Educación en el campo de la salud pública. Fernando Peñaranda Correa

Educación en el campo de la salud pública - Fernando Peñaranda Correa


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de la segunda mitad del siglo xix como subsidiario del desarrollo y prestigio de la medicina y como resultado de los avances en la microbiología, la epidemiología y la biotecnología, en el marco de una concepción positivista de la ciencia. Tras la aparición del sanitarismo como acción estatal relacionada con la salud y el bienestar, la educación comienza a adquirir relevancia en el marco de una concepción higienista de la salud. Posteriormente, en la primera mitad del siglo xx, bajo la influencia del movimiento preventivista que se consolida con el discurso del riesgo, se afianza una educación transmisionista, que, más tarde, con el auge de las ciencias de la conducta, deriva en una educación coactiva centrada en el cambio de comportamientos.

      Pero esta orientación pedagógica no logró ser transformada con los movimientos de atención primaria de la salud y de promoción de la salud, a pesar de los esfuerzos por fomentar un concepto amplio y positivo de la salud, relacionado con las condiciones, la calidad de vida y algunos valores como la solidaridad, la equidad, la democracia, la ciudadanía y la participación. El poder y la influencia del discurso neoliberal sobre la salud pública y la persistencia del modelo biomédico funcional a este, entre otras razones que discutiré en el capítulo 2, actuaron para mantener el dominio de una educación tradicional y coactiva.

      La radicalización del capitalismo, concretado en las reformas a los sistemas de salud, vigorizó los movimientos críticos de salud pública que empezaron a gestarse desde la década del sesenta del siglo pasado. Los movimientos de medicina social latinoamericana y salud colectiva fueron construyendo una propuesta de salud pública contrahegemónica a la salud pública clásica que promovió una perspectiva pedagógica crítica fundada en la experiencia de la educación popular. Así, sugiero abordar el proceso histórico de la educación en el campo de la salud pública en el marco de dos grandes tendencias en tensión, con múltiples matices y vertientes que la hacen polisémica y compleja.

      En el segundo apartado del capítulo, analizo el papel de la educación en las políticas de salud pública en Colombia, para mostrar cómo la educación ha tenido una escasa relevancia en los planes de salud pública en el periodo 1995-2015, evidente en el papel marginal que se le otorga y en la inexistencia de un análisis pedagógico. Dicha situación cambia tras la expedición de la Resolución 518 del Ministerio de Salud y Protección Social de 2015, en la cual se establece el Plan de Salud Pública de Intervenciones Colectivas (pic) y el modelo de atención integral en salud. En el documento, se definen de manera explícita las acciones de educación y comunicación que deben ser financiadas en el pic e, incluso, su orientación pedagógica, lo que significa un cambio valioso para el fortalecimiento del rol de la educación en la salud pública colombiana.

      Asimismo, la pobre relevancia dada a la educación en la salud pública colombiana se ha visto reflejada en la débil formación del talento humano en esta área, así como en la escasa investigación sobre la temática. En razón a esto, en el tercer apartado analizo el proceso de enseñanza e investigación que se adelanta sobre el tema en los programas de educación superior, con base en los resultados de algunos estudios practicados en la ciudad de Medellín.

      La educación realizada como parte de la salud pública ha sido denominada de diferentes formas; aunque estas coexisten, en las últimas décadas se ha posicionado el término “educación para la salud” como resultado del auge del discurso de la promoción de la salud. En el capítulo 2, “Educación, salud pública y campo”, sostengo que dicho término y relacionamiento son problemáticos, por lo que propongo como alternativa el concepto de educación en el campo de la salud pública.

      En el primer apartado de este capítulo, muestro que la educación en el campo de la salud pública ha sido denominada de diferentes formas, especialmente como educación sanitaria, educación en salud, educación para la salud y alfabetización en salud. En las últimas décadas el término “educación para la salud” ha ganado mayor reconocimiento por su relación con el discurso de la promoción de la salud. Se supone que atar la educación a la promoción de la salud posibilita a la primera trascender las visiones biomédicas que la han llevado a centrarse en las enfermedades y no en la salud.

