Mi trabajo ideal y cómo encontrarlo. Carole Viaene
enseñar algo a otros, lo estás asimilando e interiorizando.
Con la ayuda de otros asesores y coaches profesionales, también entendí que podía ser muchas cosas, que no tenía que elegir algo y apechugar con las consecuencias. Podía combinar cosas y, quizá, guardarme otras para más adelante. El simple hecho de que decidiera ser una coach laboral de profesión no significa que no pueda ponerme a estudiar arte a los cincuenta, ¿no? O dar la vuelta al mundo en un velero cero residuos... Conceptos como «generalista creativo» o «polifacético» me libraron de la carga de tener que elegir ser «tal persona» o tener «tal área de especialidad». En teoría, podía ser lo que quisiera y cuando quisiera. Además, las carreras ya no son lineales. Gran parte de los privilegiados vivimos mucho más gracias a la sanidad moderna, y cambiaremos de rumbo profesional varias veces a lo largo de nuestra vida.
Durante los últimos años, con vistas a ahondar en mi conocimiento y en la pasión por este mundo de los negocios y del trabajo, he aprendido de profesores ilustres, escuelas de negocios y programas virtuales: la London Business School, la INSEAD, la Universidad Harvard, la Universidad Bocconi, la IESE Business School, la Esade, etc. Por no hablar de los incontables libros sobre la vida laboral, la psicología organizativa y el desarrollo personal. ¡El tsundoku nunca ha sido mi filosofía!
En un momento crucial de mi vida llegué a entrar en una prestigiosa escuela de negocios española como asesora profesional. Con mi equipo, trabajamos con las empresas de la lista Fortune 500 y con varios alumnos destacados de licenciatura, máster, MBA y MBA para ejecutivos.
Hoy se me podría considerar una coach y una escritora, entre otras cosas. Pero como ya sabéis, mi misión no cayó del cielo, sino que se fue forjando poco a poco. Seguí con perseverancia mi intuitiva y obstinada curiosidad, y se transformó en algo profundamente mío.
Llevo varios años afianzando mis conocimientos en el sector del asesoramiento profesional. Y creedme cuando os digo que, en el idioma de los millennials y de Carole, eso es una eternidad. Significa que he dedicado una cantidad ingente de horas a escuchar a gente que no encontraba su camino profesional, más las miles de horas en que he buscado mi propio camino.
He ayudado a personal de limpieza y restauración, a artistas, a personas que acababan de salir de la cárcel, personas que llevaban más de diez años en paro, estudiantes de MBA, millonarios, altos ejecutivos y, sí, otros asesores profesionales.
Como asesora profesional en una escuela de negocios internacional, tengo la ocasión de trabajar con alumnos magníficos y mentes brillantes. Competimos con las mejores escuelas del mundo y me encanta proporcionar recursos y conocimientos a mis alumnos para que consigan un puesto en las empresas más grandes y «prestigiosas» del mundo. Para mí, este mero hecho ya tiene su qué.
En el fondo, lo que he deseado siempre ha sido ser útil, pero me costó lo suyo descubrir cómo. Encontrar un sitio en el que pueda dar y hacer algún bien. Y ser curiosa y estar animada. Pero también tener tiempo para mí misma, hacer ejercicio y hornear mi propio pan con masa madre... aunque admito que tiene una pinta horrible. Para pasar tiempo con mis seres queridos y en la naturaleza.
Y es cierto: podemos decir que los consentidos millennials lo queremos todo. Pero la cosa es que no lo quiero todo. No quiero una mansión ni un cochazo. No quiero viajar a islas en las antípodas del mundo y comprar diez bañadores diferentes para mi perfil de Instagram. No quiero más, solo quiero salud, disfrutar mi vida a tope, seguir aprendiendo y, de paso, hacer algo bueno.
Ahora más que nunca, creo que si hacemos lo que nos conviene a nosotros y al mundo a nivel profesional, podemos ser personas mejores y más felices. Irónicamente, hacer algo por el bien común es justo el tipo de experiencia que ansiamos: algo más grande que nuestra búsqueda individual de felicidad.
Creo que muchas de las cosas que nos incomodan, nos inquietan y dañan nuestra salud mental están relacionadas con el consumismo, el conformismo, el capitalismo, el individualismo y el egocentrismo. Tristemente, he conocido a muchas personas que siguen persiguiendo fama, estatus y dinero.
