La Dinámica del Sentir y/o La Esencia del Ser. Leonardo Torres
innegable, en todo el universo. Entendiendo así que la vida no tiene un propósito intrínseco y, en caso de tenerlo, se relacionaría más a la función por la cual tienen que atravesar cada uno de los organismos vivos, en los procesos naturales de la vida, de acomodación y adaptación.
El propósito de la vida puede adoptar tantos sentidos y direcciones como individuos hay en este mundo. Encontrando su rumbo en el valor que cada individuo le imprima con cada acción y pensamiento a voluntad, que pudiera tener. Esto mismo, de acuerdo a la escala de valores impuesta por la sociedad e interiormente, en lo cognitivo.
El propósito es solo aplicable al ser humano, y no así a la dinámica propia de la vida. Uno de los tantos propósitos a lo que aspiraría el ser humano es a encontrar la verdad última del conocimiento, que explique con completitud lo que es la realidad.
La vida tiene sus propios procesos, independientes al sujeto que intenta interpretarla. Circunscripto a esa dinámica de la vida, se encuentra el individuo, que constantemente busca patrones de la naturaleza y los traslada a su visión “unificada” (no logra captar la totalidad, solo fases y momentos, aspectos individuales que se contraponen a otros ya establecidos) de la realidad.
A fin de entender la dinámica del sentir, analizaré solamente la consciencia, que es el nexo ineludible entre mi ser y el universo. Es el que, además de ayudarme a entender la cosmovisión del universo, forja mi identidad, mi personalidad y el que establece un nexo con la espiritualidad, porque reconoce en el exterior fuerzas sobrenaturales y que están más allá de los límites del pensamiento. Es a través de la consciencia que defino cómo quiero conectarme con la realidad.
El ser humano construyó todo su legado sobre la base de la visión que tiene de la realidad y para ello se apoyó en el estudio y conocimiento de la naturaleza y del universo. El proceso fue arduo, en constante acomodación y adaptación; en el camino quedaron vencedores y vencidos. El saber, en ese transitar de vaivén, tuvo que atravesar por varias batallas, para recién ahí, poder consolidarse en un mejor entendimiento de la realidad. Y como todo en la vida es dinámico, las ciencias y las metaciencias (las que se están gestando en la consciencia) seguirán sufriendo modificaciones.
Pretender encontrar la verdad última del conocimiento, al igual que en metafísica, la sustancia primigenia de infinitos atributos, es utópico, porque la realidad siempre va un paso adelante, marcando el camino para seguir.
Estar a la vanguardia del conocimiento es uno de los tantos procesos adaptativos del ser. Para la consciencia jamás existirá lo último como un ente inmodificable. Siempre quedará un lugar y un margen, para la replicación del conocimiento, en procesos repetitivos, para la conexión profunda con la realidad. La correspondencia, la búsqueda de patrones y similitudes para “movernos”, propia del pensamiento, seguirá los cauces naturales de la vida, a veces con obstrucciones y otras en un fluir constante y armónico que nos conducirá “al éxtasis y a la visión unificada del ser con la naturaleza”, y las polaridades que la consciencia supo crear quedarán al margen, solo por unos instantes.
Esta visión de la vida y del devenir, en permanente adaptación y sucesiva cooperación con el medio que nos rodea, es parte de la realidad misma.
Hay una construcción de la realidad, y si esta no se corresponde con lo que llevo en mi interior, el individuo entra en crisis. Este mismo mecanismo lo tiene la vida misma, en todos sus aspectos, en todas sus dimensiones, autorregulándose.
Siempre voy a dar una opinión, con una direccionalidad de acuerdo a la sabiduría y el entendimiento que tenga y que haya adquirido.
La realidad de las ciencias es acotada, por el solo hecho de estar circunscripta a métodos y objetos de estudio específicos. Esta realidad va por encima del sentir humano (en apariencias), sin embargo, existe una correlación y puntos de encuentros entre ambas; entre el sentir del individuo, y lo puntual del saber de las ciencias.
