Los buitres de la deuda. Mara Laudonia

Los buitres de la deuda - Mara Laudonia


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de la Argentina

      Socma: Sociedad Macri

      TFA: Task Force Argentina (Italia)

      TIAA: Teachers Insurance and Annuity Association (Estados Unidos)

      UAFJP: Unión Argentina de Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones

      UBS: Union Bank of Switzerland

      UCR: Unión Cívica Radical

      UIA: Unión Industrial Argentina

      YPF: Yacimientos Petrolíferos Fiscales

      Prólogo

      Escribir sobre la deuda argentina no es referirse estrictamente a un tema económico. Incluye la política y, más aun, la esencia de la política argentina. Endeudarse es anticipar consumo. El pago queda para otra generación. Para otra administración. Lo más fácil es endeudarse. La cuenta la paga otro. Y normalmente, cuando llega esa cuenta, ese otro que está gobernando no la paga. Se escuda en que la generó otro.

      Siempre la culpa es de otro. Como si la Argentina estuviera partida en millones de otros. Si la historia económica está plagada de emisión de pesos descontrolada, también esta plagada de festivales de bonos o deuda. Por ello el país acumula tristes records en materia de inflación, hiperinflación y defaults. La historia mundial está llena de países que incumplieron con el pago de su deuda. Pero no hay casos como el argentino, que repita los defaults y con tan pocos años de diferencia. Inédito.

      Siempre los fenómenos van uno tras de otro. Es la emisión de pesos o de deuda descontrolada. Como si los argentinos no pudiéramos resistir la tentación a lo fácil, al cortoplacismo, sin importar sus consecuencias o quién paga la cuenta.

      En este libro Mara Laudonia narra lo acontecido con la deuda en la gestión de Néstor y Cristina Kirchner. A diferencia de cualquier economista, cuenta con la ventaja de haber estado presente en los momentos clave como periodista. La primera relación que tuve con ella fue en un solo sentido, la de leerla. Luego, la de haber compartido conferencias de prensa. Laudonia cuenta con la ventaja adicional de que pasó por varias redacciones, desde El Cronista a Clarín y ahora en la agencia Télam. Trabajó en Buenos Aires y como corresponsal en Washington, y tuvo un paso por el Banco Mundial.

      No debe esperarse del libro un análisis crítico sino más bien apasionado de lo que sucedió en los últimos diez años. Las críticas sólo se reservan para el FMI, los fondos buitre, los bancos, las AFJP. Traslucen estas páginas una infinidad de entrevistas con los actores principales, ministros, secretarios de Finanzas, banqueros centrales, economistas y todo aquel que pudiera haber dado información sobre lo acontecido. Brota ello entre las líneas. En diez años hubo varios momentos o hechos y cada uno de ellos hubiera merecido un libro. Aquí se los trata a todos.

      De esas horas de entrevistas acumuladas con funcionarios surgen anécdotas interesantes, revelaciones de cómo se gestaron medidas y de lugares insólitos en los que ello ocurrió. Permite refrescar temas ya olvidados pero importantes hoy.

      Jorge Luis Borges señaló que “el prólogo, cuando son propicios los astros, no es una forma subalterna del brindis, es una especie lateral de la crítica”. Y como el tema es la deuda, acaso la deuda que queda tras la lectura es la de mencionar algunos pasos en falso de la gestión oficial.

      Pero bien puede condonarse esa deuda.

