Identidades musicales. Ik'Balam Moyrón Castillo
en 2018, se completó el precedente. Por primera vez en la historia académica musical de México, se había cursado totalmente un programa educativo con un instrumento tradicional veracruzano. Ese trayecto culminó con la monografía que escribí para titularme, “Recursos teóricos y técnicos de jazz para requinto jarocho”.
Paralelamente a los últimos semestres de mi licenciatura, terminé la construcción del primer requinto jarocho eléctrico de cinco cuerdas, el cual es el resultado de una búsqueda personal y constante del sonido. Durante la carrera tuve la oportunidad de tocar con instrumentistas que ya tienen resuelta su amplificación, mientras que mi requinto acústico estaba relegado a un segundo plano porque carecía de un sistema eficiente para proyectar su sonido. Las articulaciones y las dinámicas a las que podía acceder en ese tipo de contextos estaban muy limitadas. Así que, después de año y medio de trabajo e investigación, tenía por fin un requinto completamente eléctrico, que me permitía tocar en cualquier tipo de contexto sonoro, con el ensamble o configuración de instrumentos que fuera.
Aunque ya han pasado unos años desde que soné sus primeras notas y di a conocer sus características, la gente y músicos en general siguen describiendo con equivocación el instrumento. Si con el requinto acústico los músicos y público en general se referían a él como “jarana”, ahora, con la transición a lo eléctrico, estas mismas personas han dicho (como si lo hubieran hecho ellas o ellos, y también hubieran realizado la investigación) que es “electroacústico”, “es como una guitarra”, “toca la jarana eléctrica”, y bueno, un sinfín de erratas que mejor omito para no evidenciar más la desinformación del gremio y público en general.
Estos comentarios de “músicos” ponen en tela de juicio su conocimiento de los instrumentos a nivel general, porque a los instrumentos tradicionales se les puede deformar hasta donde llegue la imaginación, pero esto no ocurre con los instrumentos “académicos” o “cultos” de las orquestas sinfónicas, donde sí se les llama correctamente por su nombre. Sería despedido el director de orquesta que introdujera como tololoches a la sección de contrabajos, pero sí se puede bromear sobre las “vihuelas” que tocan los jaraneros. Se les olvida que el violín y todos esos instrumentos también son tradicionales, pero como ya pasaron a integrarse a las filas de las culturas dominantes, ya pertenecen a una élite y no se les considera como tal.
Cuando llegó el año 2019, pude consolidar mi visión personal sobre la universalidad de los instrumentos jarochos y su potencial para la composición y el arreglo con el disco Erosión de la memoria, con piezas de mi autoría. Así quedaba grabado por primera vez el trío de jazz con requinto jarocho eléctrico junto a la leona y la jarana en siete piezas, que parten de elementos musicales del son y el jazz, pero con un enfoque jazzístico.
Por otro lado, en el son jarocho las discriminaciones que se comentan van muchas veces encaminadas hacia el campesinado, las cuales han sido utilizadas por sus exponentes para cobijarse y explotar esta postura de que, efectivamente, son del campo y justificar o sustentar su decir y hacer, pero evade una responsabilidad importante que hará permanente al son, esta es: estudiar su música y escribirla. En lugar de esto, se han producido numerosos libros, artículos, folletos, etc., con temas de interés pero que distan de abordar concretamente el aspecto musical. Si bien se ha hablado de la preservación y difusión del son, en contradicción su música es la que menos ha sido atendida en los años que lleva esta nueva oleada de aprendices y exponentes.
La realización de este texto se debe en parte a lo anterior, para demostrar que los instrumentos y la música del son jarocho merecen estudiarse a profundidad, que tienen el mismo lugar que los instrumentos o formas musicales con mayor aceptación o popularidad; y es también para compartir los conceptos que he estudiado, encontrado accesibles y aplicables, principalmente para el requinto jarocho, así como los apuntes personales sobre la jarana, la leona y la percusión del son jarocho.
