Historia del Próximo Oriente antiguo. Marc Van De Mieroop

Historia del Próximo Oriente antiguo - Marc Van De Mieroop


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un capítulo al final e introducido un nuevo elemento que denomino «Debates» en cada capítulo. Como un resumen de estas características por necesidad presenta afirmaciones e ignora los debates que mantienen los expertos en casi todos los puntos, he presentado secciones donde esbozo varias aproximaciones y posturas académicas sobre ciertos temas, aportando referencias bibliográficas. Su número es limitado, pero espero que muestren a los estudiantes cómo se producen desacuerdos entre los investigadores y sus posturas cambian en ciertas áreas.

      Querría agradecer al personal de Wiley Blackwell su apoyo continuado a este libro. Mi mayor deuda la he contraído con una serie de grupos de estudiantes de Columbia University y durante una temporada en la Universidad de Oxford, que continúan obligándome a dar sentido al material que estudio y que por su mera presencia hacen que merezca la pena.

      Nueva York

      MARC VAN DE MIEROOP

      NOTA DEL AUTOR

      He intentado reproducir los numerosos nombres de lugares y personas de este libro de un modo que los haga tan reconocibles como sea posible. Así, cuando existan formas familiares en castellano, Nabucodonosor, por ejemplo, en vez del más preciso Nabu-kudurri-usur, Alepo en vez de Halab, las usaré. Mis colegas se darán cuenta de lo inconsistente de mi uso, pero también tendrán claras las distintas representaciones de esos nombres. Para los demás, espero haber facilitado la lectura del libro. No he intentado representar ciertos elementos fonéticos de las lenguas del Próximo Oriente antiguo, como la s enfática, pronunciada ts, que reproduzco como s sencilla. No se hace indicación específica de las vocales largas excepto cuando todo un término aparece en acadio.

      He intentado utilizar términos de las distintas lenguas antiguas del Próximo Oriente, pero cuando lo hago, sigo la práctica habitual en nuestra disciplina de marcarlas en cursiva, excepto las palabras sumerias, que aparecen en el estilo de fuente estándar.

      En las traducciones de los textos antiguos, las reconstrucciones de los pasajes dañados no se marcan siempre a fin de mejorar la legibilidad del texto. Cuando se indican, aparecen entre corchetes. Cuando una palabra se halla parcialmente entre corchetes, se indica que parte de ella es aún legible. Las traducciones dudosas aparecen en cursiva.

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      PROBLEMAS INICIALES

      1.1. ¿QUÉ ES EL PRÓXIMO ORIENTE ANTIGUO?

      Pocos utilizan hoy el término «Próximo Oriente». Pero ha sobrevivido en el estudio de la historia antigua en una disciplina académica enraizada en el siglo XIX, cuando el término se usaba para identificar los restos del Imperio otomano en las costas orientales del Mediterráneo. Hoy decimos Oriente Medio para designar esta área geográfica, pero los dos términos no son totalmente equivalentes, y los historiadores y arqueólogos del mundo antiguo siguen hablando de Próximo Oriente. Este hábito, de por sí, implica una cierta vaguedad a la hora de determinar qué constituye la historia antigua de esa zona y las fronteras geográficas pueden diferir sustancialmente entre distintos estudios. Algunas definiciones, pues, de qué cubre este libro se hacen necesarias.

      En este resumen de historia, Próximo Oriente designa la región de la costa oriental del Mediterráneo al Irán central y del mar Negro al mar Rojo. Egipto, cuya historia antigua se cruza con la del Próximo Oriente en múltiples ocasiones, no se incluye, excepto cuando su imperio se extendió por Asia durante la segunda mitad del segundo milenio. Las fronteras siguen siendo vagas, porque en esencia estudiamos un conjunto de áreas nucleares y la extensión de cada una de ellas fue cambiando en los distintos períodos. Destacada en cualquier estudio del Próximo Oriente antiguo es Mesopotamia, término que usamos para designar el área entre los ríos Tigris y Éufrates en lo que hoy son Iraq y el norte de Siria. Fue hogar de muchas culturas y formaciones políticas, cuya secuencia conocemos bien gracias a abundantes documentos. En ocasiones los estados mesopotámicos se extendieron mucho más allá de sus fronteras, atrayendo a su órbita regiones por lo demás escasamente conocidas, como la península arábiga. Lo mismo puede decirse de otras áreas nucleares en la Anatolia central, el suroeste de Irán y demás. Como historiadores, dependemos de las fuentes; su contenido, tanto en términos geográficos como en las facetas de la vida que documentan, fluctúa enormemente a lo largo del tiempo. Cuando informan de alguna actividad en cierto lugar, dicho lugar se vuelve parte del Próximo Oriente; cuando no es así, poco podemos decir. La historia antigua del Próximo Oriente es como un cuarto oscuro donde las fuentes ofrecen puntos de luz aislados, unos más brillantes que otros. Brillan con especial claridad sobre ciertos lugares y períodos, pero dejan mucho más en sombra. Es labor del historiador intentar sacarle sentido al conjunto.

