Género y sexualidades en las tramas del saber. Группа авторов
acciones, ni se las incluyera en una explicación general (Romero, 1983, 1986).
Para ese entonces las mujeres fueron ganando protagonismo en la educación, el mundo laboral y la cultura, mientras las costumbres sexuales se flexibilizaban y el modelo familiar se transformaba. El feminismo, junto con el Frente de Liberación Homosexual, el primer grupo organizado en defensa del derecho a la diversidad sexual en la Argentina, comenzaron un recorrido que rápidamente fue clausurado por la imposibilidad de hacer congeniar las demandas de género con la lucha política que encarnaba la izquierda y más tarde por el terrorismo de Estado. Por estas circunstancias, a diferencia de lo que había sucedido en Estados Unidos y en Europa, los movimientos de diversidad sexual perdieron momentáneamente parte de su fuerza disruptiva en la escena política local. Por otra parte, la historiografía había trabajado muy poco sobre las mujeres por lo que no había una tradición que pudiera oficiar como punto de partida. Por eso una de las primeras tareas fue nombrar a las ausentes. El trabajo de Lily Sosa de Newton, Las argentinas de ayer a hoy (1967) resulta un cabal ejemplo de estas primeras aproximaciones.2
Una vez recuperada la democracia, la historia se abrió a nuevas ideas, lecturas, debates y problemas. Sin embargo, la agenda de prioridades que la academia tenía pendientes desde los sangrientos años de dictadura relegó la cuestiones de género y de la diversidad sexual para más adelante. De ahí que los primeros impulsos provinieran de otros espacios. En los años ’80 el feminismo resurgió con nuevos aires, más cercanos a las discusiones internacionales, con mayor poder de convocatoria y la incorporación de las militantes de izquierda que, durante el exilio, se habían acercado a lo que antes consideraban una “desviación burguesa”. Muchas militantes feministas avanzaron en la historia de las mujeres, trataron de recuperar algunas figuras ineludibles y también se preguntaron dónde estaba y qué hacía el resto de ese colectivo social. Una revista de divulgación académica como Todo es Historia comenzó a dar un espacio a los temas de mujeres en su columna “Entonces la mujer”. En 1986 apareció la primera edición del Diccionario biográfico de mujeres argentinas, también escrito por Sosa de Newton, que sería reeditado varias veces a lo largo de esa década. En paralelo, la diversidad sexual entraba en la agenda pública de la mano de la Comunidad Homosexual Argentina, creada en 1984, bajo el contexto de institucionalización democrática. Dentro del activismo gay también comenzaron a producirse materiales y textos que sin renunciar al tono autobiográfico, recapitulaban una larga historia de discriminación y atropellos (Jáuregui 1987; Perlonguer 1997). En la segunda mitad de la década de 1980, como bien ha señalado y enumerado Dora Barrancos en su sesuda reseña de las producciones de las últimas décadas, varios trabajos aportaron a la construcción de la historia de las mujeres (Barrancos 2005).
En los años ’90 el prestigio ganado por la historia de las mujeres y los estudios de género en las universidades del Primer Mundo volvió ineludible la incorporación de estas temáticas a la historiografía local, ya fuera por real convicción, como un gesto de corrección política o siguiendo las lógicas del financiamiento internacional. Las universidades nacionales generaron espacios específicos, se promovieron becas y subsidios, se publicaron varias revistas especializadas y desde 1990, se comenzaron a realizar a nivel nacional las Jornadas de Historia de las Mujeres. En 1996 estas jornadas pasaron a denominarse de Historia de las Mujeres y Estudios de Género, lo que reafirmaba la vocación interdisciplinaria de esta metodología e incluía claramente el enfoque de género en la indagación histórica. En el año 2000, se celebraron las VI Jornadas junto con el Primer Congreso Iberoamericano de Estudios de Género que desde entonces, se realizan conjuntamente. La irrupción del género como campo de análisis y los crecientes cuestionamientos a los estudios de la mujer, llevó a que algunas instituciones cambiaran de nombre tal como había sucedido en los Estados Unidos y en Europa.3