Por el solo hecho de diferenciarlas, diré que existen una realidad exterior general en común y otra realidad interna, la cual es intransferible. La unidad de la realidad no tiene bordes ni componentes que la dividan. Es todo y nada al mismo tiempo. Es nuestra mente que establece los bordes para determinar la forma, para entender los conceptos y para adoptar una identidad que me separe del exterior (yo y el universo).
Las ciencias evolucionan (cuando hablo de ciencias, no solamente me refiero a las exactas y duras, sino también a las humanistas, filosóficas y del conocimiento) y el entendimiento y mi visión de la realidad se modifican al unísono. Esa realidad lograda en el ámbito científico corre paralela a mi realidad, porque la está modificando directa o indirectamente. Pero la conexión que tiene mi ser con la realidad está por encima de ese conocimiento científico, sin embargo, todos esos avances en las aéreas de las ciencias me permitieron interpretar e interrelacionarme de una forma particular, con mi entorno más cercano; le pese a quien le pese, mi conexión con la realidad siempre va a ir de la mano con mi visión que tenga del mundo, de la naturaleza y de todo ese universo rico en sensaciones. Las leyendas y los mitos le darán paso a explicaciones más acertadas de los fenómenos que se suceden y quedarán plasmadas en teorías, leyes y ecuaciones. A la vista de los científicos, serán las más bellas expresiones representadas en esas fórmulas y ecuaciones, así como al artista le impactará el trazo de una línea curvilínea. La función lineal, que es el camino más corto para conectarme con la realidad, siempre tendrá puntos en común con la parábola en la metáfora lingüística. Los amuletos de los chamanes siempre cabrán en los pozos exactos de las ciencias, porque el sentimiento unificado en el interior del ser humano responde a sensaciones, que corren más rápido que cualquier confirmación o validación científica.
“La cosmovisión actual muestra que las totalidades físicas se forman a partir de procesos de cooperación, debidos a pautas que se repiten, en función de ciertos ritmos en la naturaleza… En este desarrollo la información es fundamental, pues funciona como un conjunto de instrucciones que se almacenan, codifican y decodifican haciendo posible los sistemas naturales, como si fuera una especie de racionalidad materializada con funciones muy específicas, ordenadas y en sintonía muy ajustada con otros procesos y sus instrucciones propias”. ….“Hacer la distinción de que la vida tiene valor es reconocer en la naturaleza a un sujeto y por añadidura una racionalidad consciente.” (Libro: Conocimiento del universo de Héctor Velázquez Fernández).
Dentro de esta “racionalidad materializada”, vemos una correlación marcada con patrones que sigue el pensamiento, de orden, integración y expresión. Cuando establecemos el límite entre mi ser y el universo, estamos creando los opuestos. Es en la mente del individuo en que se originan las polaridades, que son necesarias para poder diferenciar. No podemos percibir la unidad de la realidad en nuestra consciencia y por lo tanto captamos solo una parte, creando su opuesto complementario. Los opuestos se complementan mutuamente y se necesitan para existir. No sabría de la saciedad, si no tengo hambre. No sabría del frío, sin antes pasar por el calor. O no sabría que la oscuridad es la ausencia de la luz. La consciencia humana busca dentro de este caos aparente del universo patrones (señales en el exterior) para poder conectarse mejor y de forma más efectiva. Porque, sin estos patrones, la existencia dejaría de ser y el movimiento, junto con el pensamiento y la creatividad, se verían truncos. Es condición indispensable entonces encontrar señales en la naturaleza, la vida y las estrellas para verme identificado y poder avanzar.
Por todo esto, es que a la “racionalidad materializada” la observamos también en el mundo no biológico; existe una simbiosis y una complementariedad en toda la materia del universo, desde las estructuras inorgánicas, aire, luz, fuego pasando por átomos, moléculas y fenómenos químicos, hasta llegar finalmente a las células, en los organismos vivos de toda la naturaleza. Vista así, la vida parece tener un propósito, una finalidad, una direccionalidad, y en última instancia un sentido. Que va de lo más simple a lo complejo y el todo adquiriría sentido. A esta misma proposición me la podría replantear una y mil veces que, si bien tiene tintes de perogrullada, cada vez que la aborde, surgirán aristas para el análisis y la reflexión.
Porque al objeto de estudio (cualquiera este sea) necesariamente hay que desfragmentarlo para su análisis, pero