resolución de uno de los conflictos centrales actuales, pero para otros dicho proceso no resolvería nada ni tiene nada que ver con sus vidas. Y el triunfo de las opciones de nueva Constitución y Convención Constitucional va a depender de la capacidad de los actores políticos deslegitimados de movilizar a esta ciudadanía distante y desconfiada. Lo que implica un cambio de lenguaje, de símbolos y también de liderazgos y aquí sí que valdría este concepto.
DMP: En esas subjetividades es que hemos vivido el estallido, como una montaña rusa donde a veces se está arriba con optimismo y otras veces abajo con miedo y pesar.
GDF: Pensando también en la configuración de esas subjetividades y en la construcción de agenda pública ¿cuál es el rol de los medios de comunicación y las redes sociales en el contexto del estallido social?
MAG: Bueno, los medios de comunicación hacen, durante el estallido, lo que se supone que tienen que hacer, y cuando hablamos de los medios de comunicación en general, con excepciones mínimas, nos referimos a un sistema de medios de comunicación: prensa, radio, televisión; que ya existe y que, por lo tanto, lo que van a hacer es continuar con su tarea, y de acuerdo a sus intereses, realizando la labor periodística o informativa, en este caso respecto del estallido.
Digamos algo sobre el sistema de medios en Chile antes de entrar en su acción en el estallido social. Es evidente que el sistema de medios de comunicaciones que tenemos en Chile es un sistema que emerge también del orden económico, social y cultural heredado de la dictadura, pero con las transformaciones que existen, en el mundo, en todo lo que es la cuestión de la comunicación. Aquí hay dos aspectos. Hay un aspecto propio de lo que es este sistema de medios de comunicación en nuestro país, que tiene elementos también universales y la particularidad respecto al estallido. En relación con lo primero, el sistema de medios de comunicación está establecido para generar información y otros elementos que están siempre editorializados en términos de un determinado sistema de valores, lo que expresa, por ejemplo, lo que llamamos el duopolio de los grandes diarios es precisamente eso. Todo lo excepcional que ocurre fuera del sistema de mercantilización de la información expresada, entre otras cosas, en el financiamiento publicitario es exactamente eso, una valiosa excepción, aunque hay que reconocer que esta mercantilización también afecta a la libertad de los medios llamados alternativos. La tarea real del sistema, dejando las excepciones al lado, no es informar, tampoco lo es la de la televisión, independientemente que haya periodistas, que haya gente que sí cumple honestamente esas tareas; la tarea de esos medios es generar un conjunto de percepciones, de sensaciones, en un determinado sentido, y en ese plano el rol fundamental que ocupa la noticia es no tanto informar, sino despertar, provocar una reacción, y por eso no importa lo que esté pasando, por ejemplo, importa más, en el caso de la televisión, un escándalo que haya ocurrido en determinado lugar porque eso va a hacer que la gente lo vea, y eso obviamente tiene una repercusión en dinero a través del sistema de publicidad. Y no deja de ser interesante hoy día que, en el caso de los noticieros de la televisión abierta, por ejemplo, toda ella funciona como televisión privada. La televisión pública chilena no funciona como tal, por cualquier estándar de cualquier parte del mundo no es una televisión pública, aunque se llame así.
Para ilustrar esta mercantilización de información y de la noticia, pensemos en los noticiarios. Quien dirige el noticiario tiene frente a sí un panel con todos los otros canales y entonces, a su vez, va midiendo, qué noticia lleva más gente, y, por lo tanto, puede cortar una noticia y cambiarla si otro canal está haciendo algo que tiene mayor rating. ¿Y, entonces, qué significa eso? Al cortar una noticia, o al ponerla después de otra, o al postergarla, o al suprimirla, o al poner una noticia que puede ser menos importante respecto del acontecer nacional y mundial, al ponerla en primer plano lo que está haciendo es editorializarlo. Entonces, despejemos el mito: los sistemas de comunicación comunican, no informan, no forman, no ayudan a la creación de una opinión pública distinta a los principios y valores que ellos quieren transmitir.
Y eso pasa, por supuesto, también con los diarios. A eso hay que agregarle que hoy día uno no sabe si el diario es algo para dar noticias, informar, relatar los acontecimientos, o es simplemente un conjunto de avisos. Hay algunos diarios en que se alternan una página de noticias y una página de avisos, de modo que la mercantilización radical y absoluta de los sistemas de medios de comunicación va asociada a quienes son los que pagan, y los que pagan son precisamente las grandes empresas, los intereses económicos, etc. Y eso penetra de alguna manera la noticia, la información. Por ejemplo, volviendo a la televisión y también a la radio, sin duda con excepciones, es frecuente ver u oír a quien da una noticia hacer también la propaganda de un producto con lo que se produce un uso de la credibilidad para fines distintos de la información y eso está exigido por contrato. Por supuesto, esto no es un mundo cerrado, hay miles de posibilidades de transmitir, noticias reales, pero no siempre hay posibilidades de explicarlas, de contextualizarlas.
Volvamos ahora a la pregunta más específica.
En este panorama general, que obliga a una profunda revisión de todo el sistema de comunicación y también de la formación de las y los periodistas y los y las comunicadoras, ¿qué ocurre respecto del estallido social? Lo que vimos y escuchamos o leímos —insisto, con excepciones— de muchos programas y canales de televisión, con excepciones en las radios, con muy pocas excepciones salvo lo que son las columnas en los diarios, fue la exaltación del aspecto espectacular que podrían tener los acontecimientos, titularlos de una manera enteramente engañosa y sin dar elementos que permitieran aumentar la capacidad comprensiva de la gente y conocer el conjunto de hechos en su realidad, pero también, en su contexto. En ese sentido, mi impresión es que no es que hayan