También era necesario escribir este libro por otras razones. Una, y de las más apremiantes, es que se carece de información desde un punto de vista estrictamente musical sobre el son jarocho, el requinto jarocho y los demás instrumentos. Puede argumentarse que sí hay estudios al respecto, pero, en la mayoría de los casos, estos parten desde otra línea de investigación, desplazando a la música, como han sido la investigación antropológica, sociológica, lingüística, histórica, etnomusicológica, geográfica, estudios de género, etc., por investigadores de estas disciplinas que han aprendido a tocar los instrumentos, bailar o cantar (en ciertos casos), para entender y complementar sobre lo que quieren escribir, pero no desde la investigación completamente musical. Esa práctica de investigación, de fundamentarse sobre otras disciplinas y teniendo que repetir en muchos casos información, le ha quitado espacio a lo que podría destinarse a nuevas preguntas y respuestas, fomentando la tautología en el son jarocho.
Puede pensarse también que por mencionar a los instrumentos del son jarocho en una investigación antropológica o histórica, ya se está aportando información o investigación musical, pero la realidad es que aportar datos sueltos o compararlos con alguna corriente musical de Europa o América del sur, está lejos todavía de demostrar, de ilustrar a cabalidad sobre las posibilidades de los instrumentos. Inclusive, los intentos de transcribir figuras de los sones o anotar ritmos no elaboran sobre este tema, pues se está pasando a notación musical algo que el requinto o la jarana ya son capaces de tocar, pero sin ampliar sobre las capacidades que estos tienen con otros elementos musicales o utilizarlos como punto de partida para otras exploraciones.
Investigar musicalmente sería encontrar en una fuente de consulta, que se puede tocar una escala alterada en el requinto jarocho, que se pueden tocar acordes por cuartas en la jarana jarocha, superestructuras en el arpa jarocha o compases irregulares en la percusión jarocha, por ejemplo. Esto es lo que carece de consulta bibliográfica, siendo así otra razón fundamental para escribir este libro, ya que, durante mi trabajo de titulación, no encontré fuentes bibliográficas que abordaran estos temas musicales y que aportaran al sustento del trabajo, como suele hacerse en las publicaciones académicas, teniendo que llenar ese hueco con la información que recabé a través de la observación participante.
El que predominen estas corrientes de generación del conocimiento (¿o desconocimiento?) y que no se encuentre información musical, se debe en parte a que no hay en el país programas académicos fundamentados en la música tradicional, y en este caso concreto, de son jarocho, porque sí hay ejecutantes, pero no con formación académica musical y tradicional. Con esto me refiero a que haya estudiado en las academias de principio a fin el plan de estudios con instrumentos como la guitarra grande, jarana, marimbol, pandero, quijada, arpa jarocha, etc., sea en un conservatorio clásico, escuela de jazz o de música popular.
Los músicos de son jarocho que han incursionado en las academias han tenido que cambiar muchas veces su instrumento por el que está validado en los programas educativos, enfocando su aprendizaje en otro instrumento, lo que sigue fomentando las lagunas de información. En el caso de los maestros destacados del instrumento, falta la formación o visión académica de plasmar el conocimiento, mientras que son contados los músicos que se dedican de tiempo completo a la práctica, documentación e investigación de su quehacer.
Decidí comparar al son jarocho con el jazz porque este último ha desarrollado ampliamente su vocabulario y ha tenido un alcance notorio en la práctica y teoría de diferentes culturas; ya que es una música que se toca en muchas partes del planeta, y también porque la tradición del jazz es la innovación y la innovación del jazz es parte de la tradición. Dos caras de la misma moneda. En cambio, en el son jarocho la tradición se ha defendido a capa y espada, lo que ha hecho muy difícil la innovación en sus diferentes campos. Incluso, se ha malentendido la innovación por la falta de conocimiento musical de los ejecutantes de son jarocho, y, a su vez, la tradición tampoco se ha entendido. Debido a esto, creo importante y necesario mirar este aspecto del jazz o considerarlo, para ayudar en la aceptación y crecimiento de la música veracruzana, mexicana.
El fandango es una entidad con mucha fuerza que invita a la gente, practicante o no, a sumergirse en su dinámica. Esta aceptación, todavía más democrática y libre que la del jazz, ha sido mal entendida por sus asistentes. Por ejemplo, a una jam session o sesión de improvisación convencional, no se puede subir sin