La venida del Consolador. LeRoy Edwin Froom

La venida del Consolador - LeRoy Edwin Froom


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La nota distintiva del protestantismo, sin la cual este tampoco existiría, es el hecho de que el Espíritu Santo es el verdadero vicario y sucesor de Cristo aquí, en la tierra. La dependencia de organizaciones y dirigentes, o de sabiduría terrenal, significa poner lo humano en lugar de lo divino; y en efecto es adoptar el principio del catolicismo romano.

       Se completa la Reforma inconclusa

      Se han producido tres grandes movimientos religiosos contrarios al Papado: La Reforma del siglo XVI, encabezada por Lutero; el movimiento evangélico dirigido por Wesley y sus asociados; y el mensaje y movimiento adventista de los últimos días.

      La Reforma encabezada por Lutero era necesaria, porque en los primeros siglos de la Era cristiana el Espíritu Santo había sido destronado, y Constantino se había transformado en el patrono de la iglesia. Los hombres perdieron de vista la justificación por la fe debido a sus conceptos materialistas, porque abandonaron su lealtad al Espíritu Santo. Así perdieron, también, la aplicación del sacrificio de Cristo, su muerte, que el Espíritu Santo realiza en respuesta a la fe personal.

      El reavivamiento evangélico era necesario porque la iglesia de la Reforma había perdido de vista la santificación, de modo que Wesley fue levantado para promover la santidad. La visión de la santidad estaba velada, en la iglesia, porque esta había desoído la voz del Espíritu Santo. Se da el nombre de Espíritu Santo a la tercera Persona de la Deidad no porque sea más santo que las otras dos, sino porque una de sus funciones especiales es cultivar la santidad en el hombre. Los clérigos cazadores de zorros, tan comunes en Inglaterra en el siglo XVIII, tenían muy poco interés en Dios y en la salvación de las almas. Pero Wesley y el Club de la Santidad, de Oxford, pusieron de relieve una vez más la verdad de la santificación de las vidas humanas para el servicio.

      La reforma del siglo XX, o movimiento adventista, fue puesta en acción, en el plan divino, con el fin de completar las reformas inconclusas del pasado. Llama al pueblo a repudiar totalmente las desviaciones de la verdad bíblica introducidas por el Papado y retenidas por el protestantismo apóstata y, por otra parte, busca la completa restauración del Espíritu Santo al lugar exaltado y absoluto que le corresponde, tanto en la creencia como en la vida y el servicio del cristiano.

      ¡Cuánto necesitamos estar vivos y despiertos para enfrentar esta situación!

      Hace algunos años, un vapor surcaba de noche las aguas de un río de los Estados Unidos. El piloto dio inesperadamente una fuerte señal para indicar su intención de reducir la velocidad. Era una noche de luna brillante, y no había obstáculos a la vista.

      –¿Por qué mandó usted disminuir la velocidad? –preguntó el maquinista subiendo al puente de mando para averiguar la razón de la orden.

      –Se está juntando neblina... La noche se hace más oscura y... yo... no puedo ver –fue la entrecortada respuesta del piloto.

      Entonces el maquinista lo miró directamente a los ojos, y se dio cuenta de que estaba agonizando.

      Resulta trágico, pero más de un “piloto” eclesiástico está muriendo espiritualmente, y no puede ver para guiar a otros por el verdadero camino. ¡Dios nuestro, en esta hora traicionera, concédenos nueva vitalidad de la Fuente de vida!

      2 Véase la obra Christ Our Rigtheousness, por Arturo G. Daniells.

       LA OBRA DEL ESPÍRITU POR LOS IRREGENERADOS

      Ya hemos dicho suficiente acerca de la tarea del Espíritu en favor de los creyentes. Consideremos ahora, brevemente, su obra en favor del mundo irregenerado. Juan 14 trata primariamente acerca del Espíritu Santo en relación con la preparación y la vida personal del discípulo. Pero Juan 16 presenta su trabajo en conexión con la labor pública y el testimonio del obrero entre los inconversos. En el primero de estos capítulos, Jesús se halla en el creyente, y en virtud de esa morada interior el hombre tiene comunión con Cristo.

      Pero el Espíritu Santo también lucha con el inconverso, como el Espíritu de convicción: “Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado” (Juan 16:8-11).

       Proporciona un nuevo concepto de lo que es pecado

      La venida del Espíritu Santo trae consigo al alma una sensibilidad más delicada para captar lo que es pecado. Pensemos en el aposento alto, cuando los discípulos estaban por participar de los emblemas del cuerpo que iba a ser quebrantado y de la sangre que se derramaría y, sin embargo, discutían sobre la posición y la prioridad que correspondían a cada uno. Esto habría sido absolutamente imposible si hubiesen comprendido cabalmente el significado del pecado.

      A menudo hay cosas increíbles en la vida del cristiano, e inexplicables a no ser sobre la base de la ausencia de una percepción real del pecado oculto en ella. La lucha por alcanzar las posiciones encumbradas, la envidia, el odio, el mal pensamiento, las acciones impuras, los resquemores; todo esto existe, principalmente, debido a una pasmosa falta de comprensión de lo que es pecado. Pero, vayamos a las epístolas de Pedro, y leamos también las declaraciones de Juan después del Pentecostés, y descubramos cómo la venida del Espíritu Santo había conferido realidad a la santidad de Dios y a la absoluta repugnancia del pecado en la experiencia de los discípulos.

      La perspectiva del pecador es pecado, justicia y juicio –que abarca su pasado, presente y futuro. Estos conceptos se hallan inseparablemente relacionados. El Espíritu Santo toma estos tres hechos cardinales y los coloca bajo su verdadera luz. Hay tres personas implicadas en este problema: El hombre, Cristo y Satanás. Por consiguiente, aquí está el núcleo de la gran controversia y el problema del pecado.

      El convencimiento acerca de la justicia siempre precede a la experiencia de la justificación. Y el convencimiento acerca del Juicio es indispensable cuando presentamos las verdades del Santuario y el mensaje del primer ángel, para que los hombres no tengan excusa después de menospreciar el testimonio de Dios en contra de ellos.

      A menudo nos frustramos, confundimos y desalentamos por nuestra desesperante inhabilidad de convencer a los hombres de pecado, de justicia y de juicio. Es que no podemos hacerlo, porque esa es la tarea del Espíritu. Notemos lo siguiente:

      “El hombre no podría hacer nada bueno sin la operación divina. Dios llama a cada uno al arrepentimiento, pero el hombre ni siquiera puede arrepentirse a menos que el Espíritu Santo trabaje en su corazón” (Testimonies, t. 8, p. 64).

      Este cambio es realizado por el Espíritu:

      “Ninguna persona es tan vil, nadie ha caído tan bajo que esté fuera del alcance de la obra de ese poder. En todos los que se sometan al Espíritu Santo, ha de ser implantado un nuevo principio de vida: la perdida imagen de Dios ha de ser restaurada en la humanidad.

      “Pero el hombre no puede transformarse a sí mismo por el ejercicio de su voluntad. No posee el poder capaz de obrar este cambio. La levadura, algo completamente externo, debe ser colocada dentro de la harina antes de que el cambio deseado pueda operarse en la misma. Así la gracia de Dios debe ser recibida por el pecador antes de que pueda ser hecho apto para el reino de gloria. Toda la cultura y la educación que el mundo puede dar, no podrán convertir a una criatura degradada por el pecado en un hijo del cielo. La energía renovadora debe venir de Dios. El cambio puede ser efectuado sólo por el Espíritu Santo. Todos los que quieran ser salvos, sean encumbrados


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