Al trabajo de experimentadas historiadoras y militantes se fueron sumando los aportes de nuevas generaciones formadas con los programas de estudio de la democracia, más atentas al desarrollo historiográfico internacional, socializadas en un contexto de reivindicación de los derechos humanos y de las libertades individuales, y más sensibles a la injusticia de la discriminación de género. Esto dio lugar a varias obras que analizan la historia argentina desde el género y las sexualidades, además de un incremento en el caudal de tesis y trabajos de investigación en estas áreas (Gil Lozano et al., 2000; Acha, 2000; Acha y Halperín, 2000; Di Liscia et al., 1999; Fletcher, 1994; Barrancos, 1993 y 2002). En 2002, bajo la dirección de Mirta Zaida Lobato, surgió el Archivo Palabras e Imágenes de Mujeres (APIM) con el objetivo de recuperar fuentes en peligro, conservarlas y producir otras nuevas. A través de la localización de imágenes fotográficas y fílmicas y la realización de entrevistas, su meta es la creación de un banco de información que eluda los criterios sexistas de clasificación, por ejemplo, la ubicación de las fotos de las mujeres en los archivos municipales, provinciales y nacionales según sus apellidos de casadas.4
Recientemente Dora Barrancos (2007a) puso en valor la vasta producción acumulada sobre la historia de las mujeres, desde tiempos precolombinos hasta la actualidad, con un estilo capaz de acercarla al gran público, sin perder su capacidad de problematizar el pasado. La historia de la homosexualidad también fue ganando terreno (Acha y Ben, 2006; Bazán, 2004; Rapisardi y Modarelli, 2001; Sebrelli, 1997; Salessi, 1995) aunque para las lesbianas los avances de investigación son mucho menores, confirmando el peso de las relaciones de poder entre varones y mujeres, más allá de cuáles sean sus deseos, identidades y prácticas sexuales (Figari, 2007; Ramacciotti y Valobra, 2008).
Los derechos civiles y políticos de las mujeres (Valobra 2008; Giordano 2007; Barrancos 2007a y 2002; Lavrin 2005; Palermo 1998), los cambios en los modelos familiares (Cosse, 2006; Wainerman, 2005; Moreno, 2004; Torrado, 2003), la construcción social de la maternidad (Nari, 2004; Di Liscia, 1997) y de los modelos de virtud y belleza (Lobato, 2005), el trabajo femenino (Queirolo, 2008; Lobato, 2007; Palermo 2006), las formas de control de la sexualidad y la reproducción (Torrado, 1993; Barrancos, 2007b; Felitti, 2008 y 2000), la prostitución (Mugica, 2001; Guy, 1994), las cuestiones de género en un período tan significativo como el peronismo (Barry, Ramacciotti y Valobra, 2008; Ramacciotti y Valobra, 2004), la revisión de la historia reciente en esta clave (Andujar et al., 2005; Grammático, 2007) son temas analizados y discutidos actualmente. Los trabajos que aquí citamos son sólo algunos de la vasta producción contenida en los volúmenes colectivos, las revistas universitarias y las jornadas que antes mencionamos. Los avances son auspiciosos aunque aún debe lucharse contra la banalización del concepto de género, el temor a los encasillamientos y la reducción de la historia de las mujeres, del género y de las sexualidades a meros apéndices de la historia general.
Pensando concretamente en nuestro trabajo con jóvenes y adolescentes, además de imaginar modos de transposición didáctica para estos temas, articulaciones con los programas de estudio vigentes, trabajos interdisciplinarios, entre otras muchas cuestiones que ocupan nuestra agenda cotidiana, no deberíamos pasar por alto qué interpretación del pasado está presente hoy en los medios de comunicación y en el sentido común de la ciudadanía. Ciertas obras de historia argentina convertidas en best seller son consumidas por el público no especializado y tiene especial poder de convocatoria en la juventud. Son libros que hasta han originado atractivos productos televisivos, pero que vuelven sobre los “grandes nombres” de la historiografía y por ende, los “grandes hombres”. Bajo la pretensión de mostrar la “verdad” y develar los “mitos” proponen una visión de la Historia que, ignorando la producción historiográfica de las últimas décadas, plantea una sucesión repetida de intereses, consignas, prácticas y conflictos, buscando en el pasado la confirmación sobre las circunstancias del presente (Sarlo, 2005). Visto desde el género, este modelo excluye a las mujeres, la diversidad sexual y las masculinidades no hegemónicas, salvo algunos casos excepcionales.
Todo esto confirma que los desafíos que encuentra la enseñanza de la historia en clave de género y sexualidades son y serán muchos. Por un lado, se trata de vincular un área de estudio de formación reciente con la práctica pedagógica, en tiempos de constantes reordenamientos en el terreno de la educación. Es también trabajar en la implementación de una ley que ha incorporado la educación sexual en las escuelas para satisfacer los derechos de niños/as y jóvenes y atender a problemas que demandaban una solución urgente desde las