Los buitres de la deuda. Mara Laudonia
de su salida del default y de su pelea contra los fondos buitre en la Corte de Nueva York devino un caso testigo para la comunidad internacional.
Surgió, por un lado, como consecuencia de la envergadura de la crisis de 2001, que obligó a repensar una estrategia del país con la deuda pública. Por otro, porque desde entonces hubo voluntad política y capacidad para conducir esa estrategia hacia un marcado camino de desendeudamiento, cuyo significado va más allá de una mera reducción de la deuda, que pasó de representar un 166% del PBI (producción total de bienes y servicios del país) en 2002 a menos del 40% del producto en la actualidad.
De manera que el desendeudamiento es un concepto nuevo, casi inexistente en la historia argentina, complejo y aún poco comprendido, que lleva diez años ininterrumpidos. La política de desendeudamiento no fue resultado de una trasnochada en la que el presidente Néstor Kirchner buscó bajar la deuda sin racionalidad o para “sumar votos”. Fue producto de pelear por una convicción que fue ganando cada vez más adeptos, y gracias a la cual se armó una estrategia deliberada que tomó varias aristas, según las circunstancias del momento, y que resistió innumerables presiones. Pero, lo más importante, una estrategia que resulta en beneficio de las generaciones jóvenes y de las futuras.
Este libro explica qué es el desendeudamiento, su película y su trasfondo. Nunca antes fue contada y aquí se lo hace a través de sus protagonistas. Es la historia de cómo la Argentina logró bajar su deuda tras el default y la salida de la convertibilidad, hecho que tuvo un comienzo épico en las tierras remotas de un emirato, Dubai, cuando el entonces ministro de Economía Roberto Lavagna sorprendió a todos al anunciar a pedido del presidente Kirchner, recién asumido con apenas el 22% de los votos, una provocadora propuesta de canje de deuda.
Se trató de la operación de deuda más grande de la historia, con la quita más grande de la historia –hasta que luego llegó Grecia–, en la que en la mesa de negociación se antepusieron los intereses de un país hasta entonces acostumbrado a efectuar concesiones a favor de los acreedores externos casi desde los tiempos de su independencia.
Fue una operación resistida por los de afuera y que salió de los parámetros tradicionalmente aceptados por la comunidad financiera internacional, dado que prescindió de la tutela del FMI y se negó a avalar contratos que afectaran la recuperación económica local.
Fue la primera de varias iniciativas del gobierno –pago total al FMI, eliminación de las AFJP, uso de la acumulación de las reservas y uso de recursos de dependencias públicas superavitarias– que pudieron generar recursos para pagar la deuda pública y a la vez alentar el crecimiento, para ir tras el objetivo del proyecto político de la inclusión.
Estas páginas pretenden desenmascarar también quiénes son los fondos buitre, cómo y cuándo comenzaron a revolotear en el país, y por qué el gobierno –ni el mundo– no puede sacárselos de encima sin ceder soberanía en el camino.
Cuentan cómo el criterio de un solo juez neoyorquino puso en vilo en más de una oportunidad al gobierno argentino durante la última década, debido a los contratos leoninos de deuda firmados en la década de los 90, y ante la comentada falta de legislación internacional.
Revelan quiénes son, de dónde vienen y a qué apostaron los jóvenes funcionarios que se arremangaron para sacar al país del default con recetas propias, y que hoy están repartidos en distintas áreas del gobierno y de la arena política, si bien algunos pasaron al sector privado.
Relatan cómo Néstor Kirchner ideó sacarse de encima al FMI y decidió quitar de la palestra a Alfonso Prat Gay; cómo el FMI le ocultó información al gobierno de Estados Unidos sobre la Argentina; cómo afrontó el gobierno nacional el lobby de los bancos de inversión en el canje de deuda 2005 y 2010; los intentos de Sergio Massa para reabrir el segundo canje; cómo una tarde de primavera, mientras se duchaba, Amado Boudou tuvo una “revelación” para terminar con las AFJP; cómo fue que Cristina Fernández de Kirchner decidió pagar con reservas a los acreedores privados; los entretelones de la rebelión de Martín Redrado y la disputa de poder con Boudou; el operativo de seducción a los pequeños inversores para alcanzar el 93% de adhesión total al canje; la pelea histórica de Hernán Lorenzino con los fondos buitre; y cómo todas estas acciones significaron más de una vez una prueba de fuego institucional para la continuidad de un gobierno con un proyecto político nacional y popular.
