Salto de tigre blanco. Gustavo Sainz

Salto de tigre blanco - Gustavo Sainz


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hoy, que lo insólito y la vanguardia están liquidadas por la cultura de la imagen que ha vuelto complacientes y conformistas a los lectores. Los que no quieren leer ni escuchar y menos acercarse a los otros y a su yo íntimo. Por eso esta novela ampulosa y barroca, desconcertante y frondosa, desmesurada y puntual, es otra vez un reto para que nos interese la literatura como el refinamiento de la narración por medio de un lenguaje en constante transformación.

      * Gustavo Sainz, Salto de tigre blanco, México, Joaquín Mortiz (Novelistas Contemporáneos), 1996, 416 p.

      † Publicado en la sección Cultural, de El Universal, el lunes 3 de junio de 1996.

      Empiezas. Nuevamente. Mi vida atroz os cuento. Cuento derrotas, deleznables sagas sin cuento. Cortas partes de un cuerpo ya partido. Las partes de sagas en la memoria. Raspas. Remuerde la memoria, boquea. ¿La boca da dentellada? Haz trizas los recuerdos (cuenta: vacía) y su matriz astuta ladrante. ¿Así? Libre de huellas el cuerpo fantasma. Cortas con las palabras de doble filo. Partes. Zarpas en cada palabra. Y la mar añade restos hediondos. (Dios te salve.) Te haces a la mar carroñosa: cala de palabras gangrenadas. ¿Te costarán la vida? Es cara la palabra. Sí. Ahuecas la voz. (Gritas.) ¡Sones finges! Marcas de ecos tras las palabras. Y apostillas: las palabras se erizan de enigmas, se escudan. Les tiendes un lazo, golpes de azar, a ciegas. Al azar caen letras muertas y con el golpe del azar palabras heridas. Tatuajes/Ablación/Excisión: Ficciones (en clave: las marcas en el mapa de una isla —¿cuerpo?—, misteriosa) de palabras cortantes. ¿Hasta perder la cabeza? Sí. Trace. Darse trazas. Otra zahonda. Marca del enigma: unas

      palabras en la cabeza. La palabra estalla. Asolas con las palabras. Rompes el silencio. Llamas. La boca abrasa, sí: boca de fuego. Ventea encendida. Ramalazo ardiente en la cabeza: los recuerdos prendidos en un árbol de fuego. Dolor de la memoria quemadura. Cierra los ojos, no mires atrás: borrascas y todos los sufrimientos del naufragio. ¿Quedan las obras del pasado? El pasado deshecho.

      Julián Ríos, Álbum de Babel

      Pez relampagueante

      Dragón agazapado

      Golondrina enamorada

      Martín-pescador

      Mariposa incendiadora

      Pino pequeño

      Bambú frente al altar

      Gaviota en el aire

      Salto de caballo salvaje

      Vuelo de tigre blanco

      Cigarra en la rama

      Cabra ante el árbol

      Pájaro gigante que vuela sobre la mar oscura

      Asno en la lenta primavera

      Perro en otoño

      Lit’an Hsuan (siglo xvii)

      1. Pez relampagueante

      Yo recuerdo el día preciso en que decidí convertirme en el Diablo. Su nombre significa el que espera. El que espera el fin de los tiempos… El Diablo es también el tentador, el curioso, el que abre las puertas del deseo… Y es inmortal, como yo…

