Historia del Próximo Oriente antiguo. Marc Van De Mieroop
sobredimensionar las continuidades, pero podemos reconocer patrones básicos. En términos políticos, por ejemplo, el poder del Próximo Oriente a menudo se hallaba fragmentado y tan solo hubo momentos relativamente efímeros de centralización bajo líderes de dinastías cuyo ámbito territorial se hacía cada vez más amplio. Pero estos momentos de centralización suelen llamar más la atención, porque han producido un gran número de fuentes escritas y arqueológicas. Teniendo en cuenta el crecimiento progresivo de las formas políticas, esta historia se divide en las edades de ciudades-estado, estados territoriales e imperios, cada uno con sus momentos de grandeza y disgregación (si consideramos que el poder equivale a la grandeza). La ciudad-estado fue el elemento político primero de 3000 a aproximadamente 1600; los estados territoriales dominaron la escena desde ese momento hasta comienzos del primer milenio; y los imperios caracterizan la historia posterior. Los estados mesopotámicos a menudo demuestran de la manera más clara estas fases de desarrollo, pero es evidente que también tuvieron lugar en otros lugares del Próximo Oriente.
A la postre, el acceso y la extensión de las fuentes definen el Próximo Oriente como materia histórica y subdividen su historia. En ciertos lugares y épocas aparece documentación escrita y arqueológica extensa, y estas regiones y momentos constituyen el núcleo de la materia. En este sentido, las culturas de Mesopotamia son dominantes. A menudo fueron las civilizaciones pioneras de la época y tuvieron impacto en todo el Próximo Oriente. Cuando influyeron o controlaron regiones no mesopotámicas, incluiremos esas áreas en nuestra investigación; cuando no fue así, a menudo perdemos la pista de lo que estaba sucediendo fuera de Mesopotamia. La exploración arqueológica en décadas recientes ha hecho cada vez más visible que otras regiones del Próximo Oriente experimentaron desarrollos independientes de Mesopotamia y que a ella no podemos asignar todas las innovaciones culturales. Aun así, sigue resultando difícil escribir historias continuas de esas regiones sin depender de un modelo centrado en Mesopotamia. Mesopotamia aporta unidad geográfica y cronológica a la historiografía del Próximo Oriente. Su uso de un sistema de escritura venerable, su preservación de prácticas religiosas y su continuidad cultural del tercer al primer milenio nos permiten contemplar su larga historia como un todo. El estudio de las otras culturas de la región está en su mayor parte ligado al de la cultura mesopotámica, pero no deberíamos ignorar tampoco sus contribuciones a la historia del Próximo Oriente.
1.2. FUENTES
La presencia de fuentes determina los confines de la historia del Próximo Oriente antiguo. Afortunadamente, son increíblemente abundantes y variadas en su naturaleza a lo largo de toda esta extensa historia. Los textos, fuente primaria del historiador, han sobrevivido por cientos o millares —una estimación publicada recientemente habla de más de un millón—. Desde los momentos más antiguos, los reyes realizaron inscripciones en monumentos de piedra, muchos de los cuales se contaron entre los primeros hallazgos arqueológicos en Mesopotamia en tiempos modernos. Más importante, con todo, fue la tablilla de arcilla, el soporte de escritura que se desarrolló en el sur de Mesopotamia y que adoptaron todas las culturas del Próximo Oriente. Tiene una resistencia increíble en los terrenos duros de la región y los textos, desde el recibo por una sola oveja hasta la extensa Epopeya de Gilgamesh, son abundantes. La supervivencia de numerosos documentos de uso cotidiano diferencia al Próximo Oriente antiguo de otras culturas antiguas. En Egipto, Grecia y Roma se ponían por escrito cosas similares, pero en pergamino y papiro, materiales que solamente han sobrevivido en circunstancias excepcionales. Los escritos del Próximo Oriente antiguo son ricos no solo en número, sino también en lo que abarcan: economía, actividad urbanística real, campañas militares, gestión del gobierno, literatura, ciencia y muchos otros aspectos de la vida que se ven ricamente documentados.