También se intentará sorprender al lector relatando cómo es y cómo fue la relación de Néstor y Cristina con su gabinete, los llamados o encuentros con ambos presidentes que inyectaron más adrenalina entre los funcionarios.
Con entrevistas exclusivas e inéditas, aparecen en este texto tres ministros de Economía (uno vicepresidente) –Roberto Lavagna, Amado Boudou y Hernán Lorenzino–, dos presidentes del Banco Central clave de la época –Martín Redrado y Mercedes Marcó del Pont– y dos jefes de gabinete –Sergio Massa y Alberto Fernández–, un canciller –Héctor Timerman– y un ex embajador en Estados Unidos –Jorge Argüello–, entre una larga lista de funcionarios que aportan sus testimonios. No faltan historias graciosas y hasta conmovedoras.
Asimismo, hay entrevistas realizadas a empresarios, acreedores, lobistas de bonos de inversión y abogados clave de ambos lados del mostrador. Entre otros, se encuentran Ignacio de Mendiguren, Charles Dallara y Marcelo Etchebarne, además de muchos que prefirieron el off the record.
Aparecen también los relatos de Guillermo Nielsen, Roberto Feletti, Sergio Chodos, Adrián Cosentino, Leonardo Madcur, Sebastián Palla, así como de colaboradores y acreedores de la Argentina que desfilaron por el gobierno en los últimos diez años, y que prefirieron el anonimato, testimonios que le dan cuerpo a la historia hasta ahora inédita del desendeudamiento que aquí revelamos a los lectores.
Capítulo 1
Canje de deuda I. Dubai: la Argentina entre odaliscas y buitres
Primavera de 2003. Hacía unos pocos meses que había culminado la invasión de Estados Unidos en Irak: el mundo olía a humo y tenía muy fresca la imagen de la caída de la estatua de Saddam Hussein, y aún estaba prohibido sobrevolar las tierras iraquíes.
En la Argentina, Néstor Kirchner, que había asumido la presidencia con apenas el 22% de los votos de los argentinos, se enfrentaba al desafío de levantar la economía local del desastre provocado por la profunda crisis de 2001.
Habían transcurrido diecinueve meses desde aquella imborrable imagen de la declaración de default de Adolfo Rodríguez Saá en el recinto del Congreso y la misma –sobre todo su festejo– permanecía muy fresca en la comunidad internacional. Cuando estalló el default, la deuda pública argentina totalizaba la friolera de 144.453 millones de dólares, un 113% del PBI. Pero la herencia de la deuda en el momento de asunción de Kirchner fue aún mayor debido a las consecuencias de ese incumplimiento y de la salida de la convertibilidad, que incluyeron una solución al “corralito” y al “corralón”, lo que significó una carga tremenda para las cuentas públicas. A diciembre de 2002 la deuda del Estado alcanzó el pico máximo, un 166%, en términos de la producción total de la economía.[1]
Con apenas cuatro meses de mandato, en una de las primeras medidas que marcarían un estilo de gestión, Néstor Kirchner sorprendió hasta a los propios con una agresiva propuesta de reestructuración de la deuda como solución para sacar al país del default: se trataba de la quita más grande en la historia de la reestructuración de la deuda.
El destino quiso que Dubai, un sitio remoto para los argentinos, resultara el lugar del globo seleccionado para semejante anuncio. Las difíciles circunstancias del momento llevaron al país a presentar su oferta en uno de los siete emiratos árabes, una tierra lejana y desconocida situada frente a Irak, justo del otro lado del Golfo Pérsico, pero que aspiraba a disputarle a Nueva York y Londres el título de capital del mundo financiero.
Ese año, Dubai era la ciudad elegida para celebrar la cumbre anual del FMI y el Banco Mundial.
En estas cumbres se congregan ministros de finanzas y economía y presidentes de bancos centrales de los 183 países miembro de los organismos multilaterales que nacieron inmediatamente después de la Segunda Guerra,