Salto de tigre blanco. Gustavo Sainz

Salto de tigre blanco - Gustavo Sainz


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l’oeil, una colección de historias que dejan una sensación peculiar en las partes privadas, al mismo tiempo que cierta vergüenza por la violencia de lo que cuentan. En el episodio titulado “Las patas de la mosca”, por ejemplo, Simone y sus amigos habían torturado sexualmente a un cura llamado don Aminado, ahora bañado en su propio semen. Simone desnuda y sentada en cuclillas en el pecho del cura aplica una fuerte presión fuerte y gradual en el cuello, sobre la garganta, detrás de su manzana de Adán. El cura, ya exhausto, experimenta a pesar de eso otra erección. Uno de los amigos de Simone dirige el pene del cura hacia la vagina de ella, mientras Simone lo estrangula. Cuando el cura está muerto, Simone ve una mosca posada en el ojo abierto del cadáver. Ella decide que quiere tener ese ojo que le parece un huevo. Uno de los amigos saca de su cartera unas tijeritas y con cuidado extrae ese ojo de su cuenca y corta los ligamentos resistentes. Simone juega con el ojo. Lo mete en su vagina y en su ano. Trata de mantener el ojo entre sus nalgas. Los amigos se revuelcan de excitación. Y al fin Simone orina. Chorrean sus orines como si fuesen lágrimas. Estudian el ojo. Los mira desde la mojada y babosa vagina de Simone. La pupila era de un color azul pálido. Y yo estaba segura, completamente convencida de que Simone era esa mujer que estaba en el café. Ella tenía un don para los disfraces. Mientras yo caminaba por la banqueta, recordaba que ella y sus amigos se vestían como curas para viajar por España. Alquilaron un coche. Llevaban maletas enormes para guardar todos sus disfraces. Siempre se burlaban de la policía que no podía encontrarlos. En el pueblito de La Ronda sus amigos se pusieron enormes sombreros negros, sotanas y largas barbas negras. Fumaban puros. Ella se vestía como un seminarista. Por fin llegaron a Gibraltar, adonde compraron un yate equipado con una tripulación de negros…

      Yo me impresioné con el número tan alto de inconvenientes que me fue enumerando. Que mi pene colgaba, oscilaba, vulnerable, pasivo, testarudo, miserable, arrugado, oprimido, perpetuamente frustrado, estúpido, deshuesado, ciego, furioso. Y se levantaba cuando nadie lo llamaba ¿verdad? Se encogía, podía quedarse fofo en los instantes cruciales. Se irritaba. Erguido bajo la ropa dificultaba de pronto la marcha. A veces se balancea en la entrepierna contra los testículos. Si se somete a cierta abstinencia huele mal. Y lo peor es que su potencia es limitada. Sale a escena de vez en cuando rotundo de sangre y deseo, y desaparece entre bastidores apenas acabada la proyección. O apenas empezada, lo que siempre es bastante peor…

      Yo le pregunté si podía ir al jardín… Dijo que sí… Me recosté allí en un sillón, en medio de toda esa claridad y empecé a llorar… Vinieron Gorgonzola, el doctor y Zanahoria, un alcohólico… Luego Langosta… ¿Tú por qué estás aquí?… Porque… Demasiado bla, bla, bla… Me llevaron a clase de francés… Je m´appelle Jacqueline, ¿et vous?… De pronto me sentí muy triste y lloré de nuevo… Me sentí muy cansada y salí otra vez al jardín a leer los reglamentos del Instituto… Al rato se acercaron otro doctor y una enfermera… Amables… Me preguntaron si tenía frío… Sí, le dije, y la enfermera fue por un suéter… Me trajo el suéter… Un suéter bonito… Le platiqué cómo me tomé los fenobarbitales y me dormí… Me acompañó a mi cuarto… Un bonito cuarto… Desempaqué… Entró Piña Colada… Háblale a mi doctor, pregúntale… El secuentex… Han pasado ocho días de mi ciclo… ¿Qué hago?… El doctor dijo que estaba bien, que empezara a tomarlo desde hoy… Piña Colada me llevó al salón de rehabilitación… Quería hacer algo… Pedí una libreta y una pluma… Estaban en clase de inglés con Rice Crispies… Divertida… Hacen juegos de salón… Aprenda inglés jugando… Pero estoy tan cansada… Es hora de cenar… Me siento con Mermelada… Le digo que cuando salga de aquí se puede hacer rica fabricando ropa desechable de papel… Le parece muy buena idea… Le llevo una charola de comida a Chocolate que apenas puede hablar, come un poco, murmura gracias… Estoy tan fatigada que digo ya me cansé… Alguien me toma de la mano y lleva a mi cuarto… Me acuesto… Empiezo a hablar y me pongo a llorar… Al carajo con mamá… La enfermera me deja hablar… Le explico que la vivacidad de mamá y todas las cosas interesantes que ha hecho en la vida son como una barrera que ni siquiera mi brillante hermano ha podido franquear, y que yo represento un peligro y una amenaza para mis hijos, que mi propia vitalidad y fuerza les puede impedir competir y rebasarme… Y mi desmedida lujuria… Por eso debo morir… Duermo mal porque aún me duele mucho la garganta. Me metieron muchas sondas… No sé qué hora es… Soñé mucho con mi marido… Lo quiero… No sé si lo quiero… Todavía lo quiero… Ya no lo quiero… No me importa… Me besó… Casi nunca me besa… A veces pasan hasta seis meses y no me besa…

