Condenando la Esperanza. Dr. Luis María Viale

Condenando la Esperanza - Dr. Luis María Viale


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      Al abordar la tecnociencia como una ideología −que, además de consolidar un pensamiento homogéneo conformando un enorme dispositivo que condiciona la libertad, hace de la persona un sujeto, esto es un ente que se encuentra amarrado−, incita a no sucumbir ante la ideología, sino a ensayar un nuevo lugar desde el cual se pueda generar libertad a partir de aquella. Porque no se puede negar que el homo sapiens ha convivido desde siempre con la técnica que, en la actualidad, se presenta con novedades como los cyborg, la promiscuidad entre lo orgánico y lo inorgánico, el intercambio de órganos que es posible por la técnica, etc., y señala que es indispensable la visión ética del desafío.

      El enfoque “socio-psicológico” cultural de la juventud que se opone al “biologicista” como constructor de subjetividades, abre una ventana de discusión sobre la construcción de “la juventud” que es una alternativa para no sucumbir en la manipulación de la configuración de ella según parámetros como el sexo, el trabajo, la posición geobarrial, etc.

      La segmentando facilita su “administración”, en especial a partir de la fuerza policial, con categorías sociales a priori: buenos, malos, lindos, feos, estudiantes, vagos, trabajadores, holgazanes, etc., resumiendo todo en ilicitud o licitud judicial. Se sostiene la pureza de los dispositivos en detrimento de la de la libertad, a pesar de la arbitrariedad e incoherencia de aquellos.

      La “mano dura” o “policialización” del territorio solo consolida el miedo en el que la policía y los políticos que instruyen a estos son los administradores, estigmatizando a los malos y acorralando a los buenos en guetos (villas de emergencias para los primeros y barrios cerrados para los segundos), con una paradoja: los vigilantes son siempre los mismos erigiéndose en los dueños del umbral que se abre entre los dos sectores que les permite deambular más allá del orden. Ellos son los que emiten el bando que a su vez define a los abanderados, a los bandidos y a los abandonados.

      La juventud y la ley, señala el texto, se elaboran a partir de los datos que generan los medios que no son suficientes ni exactos, porque responden a la necesidad de mantener el sistema comunicacional mediático. A partir de ellos se desarrollan los debates, los informes, los planteos sociales, las políticas públicas, procesos que terminan en la sanción de las leyes que en general giran alrededor de la idea de “mano dura”.

      Como dice el autor, la energía que mueve las ideas no son la razón, la prudencia, la ponderación, sino circunstancias emocionales y viscerales que vuelve al punto de partida ancestral: la venganza, la ley del talión, diente por diente, ojo por ojo, con la crueldad consiguiente y sin reparar en que el principio de la dignidad humana encuentra su sustento en el amor cívico, consecuencia de la vocación relacional del ser humano, y no en la violencia de las bestias.

      La reflexión sobre el estado de derecho también resulta otro acicate para la reflexión, porque es cierto que el estado de derecho es el reflejo del orden jurídico del pacto social sobre el que se sustenta la armonía social que se ajusta a la dinámica de la vida cambiante. Pero inferir de ello la imparcialidad y la desigualdad exige un mayor diálogo y análisis.

      Destapa el autor que los menores reciben una educación distorsionada por los distintos idiomas (guardia cárceles, guardias de seguridad, educadores, médicos, sicólogos, capellanes, judiciales, etc.) que expresan de maneras diferentes los valores y principios que regulan la existencia del joven, conformando un dispositivo semejante a la Torre de Babel.

      La necesidad de mantener la Babel en orden exige subordinar al “interno” (reducción del ser humano a un mero adjetivo) y para ello no solo se requiere despojarlo del yo relacional, cortando sus vínculos comunicacionales con sus semejantes, la naturaleza y el cosmos, sino que también requiere diluir su interioridad profunda a partir de desdibujar la intimidad del deseo y la libertad espiritual. Lo importante no es la dignidad humana sino el orden totémico de la Babel.

      El texto concluye en que las instituciones en las que se amontonan personas se asemejan a un depósito de cosas para reparar que nadie repara.

      La vida es para vivirla libre y, cuando los tientos que amarran el alma se olvidan de esta, los cuerpos mutan en cosas.

      1- Claudio es el tercero de mis muy queridos 6 hermanos. Él me introdujo en el maravilloso mundo del pensamiento social de la Iglesia Católica hace 45 años. (N. del A.).

      Sí, mi querido lector, este libro viene con instrucciones. Pero no se asuste, que es una sola y muy fácil de cumplir.

      En definitiva, la única instrucción es: lea este libro como mejor le dé la gana. Empiece por la página que quiera; si no quiere, no respete ningún orden, ni el de las páginas, ni el de los capítulos ni ningún otro. Este es un libro para ser leído mientras se viaja en el subte o en el tren o para hojear mientras se está en una sala de espera o donde quiera que el destino lo encuentre apurado y con poco tiempo para leer las reflexiones de un humilde pero sacrificado servidor. Pero si usted es un lector metódico o comprometido con las convenciones, también siéntase libre de leerlo como a cualquier otro libro: empiece por la primera página, luego siga por la segunda, y así hasta llegar a la última página del libro.

      Bienvenido y muchísimas gracias por acompañarme en esta bellísima aventura.

      ¿Qué estamos deseando como sociedad para estos jóvenes?

      ¿Qué desean nuestros dirigentes?

      ¿Qué deseamos nosotros como personas?

      ¿Qué desean los propios jóvenes infractores de la ley penal?

      ¿Por qué esta necesidad de fabricar y vivir encerrados en tantas prisiones?

      ¿Por qué ser cómplices de tanto dolor?

      “No me preocupa el grito de los

      violentos, de los corruptos, de los

      deshonestos, de los sin ética. Lo que

      más me preocupa es el silencio de los buenos”

      (Marthin Luther King).

      “Si la libertad significa algo,

      es el derecho de decir a los demás

      lo que no quieren oír”

      (George Orwell).

      Las sociedades se definen no solo por las variables económicas, culturales o políticas, sino también por aquello que las sociedades desean; en este caso, para conocernos mejor, es importante saber qué deseamos para el joven infractor de la ley penal. Hasta ahora solo hemos construido cárceles disfrazadas de centros socio-educativos. Hasta ahora solo hemos construido centros de dolor y depreciación humana. Pero ¿esto es lo que deseamos para nuestros jóvenes?, ¿solo el castigo a través de la privación de la libertad o su resocialización a través de un auténtico centro socio-educativo? Los jóvenes son mensajes vivientes a un tiempo que no vamos a ver, sostiene Bertolt Brech; ¿son mensajes de dolor, de depreciación humana lo que deseamos enviar al futuro?

      Por lo hecho efectivamente con los jóvenes infractores de la ley penal parecería ser que lo que deseamos como sociedad es que estos jóvenes “se pudran en una cárcel”. Más allá de grandiosas declaraciones humanitarias que periódicamente hacen, sobre todo, los funcionarios de turno, muy pocas son las voces que se alzan contra la verdadera situación de los jóvenes infractores. Y va como ejemplo la poca eficacia de la Convención de los Derechos del Niño para el trato de los niños y jóvenes, lo que deja también como interrogantes: ¿por qué fue necesario un movimiento internacional para que sean reconocidos los derechos de los niños? Y ¿por qué tanto trabajo para que esos derechos sean efectivamente reconocidos?

      En mis 37 años de trabajar con jóvenes en situación


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