Empecé a soñar con transformar profesionales en activistas por el cambio climático. No quería que fueran meros peones indefensos de las grandes compañías. Soñaba con inspirar a las personas a convertirse en líderes de un mundo mejor y a proteger nuestro planeta. Mi anhelo era ayudar a alcanzar la paz interna laboral que yo había encontrado y la alegría y satisfacción que una encuentra cuando puede dar, no solo recibir. Y ansiaba poner a disposición de todo el mundo los sublimes consejos profesionales que suelen recibir los estudiantes de empresariales. Mi sueño era que todo el mundo pudiera acceder a este conocimiento y, la verdad sea dicha, por eso decidí escribir este libro.
No, esperad. Me he olvidado de otro momento álgido que me inspiró para escribir el libro. Podríamos incluso llamarlo un miniavance. Os contaré de qué va la cosa.
El 26 de marzo de 2019 conocí a Gunter Pauli, autor de un libro titulado La economía azul, presidente y director de la empresa ECOVER y miembro del Club de Roma. Es escritor de libros infantiles sobre el mundo natural y aboga fervorosamente por una economía «azul» y, por tanto, diferente, ecológica y regenerativa.
No es moco de pavo, ya lo sé.
Dicho llanamente, The Huffington Post se ha referido a Pauli como al «Steve Jobs de la sostenibilidad», aunque creo que es un símil desafortunado, pues al señor Jobs no parecía importarle demasiado el medio ambiente.
Sea como fuere, habían invitado a Pauli a dar una charla en la Conferencia sobre Energía Global en la escuela de negocios donde yo trabajaba por aquel entonces. Cuando le di la bienvenida al campus, me estrechó la mano y se presentó. La primera impresión ya me conmovió muchísimo.
Con sus ejemplos reales de innovaciones y proyectos «azules» sostenibles en todo el mundo, Pauli estaba expresando algo que, en el fondo, yo había sabido siempre: el momento de actuar es ahora. Así de simple.
El cambio climático es real. Estamos cargándonos la naturaleza, el suelo, el aire y el agua. Nos resistimos al cambio. Como sociedad, somos espantosamente incapaces de sustituir con facilidad esos hábitos contaminantes y perjudiciales tan arraigados. La carencia de opciones mejores y más accesibles, la falta de urgencia, la dinámica del sistema económico vigente que complica la difusión masiva de la sostenibilidad... y podría seguir.
En esencia, «[...] somos una sociedad excesivamente guiada por el capital y la riqueza; muchos de nuestros valores y actitudes se fundamentan en el deseo de acumular dinero. La identidad social se calcula en muchos sentidos por la riqueza y se canaliza a través de lo que compramos como consumidores y de nuestro trabajo. Al mismo tiempo, el rápido crecimiento económico mundial ha dado pie a una desigualdad inmensa. Y todo está relacionado con el cambio climático. Ha llegado la hora de replantearnos la relación entre nuestra economía, el progreso social y los sistemas ecológicos»1.
Por suerte, Pauli ofrecía soluciones. Hay tantas soluciones interesantes y métodos respetuosos con la naturaleza... La ecología y la economía pueden ir de la mano. Podemos ser prósperos y sostenibles. Hay esperanza, aunque en un primer momento no la veía. Sí recuerdo que al principio me sentí enojada e inquieta. Amenazada y nerviosa. Era como si alguien me estuviera quitando la sensación de seguridad, así que mi reflejo natural fue rebatir con argumentos poco oportunos (lucha), distraerme con otras cosas (huida) o sentirme fatal por ello (parálisis), pero fui incapaz de hacer nada.
Según un informe de 2017, «reconocer la realidad del cambio climático y sus consecuencias puede infundir miedo, fatalismo, ira y fatiga crónicos, una dolencia a la que los psicólogos cada vez aluden más como ecoansiedad»2.
Ecoansiedad. Ecopsicología. «Dolor climático», utiliza también la periodista Ash Sanders en un fantástico recopilatorio de ensayos sobre la verdad, el coraje y las soluciones para la crisis climática. Parece casi que cuanto más sabes sobre el cambio climático, más te desanimas. Cuanto más entiendes el poco tiempo que falta y lo gigantescas que son sus secuelas, mayor es la ansiedad. Y eso es justo lo que sentí yo durante