      Yo soy inasible en la inmanencia… ¿Soy claro? Pues yo resido igualmente en los muertos que en los seres que todavía no han nacido…

      Yo veo claramente dos caminos: cambiar mi modo de ser o seguir igual. Cambiar lo veo difícil, me rebelo ¿por qué ser como los demás creen que debo ser? Con esta actitud corro el riesgo de perder a Alguno. ¿Importaría? He pasado ya tantas veces por esta situación que perder a Alguno no me causaría especial dolor, estaría triste “pero siempre estoy triste” (otra vez Neruda). Pero ¿dónde me lleva todo esto? Debo intentar algo. Debo intentar amar. Después de todo, en el fondo, anhelo desesperadamente amar y ser amada. Intentaré, pero no será fácil. Sólo me queda esperar de Alguno una gran comprensión y una infinita dulzura cuando trate conmigo. No quiero perderlo. Debo darme esta oportunidad a mí misma. Pero no deseo pasarme la vida explicando por qué actúo de determinada manera. No lo deseo. Por ello, repito, sólo me queda esperar una gran dulzura y comprensión de Alguno. Ojalá, ¡ojalá las tenga! En cuanto a por qué soy así, por qué guardo silencio, o por qué no soy cariñosa, no vale la pena atormentarme. Soy así porque tengo miedo, porque siento inseguridad. No sé cuándo ocurrió, no sé cuándo empezó a ser así, tal vez desde siempre, tal vez desde la adolescencia. No sé. Ocurrió simplemente. Debo superarlo. Lo haré. Sé que será lentamente, muy lentamente. Pero lo haré. Ojalá y tenga Alguno la paciencia de tolerarlo, la calma suficiente para comprenderme. Será gradual y dulcemente, no de golpe. No puedo desprenderme de mis terrores en un día, o de un día para otro. Llegaron conmigo a la existencia. Debo abandonarlos muy lentamente. De otro modo no podría. No puedo de un día para otro tener gestos de cariño cuando siempre los he evitado. No puedo de la noche a la mañana dejar que todo lo oculto en mi corazón salga a flote. No puedo. Tardaría tiempo. ¡Ojalá lo entendiera! El miedo que siento de amar para que todo finalice en un adiós, no puedo reprimirlo, borrarlo con sólo desearlo. Lo haré, pero poco a poco. ¿Esto es muy difícil de entender? ¿Es difícil de comprender mi miedo si he visto que a mi alrededor todo se derrumba? ¿Si he visto que el amor termina convirtiéndose en odio, o ni siquiera en eso, sino en fastidio, aburrimiento, desinterés? Me resisto a amar porque tengo miedo. Alguno lo sabe. Y no voy a repetírselo cada vez que lo vea. Soy un ser temeroso e inseguro que lucha por olvidar la inseguridad y el temor. Sólo necesito tiempo. Algo de tiempo…

      Yo dije que nada sexual me era extraño. Rieron y sí, la sexualidad femenina, respondieron ellas. La sexualidad femenina…

      Yo le enseñé un cuadro de Félix Labisse: L’avenir devoilé (El porvenir develado). En un verde elemento acuático nadan algunas hojas que evocan sexos femeninos. Emerge un busto de mujer cubierto por una envoltura roja, salvo los ojos y una mano. La envoltura se desgarra y riza como un pétalo, develando los senos color carne un poco pálida. El porvenir aparece como una de las zonas más eróticas del cuerpo femenino… Y una de las frases de Le fou d’Elsa dice: “El porvenir del hombre es la mujer”. ¿Y la mujer?, protestó Armonía ¿no tiene meta ni tendrá fin?

      Yo en cuanto llegué al departamento la niña me pidió: Mamá, estudia conmigo dos capítulos que mañana tengo prueba de ciencias. Me esforcé en mostrar ánimo y solidaridad sentándome a su lado y al mismo tiempo revisando en el regazo la correspondencia del día. Comenzamos. ¿Qué hay que hacer para evitar las lombrices? Y la niña: Andar con zapatos, lavarnos las manos antes y después de la evacuación. Y estar inmunizado contra las paperas significa que ya tuve paperas y puedo quedar cerca del niño con paperas. La lombriz de paperas no entra en mí. La defensa de los ojos son las lágrimas, de la nariz son los pelos, y de la boca es el jugo gástrico. Yo hablé al vacío: usar calzado ¿para qué sirve? La niña me miró espantada: Mamá, la pregunta es “mencione cinco medidas de prevención contra las lombrices”.


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