      Guillermo Laborda

      Secretario de redacción de Ámbito Financiero

      Introducción

      La deuda externa argentina nació antes que la propia Constitución y resultó un karma para el país en sus doscientos años de historia. Palabras como corrupción, fraude, extranjerización, pobreza, hiperinflación, hiperendeudamiento y hasta muerte fueron prácticamente sinónimos de lo que constituía la deuda del Estado nacional. No es intención distraer el lector con detalles del duro pasado de la deuda, del cual existen numerosos escritos de historiadores. Basta con mencionar algunos pasajes para dar cuenta del contraste con la actualidad: el primer empréstito con la banca inglesa Baring fue en 1824. En esa oportunidad, efectivamente llegó sólo el 9% de monto del préstamo, que se terminó de pagar setenta y cinco años después, en 1905. Se abonó una cifra varias superior. Los negociadores locales firmaron durante esos años pactos o renegociaciones de la deuda –de todos los argentinos– más a la medida de los acreedores extranjeros o de una elite local. Asimismo, la lucha de Manuel Dorrego contra los unitarios y por retener para la Argentina la Banda Oriental, que terminó con su fusilamiento, estuvo íntimamente relacionada a la deuda y a los intereses de Bernardino Rivadavia con los ingleses. Antes que los Kirchner, hubo tres momentos excepcionales respecto de la deuda externa en el país en los que ésta se redujo: durante los gobiernos radicales de Hipólito Yrigoyen y Arturo Illia y en las dos primeras presidencias de Juan Domingo Perón. En este último caso, se la eliminó completamente como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, pues la Argentina había pasado de deudor a acreedor neto. Fueron los únicos momentos positivos respecto del tema. Luego, desde la dictadura de 1976 en adelante, comenzó un marcado descontrol en materia de endeudamiento que ni la vuelta a la democracia ni el modelo de convertibilidad con privatizaciones pudieron volver a encarrillar sino que, antes bien, lo profundizaron.

      En junio de 2000 el juez Jorge Ballestero emitió un fallo que no tiene precedentes en el mundo, y que corrobora la ilicitud de la deuda externa al establecer la responsabilidad de los funcionarios de la dictadura que la contrajeron y la corresponsabilidad de los organismos internacionales, como el FMI, que aprobaron préstamos ilícitos y fraudulentos. Puesto que la acción penal había prescripto, la causa se derivó al Congreso. Había sido iniciada dieciocho años antes por Alejandro Olmos, a quien la muerte sorprendió dos meses antes del fallo.

      * * *

      Buitre: del latín vultur, ave rapaz que se alimenta de carne muerta y vive en bandadas. Espera agazapado a su víctima y ataca cuando llega el final, si bien necesita percibir señales de agonía en su presa para saber dónde revolotear. También se le dice “buitre” a quien se ensaña en la desgracia del otro o se aprovecha de bienes ajenos.

      Nunca más precisa una definición: ésa es la actitud que tomaron con la Argentina los buitres de la deuda tras el default de 2001, cuando los acreedores y distintos actores de la comunidad internacional y local creyeron que, tarde o temprano, y aun con pataleo, el país no tendría más opción que caer de rodillas ante sus voluntades e intereses, tal como había sucedido en el pasado y de manera recurrente en los doscientos años de historia de la patria. Sólo esperaban agazapados el momento oportuno para actuar.

      Pero esta vez fue distinto. Los buitres no encontraron palomas sino que se toparon con un sorpresivo halcón peregrino que les peleó de frente, y que en diez años logró que algunos se hicieran a un lado y que otros indefectiblemente fueran mutando para poder subsistir, a la espera de poder alimentarse de una muerte que nunca llegó. Primero fue el FMI, luego los bancos de inversión y las calificadoras, y hoy sobresalen los denominados fondos buitre.

      Con aciertos y desaciertos, la Argentina dio pelea invocando un proyecto de crecimiento con inclusión social y logró escapar de la tutela histórica del FMI, proponer una oferta de canje deuda audaz, que se salía de los parámetros mundiales preestablecidos, y sin embargo alcanzar un 93% de aceptación; reducir las abultadas comisiones de los bancos de inversión en las operaciones, que en un primer momento presionaron a favor de lograr una oferta de canje más beneficiosa para los acreedores, al igual que el FMI, y luego tuvieron que conformarse con participar de las operaciones y con ganancias moderadas.

      La última batalla por la deuda, aún inconclusa, se dirime en la cortes internacionales contra los fondos buitre, que se niegan a aceptar la solución a la deuda propuesta por la Argentina, reconocida por la mayoría, y hacen un uso legal –cuando no legítimo– de los contratos de los bonos y pelean por el 100% del valor de la deuda en default.

      Pero todos estos actores –el FMI, los bancos y los fondos buitre– tienen la misma razón de ser: cada uno cuenta con un rol en el engranaje de arquitectura financiera internacional vigente. Este sistema presenta un vacío legal para tratar las quiebras de los


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