Los materiales arqueológicos han adquirido importancia progresiva como una de las herramientas del historiador. Las excavaciones no solo nos permiten determinar, por ejemplo, que los hititas estaban presentes en el norte de Siria en el siglo XIV, sino que también nos permiten estudiar las condiciones materiales de sus vidas en esa zona. El Próximo Oriente está cuajado de montículos artificiales formados a lo largo de los siglos por los restos de ocupación humana. Se denominan tell en árabe, tepe en persa y hüyük en turco, términos que aparecen en los nombres de la mayoría de yacimientos arqueológicos. Las posibilidades de excavación son tan grandes que hasta ahora nos hemos limitado a arañar la superficie, aun tras más de ciento cincuenta años de trabajo. Las ciudades principales como Uruk, Babilonia, Nínive y Hattusa han sido exploradas a lo largo de muchas décadas y han suministrado numerosos edificios, monumentos, objetos y textos. Pero cuando uno compara lo que se ha descubierto con lo que permanece oculto, queda claro que esto es solamente el principio. Quedan miles de yacimientos por explorar y no todos ellos pueden ser investigados de manera sistemática. Puesto que hay construcciones continuas de pantanos, carreteras y desarrollos agrícolas que amenazan con destruir totalmente yacimientos antiguos, los esfuerzos de rescate a menudo determinan la selección de qué se excava.
Recuadro 1.1. ¿QUÉ HAY EN UN NOMBRE?
Al igual que uso del término ‘Próximo Oriente’ es hoy poco frecuente fuera del campo de estudio de la historia y la arqueología, el significado exacto de muchos otros nombres geográficos tiene un valor particular en estas disciplinas. A menudo este uso es cuestión de hábito y rara vez se detalla explícitamente lo que esos nombres designan. A menudo derivan de fuentes antiguas, pero se modificó su significado para indicar una realidad algo diferente, a menudo según la terminología imperial británica del siglo XIX, cuando se desarrolló el estudio del Próximo Oriente antiguo. Uno de esos términos es ‘Mesopotamia’, una etiqueta griega para el área delimitada por la gran curva del Éufrates en Siria, pero que hoy día se aplica a toda la región comprendida entre los ríos Tigris y Éufrates y a veces incluso a zonas más allá de esas fronteras. Mesopotamia está compuesta por dos zonas diferenciadas: Asiria al norte y Babilonia al sur. Ambos son en origen términos políticos que hacen referencia a estados antiguos que existían después de 1450 a.e.c., pero que a menudo se usan como designaciones puramente geográficas aplicables a cualquier momento histórico (y así las usaré aquí). Muchos expertos utilizan otro término político, ‘Sumer’ (o a veces el no existente ‘Sumeria’), para referirse a la mitad meridional de Babilonia en el cuarto y tercer milenios. No sigo esa práctica.
Fuera de Mesopotamia, los estudios de historia del Próximo Oriente antiguo a menudo hablan del Levante, esto es, el lugar por donde sale el sol desde una perspectiva europea, para designar la región a lo largo de la costa mediterránea oriental entre Turquía y Egipto. Al norte, la parte asiática de la actual Turquía a menudo es denominada Anatolia, nombre derivado del término griego que expresa la salida del sol. Para la misma región se utiliza también la expresión latina Asia Menor. A menudo aparecen nombres de países, como Irán, Siria, Egipto e Israel, pero sus fronteras no coinciden exactamente con las de los correspondientes estados-nación modernos. El uso del término ‘Iraq’ es raro, excepto en publicaciones británicas. Siria-Palestina y el correspondiente adjetivo son términos puramente geográficos. Todo esto puede parecer confuso de entrada, pero pronto resulta claro lo que el autor está pensando.
No deberíamos subestimar la medida en que los altibajos de la exploración arqueológica influyen en nuestra visión de la historia del Próximo Oriente. Las circunstancias políticas en el Oriente Medio contemporáneo, especialmente, han determinado dónde se puede excavar. La competición imperial entre Gran Bretaña y Francia a mediados del siglo XIX llevó a sus representantes a concentrarse en yacimientos masivos en el Iraq septentrional, la región de Asiria. Allí hallaron los monumentos más impresionantes, que se exhibirían en los museos nacionales, algo que desencadenó el primer interés en la historia de Asiria. Solo en fechas posteriores de ese siglo, cuando la inquietud por los orígenes alcanzó su apogeo, comenzarían los arqueólogos a explorar sistemáticamente el sur de Iraq, en busca de los antiguos sumerios. Los acontecimientos más recientes han tenido un impacto dramático en la investigación arqueológica. La Revolución iraní de 1979, las guerras de Iraq de 1991 y 2003, la presente guerra civil en Siria y otros conflictos han obligado a los arqueólogos a abandonar