      Yo estoy segura de que pasé la noche de Año Nuevo en casa de Croissant… Esta versión es desde luego la mía, porque hay otras, siempre me contradicen, me desdicen, niegan lo que yo digo, me ignoran, ni siquiera me escuchan, no importa nada lo que yo opine… Ya se sabe, llegaron las doce campanadas y besos, abrazos, champaña, risas estúpidas, frases estereotipadas, en fin… Al salir de allí fui a casa de Pepino un rato, charlamos, tomamos una copa de vino con amigos… Pepino me preguntó si mi marido me había deseado feliz año nuevo… Me reí… ¡Qué ocurrencias!… Desde luego que no, ni yo a él, por supuesto… Ya era casi de madrugada… Me fui a casa y vi como siempre que la puerta del cuarto de mi marido estaba cerrada… Toqué primero con suavidad, después con ira, traté de abrir, pero estaba tan cerrada como siempre y me fui a dormir a mi cuarto sintiéndome más que rechazada, más que siempre… Perdida… Abandonada… Sola… Cansada… Y pensé ahora, es ahora… Muy agitada busqué las pastillas en donde las tenía escondidas… Muy agitada me cambié de ropa… Vi mis cosas desperdigadas por el cuarto… El cuarto desordenado… Las reglas inflexibles que me dio mi madre… Cada cosa en su lugar y un lugar para cada cosa… No me importaba un carajo… Escribí un recado final y a la chingada con todo… He vivido odiando mi compañía… Saqué mis llaves de la bolsa, fui a la cocina y llené un tarro con agua, aseguré las píldoras, comprobé si llevaba mi licencia de manejar y la libreta con el recado… Al salir de casa volví a sentir el peso de la puerta cerrada del cuarto de mi esposo… Eran como las seis de la mañana y me puse a manejar sin saber hacia dónde iba… A la montaña, sí, pero a qué parte de la montaña… Subí hacia el Ajusco y me detuve ya bastante arriba porque quería escribir algo más… Empezaba a salir el sol… El auto estaba calientito, había casas cerca, me pasaban otros autos de vez en cuando… Me sentía a ratos asustada, a ratos preocupada, a ratos deprimida, a ratos contenta mirando los árboles y las montañas… Luego seguí manejando… Más arriba… Me detuve en otro lugar asoleado y pensé no, qué idea se me metió… No, todavía no, ahora no… Le di vuelta al carro y lo volví a estacionar un rato… Por fin decidí volver a casa… Pasé por casa de Pepino, serían como las diez de la mañana, estaban sus papás… Hola… Feliz Año Nuevo… Le dejé un recado a Pepino en un sobre cerrado: “Ya se terminó este asunto”, le escribí, “it was fun while it lasted, pero ya estuvo bueno, a mi edad jugando con un niñito de 19 años”… Me despedí de su madre, de su padre y llegué a casa otra vez… Y de nuevo, al instante de abrir la puerta, la necesidad súbita, absoluta, terminante, urgente de exterminarme… Ya basta… Ya basta… ¡Ya basta!… No quiero más… Le hablé a Papaya por teléfono, serían como las 10:30, le dije que tenía catarro y que pensaba quedarme todo el día en la cama, y sentía mucho tener que cancelar nuestra merienda de esa noche, la primera del año nuevo… Levanté mis cosas… Arreglé todo mi cuarto… Colgué mi ropa en el clóset… Hice de nuevo la cama aunque no había dormido en ella… Dejé en la mesa el libro Education por Adaptation and Survival que estaba leyendo, y pensé “aquí está un libro sobre cómo vivir y yo estoy preparándome para morir”… Guardé mis anillos y el reloj y mis cadenas de oro, pero coloqué en la mesita los regalos que me habían dado mis hijos en Navidad… Luego puse muy a la vista el recado en el que decía que por Año Nuevo y estar muy satisfecha, etcétera… Y saqué doce pastillas de un frasco y ocho del otro… Me tomé todas, saqué otras seis que puse sobre la cama para tomarlas luego, y guardé los frascos en un cajón del clóset… Me acosté boca abajo… No supe más… Eso es todo lo que recuerdo…

      Yo como fotógrafo no conozco mejor motivo de interés que un cuerpo joven femenino. ¿Qué diría Abel Gance? Me engolosina el mito de la mujer niña. Oh, mi mujer y mi niña (Breton)… Revisaba sus contornos, el tono muscular, lo tostado de la piel, los vellitos dorados, la juventud resplandeciente, toda ella como encarnando mis aspiraciones. Más tarde le pedí que se bañara conmigo y no quiso, entre pícara y pudibunda. Habíamos agotado más de seis horas de video. Me bañé porque escurría sudor por todas partes. Me acosté desnudo en la cama y ella entró a bañarse a su vez. Salió envuelta en una toalla y se acostó a mi lado. Nos besamos con la impericia de siempre. Ha sido difícil enseñarla a besar. Y lo curioso es que se empeña realmente en aprender, abre los labios, succiona, enreda su lengua y vuelve a succionar, teóricamente todo bien, pero hay algo que falta y no sé qué es. La acaricié lenta, minuciosamente. Lamí su cuerpo con avidez, su sexo como una golosina. El clítoris alarma de incendios (Aragon).

      Yo soy traductor, es decir, traduzco por juego, por necesidad y hasta por costumbre. Pero no soy de ninguna manera durante veinticuatro horas traductor. No camino como traductor, no me siento como traductor, no como como traductor, no estornudo como traductor, no duermo como traductor, no me visto como traductor. Además de traducir hago otras cosas distintas, como tocar el violín y el piano, lavarme los dientes, establecer relaciones eróticas con el sexo opuesto y ocasionalmente con el mismo sexo, defeco placenteramente, orino, leo, como y me gustan


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