      En el segundo apartado, sustento las razones que me llevan a no aceptar esta ligazón entre educación y promoción de la salud, y, en consecuencia, el término “educación para la salud”. A su vez, expongo las controversias teóricas, epistemológicas y políticas que generan desacuerdos respecto a la promoción de la salud, ya que esta puede llegar a ser considerada como un discurso transformador de la salud pública. Entre otras cosas, muestro cómo la promoción de la salud es un discurso plural, con diferentes vertientes, algunas denominadas por sus críticos como conservadoras, en contraposición a otras que se consideran radicales. En relación con las perspectivas radicales (nueva promoción de la salud), se critica que, aunque su ideario hace aportes significativos para la construcción de propuestas igualitaristas y democratizadoras, reconoce los determinantes socioculturales de la salud y propone una concepción de salud que trasciende el modelo biomédico centrado en las enfermedades, al examinar las prácticas propuestas desde estas perspectivas, se evidencia que no logran desligarse de la salud pública convencional que pretende superar. Según algunos de sus críticos, son varias las razones de la situación que se acaba de describir; entre ellas, las contradicciones teóricas y epistemológicas de un ideario que buscó “darles gusto a todos”.

      También presento las luchas teóricas y políticas de los agentes y las instituciones por posicionar la promoción de la salud como discurso dominante (capital simbólico), mediante el cual buscan circunscribir la educación a un componente (instrumento) de la promoción de la salud, por medio de una concepción reduccionista y de subordinación, cuyas prácticas pedagógicas siguen ancladas a la perspectiva tradicional-coactiva de la educación.

      La salud pública es polisémica como resultado de disputas teóricas y políticas entre agentes e instituciones, que han dado origen a diferentes vertientes. Por esta razón, sustento por qué asumo la salud pública como un campo. Los campos se relacionan con otros campos y, en estas relaciones, se transforman. Entonces, recojo el concepto de intersección de campos y propongo una vía para comprender la forma en que las categorías teóricas de la pedagogía influencian la teoría de la salud pública y la transforman. Este planteamiento demanda una perspectiva transdisciplinar que reconozca la necesidad de incorporar categorías y teorías de la pedagogía al cuerpo teórico de la salud pública, a fin de que trascienda las posiciones instrumentalistas.

      A dicha intersección la he denominado educación en el campo de la salud pública, concepto que propongo como alterno al de “educación para la salud”, pues considero que este es más preciso para situar las acciones educativas en el marco del campo de la salud pública, frente a lo cual debo hacer las siguientes distinciones. En primer lugar, hablar de educación para la salud, desde una concepción amplia de salud, concebida como producción de la vida, incluiría todas las prácticas educativas en los distintos ámbitos de la sociedad, comenzando por la crianza; precisamente, el concepto de campo permite la delimitación. La segunda se refiere a los ámbitos e instituciones que abarca el campo de la salud pública: la educación en el campo de la salud pública se desarrolla en múltiples ámbitos e instituciones, desde el hospitalario, en el cual participan distintos profesionales de la salud y de otras disciplinas, hasta el extrahospitalario, que tiene lugar en diferentes escenarios como el familiar, comunitario, escolar y laboral, entre muchos otros. Así que los educadores y quienes reflexionan en torno a la pedagogía son profesionales de las diferentes disciplinas de la salud, de otras disciplinas e incluso miembros cotidianos de la comunidad.

      Asimismo, la educación es una práctica social que media la producción, reproducción y transformación de la cultura y la sociedad, en el marco de un complejo sistema de fuerzas sociales que responden a intereses y relaciones de poder en conflicto. El dominio sobre los procesos educativos, bien sean formales o no formales, por parte de los grupos dominantes, pretende asegurar el mantenimiento del orden social imperante, por lo cual la arena educativa se convierte en un escenario de luchas y tensiones. En el capítulo 3, “Sociología de la educación”, sitúo la educación en el campo de la salud pública, inmersa en un contexto social amplio, para cuyo análisis se hace necesario acudir a la teoría sociológica. De este modo, apoyado en los desarrollos teóricos de la sociología


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