      Los límites cronológicos de la historia del Próximo Oriente antiguo también son ambiguos y tanto las fechas iniciales como finales son flexibles. Si consideramos la Historia dependiente de las fuentes escritas, la postura tradicional frecuente, los orígenes de la escritura en Babilonia en torno al 3000 a.e.c. deben verse como el principio de la historia. Pero la escritura fue una más de las muchas innovaciones que tuvieron sus raíces en épocas anteriores y los textos más antiguos no contienen información «histórica» que podamos interpretar, más allá del hecho de que la gente podía escribir. Así, la mayoría de las historias del Próximo Oriente comienzan con la denominada prehistoria, a menudo en torno al 10000, y describen los desarrollos que tuvieron lugar antes de que existiera la escritura. Durante esos siete mil años, tuvieron lugar tantos cambios importantes en las formas de vida de los seres humanos que se hacen merecedores de un tratamiento en profundidad, que emplee fuentes y metodologías arqueológicas. No hay suficiente espacio en este libro, que persigue estudiar de manera sistemática los períodos históricos, para hacer justicia a todos los desarrollos prehistóricos. Así, comenzaremos a finales del cuarto milenio, cuando varios procesos prehistóricos culminaron simultáneamente, aparte de la aparición de la escritura, lo que cambió los materiales que constituyen nuestras fuentes. Me limitaré a bosquejar los desarrollos precedentes de manera sumaria en esta introducción.

      La Historia rara vez presenta finales nítidamente definidos. Incluso cuando los estados son destruidos definitivamente, dejan una huella, cuya duración depende de que se examinen los aspectos históricos en la política, la economía, la cultura u otras áreas. Pero el historiador tiene que detenerse en algún momento y la elección de cuándo lo hace ha de justificarse. Se usan a menudo varias fechas para concluir la historia antigua del Próximo Oriente, muy frecuentemente la caída de la última dinastía mesopotámica nativa en 539 o la derrota de Persia por Alejandro en 331. He elegido a Alejandro como la última figura de mi historia política, porque aunque los cambios que instituyó probablemente no tuviesen gran impacto en la mayoría de la población en aquella época, nuestro acceso a los datos históricos se transforma a partir de su reinado. El cambio gradual de fuentes indígenas a fuentes clásicas externas requiere una aproximación historiográfica diferente. La llegada del helenismo es una línea de demarcación adecuada porque el acceso del historiador a los acontecimientos cambia significativamente.

      Entre 3000 y 331 transcurrieron unos veintisiete siglos. Pocas disciplinas históricas se enfrentan a un arco temporal tan extenso, comparable a resúmenes de la civilización europea que conectasen la Grecia homérica con nuestros días. Aunque podemos apreciar períodos marcadamente distintos en ese desarrollo occidental y percibir los cambios esenciales que tuvieron lugar a lo largo del tiempo, es más difícil hacerlo en la historia del Próximo Oriente antiguo. Nuestra distancia del Próximo Oriente, tanto en tiempo como en espíritu, a veces conduce a un punto de vista que difumina las diferencias y lo reduce todo a una gran masa estática. Por otro lado, puede asumirse un punto de vista diametralmente opuesto y fragmentar esta historia en segmentos breves, coherentes y manejables. La discontinuidad se convierte entonces en foco. Esta segunda actitud es la base de la periodización de la historia de Próximo Oriente, que hilvana una serie de fases casi siempre denominadas según dinastías reales. Cada fase experimentó su ciclo de desarrollo, prosperidad y decadencia, como si fuera una entidad biológica y entremedias aparecían las llamadas eras oscuras, momentos de silencio


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